Hallacas, farofa, pan de pascua o clericó. Sin duda alguna, en términos de gastronomía navideña existen miles de platos más allá de la pata asada con papas arrugadas y los mariscos que normalmente se consumen en las casas del Archipiélago. Según los últimos datos de población disponibles en el Instituto Canario de Estadística (Istac), en Las Palmas de Gran Canaria viven poco más de 23.000 personas cuyo país natal se encuentra "al otro lado del charco", en América. Ecuatorianos, cubanos o argentinos que han exportado sus costumbres y que intentan revivir en esta orilla del Atlántico sus tradiciones, en especial en fechas como la Navidad. Jornadas en los que se echa en falta haber dejado atrás a la familia y la tierra que les vio crecer.

Bolivia

Han pasado 14 años desde que Rosalba Becerra abandonó Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, rumbo a Europa. Tras un tiempo en Italia, entre otros lugares, se asentó junto a sus tres hijos en la capital grancanaria, un lugar del que se siente "enamorada", aunque en fechas como la Navidad echa en falta la "solidaridad" que se respira estos días en su país, el más pobre de América del Sur. "Mis padres cocinan cada año calderos de arroz y asado para dar una alegría a todas las personas que viven en las calles", recuerda nostálgica, "extraño aquello, porque te deja buen sabor de boca".

De la casa de sus abuelos recuerda cenar en Nochebuena cerdo relleno, el cual tiene que quedar "súper crocante", acompañado de arroz, yuca o ensaladilla de palmito, un tipo de planta común en Sudamérica. Tampoco puede faltar la llajua, una salsa picante boliviana a base de elocoto, un tipo de guindilla. En los últimos años ha pasado esta mágica noche junto a sus hijos con quienes afirma "amortizar" la nostalgia al no estar junto al resto de su familia, a la que no ve desde 2011. Y, al día siguiente, come coñichi, es decir, las sobras de la noche anterior. Lo hace junto a varias amigas bolivianas, puesto que, a falta de otros seres queridos, bien vale el apoyo de otras personas de su mismo país.

Venezuela

Tras la comunidad cubana y la colombiana, la venezolana es la tercera más numerosa en la capital grancanaria, con casi 4.000 miembros nacidos en este país sudamericano. Neptalí Hernández llegó a la ciudad en 1999 junto a su familia y hace siete años decidió abrir un restaurante de comida tradicional de su tierra en el barrio de Schamann, El Arepaso Grill. Cocinero de profesión, ha mantenido sus tradiciones culinarias y, en especial, las referentes a las fechas señaladas de la Navidad.

Según señala, en toda mesa venezolana no puede faltar en Nochebuena una buena hallaca, cubierta por hojas de platanera. Para hacerla basta con preparar carnes de cochino, vacuno y gallina, además de un aderezo de cebolla, pimientos, alcaparras, pasas y aceitunas. Ingredientes que van cubiertos por una masa de harina de millo. En el plato tampoco pueden faltar el pan relleno de jamón, el cerdo frito y la ensaladilla. Un plato este último que, a diferencia de este lado del charco, en América también se prepara con manzana y pollo en lugar de atún.

Argentina

Débora Peredo Sosa apenas era una niña cuando partió de su Argentina natal junto a sus padres y hermanos. Corría el año 2000 y en el país austral ya "se veía venir" la terrible crisis del Corralito. Poco después llegaron a Gran Canaria buena parte de sus tíos y primos. Una vez reunida la familia al otro lado del Atlántico las navidades se convirtieron en las fechas ideales para reencontrarse. "Durante varios años alquilábamos un salón de fiestas en Gáldar", apunta. Incluso, contrataban una guagua para los más de 60 comensales. En este tipo de reuniones afirma que reinaban los canelones, las empanadas criollas o el cochinillo asado. Y como en buena casa argentina, la carne no podía faltar, claro está.

"La crisis de aquí pasó factura", señala, y muchos de sus familiares decidieron volver a su país natal. Pero, aún así, Débora y los suyos mantienen vivas sus tradiciones. No obstante, más de 2.300 capitalinos han nacido en el país austral, y además esta joven comunicadora participa en el grupo folclórico Raíces Argentinas. Y si algo no ha cambiado en Nochebuena, esa es la tradición de tomar clericó tras la cena. "No falta en ninguna casa argentina que conozca", apunta. Se trata de una macedonia de varias frutas aderezada con sidra y servida bien fría. "Hacemos grandes cubos y lo bueno es tomarla bien fresquita", recalca.

