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Historia de una amistad fosilizada

El biólogo Carlos Suárez Rodríguez rescata en un libro la relación entre el tinerfeño Pedro Maffiotte y el padre de la geología Charles Lyell durante su estancia en la capital en 1854

Historia de una amistad fosilizada

"Los alrededores de la ciudad de Las Palmas consisten en: la toba pumítica llamada cantoblanco; un conglomerado de guijarros redondeados de distintos tamaños, denominado "almendrado", que contiene conchas fósiles y alcanza una altitud de unos 1.100 pies y una distancia de hasta tres millas de la costa; lavas basálticas, que a menudo forman bellos estratos columnares entremezclándose con el conglomerado y el depósito calcáreo superficial que en Porto Santo, Madeira, llaman lagenhas de cal y que hemos descrito cuando tratamos esa isla. Una gran mayoría de las rocas que forman este conglomerado están constituidas por esa roca verde - grünstone-, mientras que las restantes son traquíticas".

Así describía el británico Charles Lyell (1797-1875), uno de los padres de la geología, el subsuelo que rodeaba a la ciudad a mediados del siglo XIX, y cuya trama urbana, mucho más pequeña que la actual; se circunscribía a un total de 151 calles y siete barrios en torno al barranco del Guiniguada, que comenzaba a planificarse, mientras que las fincas rústicas y urbanas que la abrazaban empezaban a ser adquiridas por una incipiente burguesía al calor de la primera y segunda desamortización, según indica Fernando Martín Galán en Las Palmas. Ciudad y Puerto. Cinco siglos de evolución,

La descripción de Lyell, detallada en Manuscrito de la expedición a Gran Canaria, escrito en 1854, y cuyo contenido divulga la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia a través de su página web, es un ejemplo del interés que tuvo el Archipiélago para los científicos y naturalistas del siglo XIX para comprender el mundo que les rodeaba. Y, en concreto, cómo se habían desarrollado los procesos volcánicos. El geólogo británico viajó a Madeira y a Canarias con el naturalista Charles Bunbury y sus respectivas esposas en 1853. A mediados de diciembre llegarían a Funchal y en febrero de 1854, a Gran Canaria. Posteriormente visitarían a Tenerife y La Palma.

El viaje a Gran Canaria apenas duró quince días pero la aventura fue muy fructífera. No solo por las conclusiones que sacó aquellos días con las rutas que realizó por los alrededores de la ciudad, y por la Isla, sino porque durante esa quincena entabló contacto con Pedro Maffiotte Arocha (1816-1870), que desde 1851 ejercía de ayudante de Obras Públicas en la Isla ya que se iniciaba el Primer Plan de Carreteras. Maffiotte, natural de Santa Cruz de Tenerife, políglota y curioso por naturaleza, fue el compañero perfecto para el científico con quien mantuvo años después una interesante correspondencia en la que Maffiotte enviaba a Lyell los fósiles, conchas y minerales que encontraba para que el científico pudiera escribir un libro sobre la evolución geológica de las Islas que, sin embargo, nunca llegó a ser realidad. Más de 150 fósiles de la Isla están hoy catalogados en el Natural History Museum de Londres, y otros tantos en el Museo de Naturaleza y el Hombre de Santa Cruz de Tenerife y en el Museo Canario. Un ejemplo de cómo los isleños han contribuido a construir la historia natural de las Islas pero que, sin embargo, no han tenido el adecuado reconocimiento público. Al menos aquí; no así en Tenerife, donde Pedro Maffiotte es recordado con una calle en Santa Cruz de Tenerife desde 2005

De la aventura de estos dos hombres en la capital da cuenta el biólogo Carlos Suárez Rodríguez en Crónicas Urbanas de Historia Natural. Charles Lyell y Pedro Maffiotte en Las Palmas de Gran Canaria, publicado por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria (RSEAPGC), y que se presentó esta semana en la sede de la entidad. Una historia que, como tantas otras, se despierta en el especialista en botánica "siguiendo el rastro" de la Historia Natural de la Isla y de su paisaje. "En la bibliografía consultada me sorprendió que la catedrática de geología Carmina Virgili mencionase la escasa información publicada sobre Maffiotte entre las personas que habían colaborado con Lyell, así como con otros naturalistas que habían llegado a la Isla".

El botánico cuenta que empezó a indagar sobre Maffiotte y "un hallazgo le llevó a otro, y a otro" y de este modo construyó la historia de esta relación que se inició gracias a que Maffiote dominaba idiomas -su padre era de origen francés- y conocía al cónsul de Inglaterra, convirtiéndose así en el cicerone de Lyell y de otros científicos que venían a la Isla.

