Eran las nueve de la noche cuando las campanas de la catedral de Santa Ana resonaron en la noche. La gente, impaciente, empezó a escuchar los primeros acordes en la oscuridad de la plaza. En ese instantes, la Orquesta del Atlántico tomó el protagonismo y sus notas continuaron durante más de diez minutos. Por primera vez, la tradicional representación de Don Juan Tenorio en la víspera de Todos los Santos comenzó con un auténtico concierto. La obra, a cargo de la compañía teatral RC Teatro, volvió en esta edición a sus orígenes, tras varios años de vanguardias en la puesta en escena.

Y mientras en la plaza de Santa Ana el público viajaba durante una hora y cuarenta minutos al siglo de Oro español cientos de terroríficas mascaritas, principalmente niños y adolescentes, recorrían las calles del casco histórico. La tradición estadounidense ha arraigado entre los más jóvenes, tal es así que muchos de ellos llevaban en la mano baldes en forma de calabaza en busca de golosinas. No obstante, entre zombies y fantasmas se dejaron ver hasta cinco parrandas de ranchos de ánimas y unos cuantos hombres con el cachorro en la cabeza. Si a eso se sumaba el olor a castaña asada en el entorno del Mercado de Vegueta, aquello era señal de que la tradición canaria de la noche de finaos aún pervive en la capital grancanaria.

Con la vista, una vez más, puesta en Santa Ana, los figurantes de la obra comenzaron a danzar por el escenario y, en un preciso instante, Don Juan se encargó de romper la armonía musical. "Juan gritan esos malditos", exclamó el actor Maykol Hernández, quien encarnó al protagonista de la obra en esta ocasión. La actriz canaria Guaxara Baldassarre fue la encargada de dar vida a su amada Doña Inés. En definitiva, caras nuevas para un clásico que se repite cada año en el corazón de Vegueta.

En esta ocasión el público pudo ver a un Hernández ataviado con ropajes más propios del siglo XVII. Una imagen muy diferente a la que presentó el año pasado. El actor inmortalizó en aquella ocasión a un Don Luis muy cañero y rockero, dispuesto a ganar en duelo a lomos de una harley a Don Juan.

Después de varios años de vanguardias, el director José Luis Massó ha querido volver a los orígenes de este clásico de José Zorrilla. Aunque "sin denostar" las últimas propuestas, pues son todas igual de válidas, tal y como señaló a este periódico esta semana. Massó tiene una amplia experiencia en dirigir obras teatrales clásicas. Es más, ha dirigido Don Juan Tenorio para otras compañías e, incluso interpretó a Don Luis hace muchos años.

Tras el preámbulo musical, la historia transcurrió siguiendo el libreto de Zorrilla. En la escena del bar dio un paso al frente Don Luis Mejías, quien en esta ocasión fue representado por el actor Kevin Sánchez. En esta parte de la obra se produce el desencadenante de la trama, pues ambos caballeros (mujeriegos), prófugos de la justicia, apostaron hasta la muerte conseguir el amor de una novicia.

Entre cada acto los acordes de la Orquesta del Atlántico cobraron protagonismo, aunque estos también tocaron en algunas de las escenas con mayor carga sentimental. No obstante, la intención del director era que "la música naciera de los sentimientos de los protagonistas". Los músicos tocaron piezas de Alvéniz y Chaikovski, entre otros. Al frente de ellos estuvo la directora musical Isabel Costes. Minutos más tarde, Hernández demostró su habilidad con la espada, el actor es profesor de esgrima, y consiguió dar la estocada mortal a su rival Don Luis.

Finalmente, la obra finalizó tras un salto en el tiempo. Después de cinco años sin saber de ella, Don Juan descubre que Doña Inés ha muerto. Pero, gracias a su espíritu, consigue salvarse del infierno.

Mientras, en las horas previas al espectáculo, a lo largo de la calle Triana se sucedieron talleres de Halloween. Durante toda la tarde cientos de niños pudieron pintarse la cara o hacer calabazas de papel. Al entrar la noche los ranchos de ánimas recorrieron la calle Mayor en procesión hasta Vegueta. Una vez allí, se reunieron en la calle Botas, donde la asociación de vecinos del barrio se encargó de asar castañas y piñas de millo. En el entorno de Mendizábal y Pelota se reunieron muchas familias y amigos, con el olor de los frutos secos a la brasa de fondo, en una noche "mágica", la víspera del día de los difuntos.