La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marcos Hernández, protector de su madre

Los vecinos de Alcaravaneras resaltan la actitud defensora y cariñosa del parricida Marcos Hernández hacia María Dolores Sánchez García

Un agente de la policía científica sale del lugar del crimen. J. Pérez Curbelo

En la mañana de ayer se respiraba una calma tensa en las calles del barrio capitalino de Alcaravaneras. Pocas voces y muchos murmullos al llegar a las inmediaciones del número 32 de la calle Italia, lugar donde aconteció en la jornada del lunes el parricidio del abogado y escritor José Rafael Hernández. "Era un chico muy celoso de su madre, estaba siempre, siempre con ella", así describe un vecino la relación entre Marcos Hernández, quien mató a su padre a hachazos el pasado lunes, y María Dolores Sánchez García, su progenitora, quien falleció horas antes por muerte natural. "Al padre se lo dije una vez, tienes un hijo que vale oro", resalta mientras se toma un cortado en la cafetería La Sacristía, muy cerca de la vivienda donde todo sucedió.

Padre e hijo no eran muy asiduos a este establecimiento. En cambio, el abogado prefería acudir cada mañana a la churrería de los Hermanos Rogelio, a pocas calles de allí. "De los 14 años que llevo trabajando aquí, habrá venido como 12, ya todos lo conocíamos", destaca una de las camareras del bar. "Hace no muchos meses vinieron a comer los dos juntos [padre e hijo], nunca hubo escándalos ni vimos cosas raras, era un señor muy correcto", apunta otra de las empleadas. "Solo se quejaba del humo, no le gustaban nada los fumadores", resalta otra. No obstante, según otros vecinos y personas con una relación cercana al matrimonio, la relación entre el parricida y su padre no era muy buena. "Discutían de manera acalorada, incluso en la calle, a menudo por los cuidados hacia la madre", apuntan.

En Alcaravaneras muchos conocían, al menos de vista, a Marcos Hernández. Un chico "muy activo" que siempre estaba de arriba para abajo. En los comercios del entorno de la vivienda familiar lo conocían bien, no obstante, vivían allí desde hace décadas y Rafael Hernández tenía su despacho en el bajo de su propia casa. El parricida compraba las medicinas para su madre, enferma de alzhéimer desde hace diez años, en una farmacia de la calle Pío XII, a pocos metros de casa. En los bazares de esta céntrica vía también lo reconocen, y las palabras de elogio se vuelven a repetir. "Era muy educado, muy buena persona, siempre ayudándola", apuntan en varios comercios.

La Ferretería Mas de Gaminde, en la calle homónima, era otro de los lugares que más frecuentaba en el barrio. Lugar al que acudía para comprar un par de tornillos o, simplemente, a pasar la tarde. "Venía muy a menudo por aquí, muchas veces solo a conversar", señalan en la tienda. Lo cierto es que en Alcaravaneras muchos tienen en la menta la imagen de Marcos paseando a su madre en silla de ruedas. "La conocía bien a ella, hace no mucho le pregunté a él que cómo estaba, que por qué ya no la sacaba a la calle, y claro, me dijo que ya no era posible por lo avanzado de la enfermedad", aclara una vecina de la calle Italia.

En la misma vía muchos curiosos y vecinos se amontonaron a comentar el triste suceso. En especial, se paraban frente a la ventana de uno de los mejores amigos de la familia, sobretodo cercano al fallecido, quien la mantuvo abierta durante buena parte de la mañana. Las condolencias y los mensajes de ánimo se repitieron una y otra vez. Al fin y al cabo, ambos solían ir juntos a comer o a pasar el día en alguna cafetería cercana. Sin duda, este trágico suceso ha alterado las vidas del barrio, la tranquilidad se ha visto ocupada por la calma tensa, además de las idas y venidas de la prensa y la Policía Nacional.

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