Persona curiosa

Carlos Suárez explica que la personalidad de Maffiotte, que estuvo durante 14 años en Gran Canaria y participó en la construcción del muelle de Las Palmas, de diversas vías insulares como la carretera del Centro y de obras hidráulicas como la presa de Pinto y otros trabajos de carácter civil, fue decisiva por su aportación a la geología y paleontología. "Su historia es casi de película. Era un hombre de su época que, sin ser un intelectual al uso, tenía una gran curiosidad por todo lo que le rodeaba", asegura. De ahí que experimentara en diversos campos como la ingeniería, la arquitectura, la pintura, la aeronáutica y otras materias. Su maestría era tan amplia que en mayo de 1850 ingresó en la Academia de Bellas Artes y también fue miembro de las sociedades de Amigos del País de Gran Canaria y Tenerife. Nada de eso le interrumpió para llevar una vida familiar; llegó a tener 16 hijos.

Con Maffiotte, Lyell subió a observar la geomorfología que había en la Cumbre, en los hornos del Rey en Jinámar y en la zona de los Palmitos, en Arucas. En los alrededores de la capital visitó el barranco de Mata, el de Guiniguada, la montaña de Guanarteme y la zona de La Minilla. El geólogo descubrió que a escasos 90 metros del nivel del mar -San Antonio- encontraba fósiles y restos marinos que reafirmaban su teoría de que el nivel del mar había descendido en la Tierra y de que no había existido diluvio universal alguno como se pensaba en la época.

La estancia del científico duró apenas quince días en Gran Canaria, pero la relación de Maffiotte con el científico se prolongó vía correo postal hasta 1866 aprovechando los barcos que llegaban a las Islas y que su padre comerciaba con diversos productos con Francia e Inglaterra. Maffiotte continúo enviando minerales y fósiles que encontraba en la construcción de las vías de la Isla.

"Señor, debo darle mil gracias por sus obras de geología, que usted me ha enviado a través del señor Castillo, hijo del Conde de la Vega Grande. He comenzado con el mayor interés la lectura de los Elementos, traducidos por mi sabio compatriota Ezquerra. Mi padre le hará llegar, por medio de la Casa Bruce, una cajita conteniendo algunas conchas. Lo que he podido obtener en Hornos del Rey se halla separado. Puse a trabajar a algunos operarios, pero pocas cosas pudieron conseguir, que le envío. También encontrará usted grandes conos y otras conchas que he encontrado en un desmonte que realicé para la construcción de una carretera en los Arenales de Santa Catalina. El croquis adjunto le dará a conocer el emplazamiento, así como el espesor de las capas de arena y dónde se encuentran. He pensado que era conveniente remitirle muestras de esas capas que he marcado con los mismos números de referencia que las conchas. Reciba, señor, la seguridad de mi más completa consideración", decía en una misiva el 4 de julio de 1854 divulgada por la Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencias.

Gracias a esa correspondencia, por ejemplo, Canarias fue el lugar de España a donde llegó el primer ejemplar de Principios de Geología de Lyell, que hoy se conserva en el Museo Del Hombre y la Naturaleza de Santa Cruz de Tenerife.

"Fue un hombre heterodoxo y polifacético que se entusiasmaba con muy variadas materias, pero que tuvo una limitación y es que no llegó a acceder a ninguna titulación académica salvo la de ayudante de Obras Públicas pese a tener amplios conocimientos académicos", afirma Suárez para explicar por qué no trascendió su silenciada labor. Y señala que presentó y redactó anteproyectos como el de Palacio Episcopal en la Plaza de Santa Ana o el frontis de la Catedral, así como la reforma de la iglesia de San Bernardo, pero muchos no llegaron a buen puerto porque, aunque el Obispado o el Ayuntamiento dieron el visto bueno, Madrid no accedió al no tener el título de arquitecto.

Crónicas Urbanas de Historia Natural. Charles Lyell y Pedro Maffiotte en Las Palmas de Gran Canaria contribuye a la recuperación de la memoria de este peculiar personaje y, por tanto, de su papel en la divulgación del valor geológico y paleontológico que tiene la Isla. En este sentido, el biólogo Carlos Suárez indica que hay "mucha información que recuperar" sobre la figura de Pedro Maffiotte, pero también para la "divulgación científica" como es la creación de un Gabinete de Historia de la Naturaleza en la ciudad, una iniciativa que aprobó el pleno municipal en 1856 y que dio posteriormente al nacimiento del Museo Canario, donde fueron a parar algunos de las piezas descubiertas por el tinerfeño.

Suárez, quien lamenta la situación de abandono en la que se encuentra el Museo Canario y sus trabajadores -no les ha llegado aún la subvención anual del Ayuntamiento y el Cabildo de Gran Canaria- busca de este modo poner en valor el recurso fósil, un patrimonio que según él es "como una ciudad escondida". Y cree que es posible delimitar, proteger y categorizar como Bienes de Interés paleontológico muchos de los perfiles fosilíferos de Las Palmas de Gran Canaria.

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