El cementerio de San Lázaro vivió ayer una jornada complicada. Y es que una señora de 70 años que estaba limpiando una lápida sobre unas escaleras de casi tres metros se resbaló precipitándose contra el suelo donde sufrió un traumatismo craneoencefálico severo. La mujer, que se encuentra en estado crítico, fue atendida y trasladada al Negrín. Apenas diez minutos después una joven daba el aviso de que se acababa de poner de parto, si bien pudo ser llevada en ambulancia hasta el Materno Infantil. Todo ello, paradójicamente, ocurrió durante el Día de Todos los Santos donde las dos caras de la moneda, vida y muerte, decidieron darse cita en el mismo lugar.

El trasiego de flores, baldes y bayetas comenzó temprano en San Lázaro. Como suele ocurrir en estas fechas en las que se recuerda a los que ya no están, la afluencia de personas de disparó considerablemente a pesar de que el clima no acompañó. "Oscuro, nublado y frío", para Soledad Monzón el día "salió tan triste" que parecía "llorar también" por los que pasaron al más allá. Lo dice empapada y ya a salvo del gran chaparrón que le acaba de caer sin paraguas, porque se le ha roto en medio de la carrera que se ha pegado junto a su sobrina Consuelo Rodríguez para llegar a la entrada de la necrópolis donde a ratos se concentra la gente. A pesar de la previsión meteorológica de la semana, a muchos parece que la lluvia les ha pillado por sorpresa en mangas cortas, pantalones cortos, cholas o sin paraguas.

Que llueva, a veces, lo complica todo. De ahí que la directora de seguridad del Plan de Emergencias que Canaricem activa en los cuatro cementerios de la ciudad, Ángeles Benjumea, no se separe de la puerta del camposanto en el que se produjeron las incidencias más significativas. "Normalmente no suele pasar nada, pero este año está pasando todo", comenta aún expectante por lo que se pudiera dar hasta la hora de cierre. Y es que si lo del inicio de un parto fue algo extraordinario, la de ayer fue "la primera vez en muchos años" que alguien se caía desde una altura elevada.

En el primer caso, la joven alertó de que se había puesto de parto pasado el mediodía. La mujer, que había salido de cuentas y estaba de 41 semanas de embarazo, fue trasladada desde el interior del camposanto hasta la entrada en la guagua interna que este año recorre las instalaciones para facilitar los desplazamientos, sobre todo, a las personas que tienen más dificultad para moverse. A pesar de las contracciones y de lo rápido que aseguraba que estaba yendo todo, fue atendida en cuestión de minutos por los sanitarios y dio tiempo a que pudiera ser desplazada en una ambulancia hasta el Materno Infantil, según relata el personal del dispositivo de seguridad y emergencias de la necrópolis.

Poco antes había tenido lugar el otro suceso que puso patas arriba San Lázaro por la gravedad de la herida de la señora mayor que se cayó al suelo desde una altura aproximada de tres metros. La mujer, de 70 años, sufrió un traumatismo craneoencefálico severo después de resbalarse de las escaleras sobre las que se encontraba adecentando una lápida. Benjumea explicó, la afectada no se precipitó desde una de las escaleras habilitadas para las personas que acuden al cementerio, sino desde una de las que utilizan los operarios para trabajar y que fueron retiradas enseguida para evitar un nuevo uso indebido.

Sea como fuere la mujer recibió asistencia médica inmediata de la ambulancia básica y, posteriormente, del 112. Finalmente, fue trasladada "en estado crítico" al Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín en una ambulancia medicalizada, tal y como informó el Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes). El propio cementerio fue el encargado de dar la alerta gracias al protocolo que contempla para los días de grandes afluencias como son las festividades de Todos los Santos y los Fieles Difuntos y sus jornadas previas.

En este sentido, la encargada de supervisar todo el sistema de seguridad y emergencias explica que en los camposantos de la capital se trabaja días antes en lo que a la puesta a punto de las instalaciones se refiere. De este modo, los operarios no solo instalan la señalización para evacuaciones, sino que además se controla que no haya paquetes sospechosos acorde al nivel 4 de alerta antiterrorista que hay en el país. "También se comprueba el estado del terreno sepulcral, que suele moverse y más sobre todo cuando llueve tanto como estos días", apunta Ángeles Benjumea. De este modo, aquellas zonas que sean susceptibles de hundimiento son perimetradas para que no se pise sobre ellas. Aún así, se producen incidentes como el del miércoles cuando a una mujer se le quedaron las piernas enterradas en una sepultura. Situaciones como esta son más comunes, asegura, que partos y caídas.

Por suerte, además de los incidentes, hubo muchas personas que pudieron vivir la festividad tal y como tenían previsto. Entre ellas se encuentra Soraya Quintana, quien coloca con dulzura claveles y rosas en la tumba de su madre, a quien perdió hace más de tres décadas. Algo que no impide que siga emocionándose al estar delante de la tumba que visita muy a menudo.

A pocos metros, se afana en terminar de limpiar y decorar la sepultura de su padre Carmelo Santana. Él también va con frecuencia a San Lázaro, especialmente los días 9 de cada mes coincidiendo con la fecha en la que murió su progenitor. Para la ocasión ha llevado crisantemos y claveles, aunque suele ponerle más anturios y esterlicias porque son más duraderas. "Estas se las comen enseguida los lagartos", cuenta mientras señala a las flores que también le pone al "difunto desconocido" que reposa junto a su padre sin lápida, con tan solo una cruz clavada en la tierra. "Es una pena que no se acuerden de uno cuando está aquí. Yo creo que es importante mantener la tradición y al menos, en fechas como esta, recordar a la familia que se fue".

De la misma opinión es Francisco Cabrera Canino, si bien desde su punto de vista habría que visitar con más frecuencia el lugar de reposo de los difuntos y no solo días como el de ayer u hoy. Él, que no pierde el humor ni las ganas de bailar a sus 95 años, va cada semana a San Lázaro para estar un rato con su mujer, quien falleció hace siete meses a los 94 años. "Yo soy pobre, pero no me pesa gastarme el dinero en ella y por eso le compro las flores más caras", asevera sentado al resguardo de la lluvia en la silla que también le acompaña durante sus visitas y en la que pasa unas dos horas junto a la tumba de su esposa. Y es que el amor traspasa las fronteras de la vida y la muerte.