Liberato Bernades era apenas un niño cuando en la azotea de su casa su padre, Juan Bernades Prat, junto a varios empleados daban forma con cartón sobre una cruceta a "tres cabezas que tenían forma de bombillo". Eran las vísperas de la Festividad del Pilar y como por aquel entonces -en plena dictadura franquista- el 12 de octubre se celebraba el Día de la Raza decidieron que un personaje iba a ser "blanco, otro negro y otro colorao. Corría el año 50 cuando en aquella vivienda del por entonces número 76 de la Avenida Apolinario, ahora Paseo de Las Canteras, nacieron los primeros papagüevos de Las Palmas de Gran Canaria a manos de Juan, al que todos conocían como el Caramelero por la fábrica de dulces que también tuvo su hogar. Natural de Lérida, pero gran amante de Guanarteme y sus fiestas, ayer su barrio quiso rendirle homenaje durante el encuentro de papagüevos que no habría sido posible sin él y que por no querer, no quiso perdérselo ni la lluvia.
Nada queda de los cimientos de aquella vivienda en la que se originaron tantas sonrisas. No obstante, por el solar que ahora flanquea un colorido muro lleno de grafitis todavía desfilan los recuerdos de quienes vivieron los inicios de una ya arraigada tradición en la que participan desde distintos barrios, colegios y municipios de la Isla. "Los primeros se estropearon muy pronto, pero en mi casa se seguían haciendo y siempre se llevaban para repararlos. Mi madre hasta les lavaba la ropa, los cosía y los vestía", rememora Liberato Bernades al resguardo del breve, pero intenso chaparrón que justo comenzó en la pequeña parada que se hizo en su antigua vivienda para honrar la memoria de su progenitor que, curiosamente, nunca se enfundó bajo el esqueleto de los gigantes. "Lo hacíamos nosotros", apunta en referencia a él y a sus hermanos, "por ahí [señala a los papagüevos que bailan en el paseo de Las Canteras) hay un Cantiflas que pasó por mí y luego había uno negro que lo bailé el año que lo hice", asegura con orgullo. Tanto como el que siente por la placa en honor a su progenitor que se descubrió ayer bajo la lluvia y que ira colocada delante de la que un día fue y siempre será la casa de los papagüevos.
De hecho, el legado del Caramelero llega hasta la actualidad gracias a eventos como el encuentro de papagüevos que organizan en Guanarteme dentro de las Fiestas del Pilar en el que cada año participan multitud de personas. Una de ellas es Josefa Macías, Fefita, a quien le "encanta una fiesta y más si en ella se mantienen las tradiciones canarias", asevera sin perder el ritmo de las batucadas que acompañan a los personajes que danzan y giran con la música a lo largo del recorrido que tiene principio y fin en la plaza del Pilar.
Por suerte, esta tradición en concreto cuenta con bastantes adeptos entre los más pequeños. Precisamente es en sus hombros, y nunca mejor dicho, donde recae el peso de mantener vivos a los papagüevos. "Ellos son el futuro", recuerda la presidenta de la asociación de vecinos del barrio, Pepi González, quien por lo pronto ha sembrado la semilla sandunguera en su nieta Laura Saavedra Mendoza.
A sus diez primavera la pequeña es ya casi una veterana en el mundo papagüevo en el que se metió de lleno con su Hello Kitty hace ya cuatro años. Un personaje que ella no duda en compartir, intercambiar y prestar con otros niños como Gonzalo Santana Pastor. El chiquillo tiene solo cinco años, pero ya hace sus pinitos bajo los personajes, aunque la armadura le vaya un poco grande como es el caso del Pocoyó con el que brinca al final del encuentro con ayuda de su madre, Ana Pastor. Y es que de cero a diez, a él los papagüevos le gustan "diez". Su cara de felicidad lo dice todo.