No obstante, las diferencias climáticas entre Canarias y su Mendoza natal, ciudad argentina junto a la cordillera de los Andes, son muy notorias. "Allá en Navidad es verano y hace muchísimo calor", remarca, por lo que se hace imprescindible tomar cosas frías. Bestiales como las altas temperaturas también son los fuegos artificiales en la Nochevieja, reconoce la joven. "Cada año aquí gastamos fácil 300 euros, nos preguntan siempre si somos de alguna empresa de pirotecnia", comenta divertida. Lo cierto es que asegura que en su calle sus vecinos quedan "expectantes" para ver los voladores de "los argentinos" tras las campanadas.

Brasil

"Nos reunimos cada Navidad unas 20 personas para mantener nuestras tradiciones", relata Francielly Santos Silva. Madre de dos hijas, esta brasilera, natural del estado de Paraná, al sureste del país sudamericano, llegó hace doce años a la capital grancanaria y desde entonces no ha perdido sus costumbres. Cada 25 de diciembre varias familias procedentes de este rincón del mundo se reúnen en el área recreativa de San José del Álamo para hacer un churrasco. Entrecots, panceta, chorizos parrilleros o muslitos de pollo no pueden faltar en este particular asadero, detalla.

Durante la Nochebuena, en la mesa de Francielly tampoco faltan la farofa, una mezcla de harina de millo con bacon y cebolla. Aunque, sin lugar a dudas, el plato fuerte es la carne de cerdo asada. "En mi casa, en Brasil, normalmente hacíamos un cochinillo pero aquí lo hemos sustituido por una pata, nos adaptamos", asegura. Para acompañar la carne comen un tradicional salpicón de pollo, una ensaladilla a base de millo, manzana y papas "cortadas muy finitas".

Entre las familias brasileras que residen en la capital grancanaria es muy habitual beber caipiriña casera en Navidad, según destaca Francielly. "La hacemos nosotros mismos", comenta orgullosa. Son detalles con los que se sienten un poco más cerca de las cálidas tierras sudamericanas. El clima es precisamente el aspecto que más les ha alterado las fiestas. "Allá siempre iba a la playa por fin de año", señala la brasilera, quien vivía a siete horas en coche de la costa. "Eran nuestras vacaciones de verano", recalca.

El cambio de clima le hizo dejar atrás los churrascos en la playa por Nochevieja. "Esa noche es tradición ir de blanco, porque es un color que trae la paz al nuevo año", recuerda. Ahora, afirma, es imposible ponerse alguno de aquellos vestidos de verano, "aquí hace frío en diciembre", afirma rotunda.

Chile

En Nochebuena, en la casa de Blanca Cantillán todo está preparado como si nunca hubiera dejado atrás las calles de Santiago de Chile. Hace 15 años que marchó de Sudamérica, pero su mesa en Navidad la presiden postres típicos y la cola de mono, un ponche a base de aguardiente con varias especias, vainilla y leche. En esa velada tan especial junto a los suyos no pueden faltar las costillas al horno o las ensaladas chilenas para acompañar. Tras la comida le toca turno al pan de pascua, un queque a base de frutas frescas confitadas y frutos secos. "Se tiene que hacer varias semanas antes, para que quede durito", apunta Blanca, no obstante, ya desde primeros de diciembre lo ha preparado.

En Nochevieja reconoce que ya se ha acostumbrado a tomar las doce uvas al compás de las doce campanadas. En Chile, país del que proceden unas 600 personas en la capital, asegura que esta tradición de origen español choca con otra proveniente de Italia, es decir, comer doce cucharadas de lentejas hervidas para dar la bienvenida al año.

Perú

Casi 8.000 kilómetros separan Huaral de Las Palmas de Gran Canaria. Lourdes Flores pasaba de pequeña las navidades en esta localidad al norte de su Lima natal, una época que recuerda con nitidez, pues toda la familia se reunía para comer un gran pavo relleno, a veces de hasta 11 kilos, en casa de su abuela. Hoy se debate entre la tradición culinaria peruana, la canaria y la vasca, de donde es originario su esposo. "Viajé a Bilbao hace 30 años para estudiar y bueno, el corazón no entiende de fronteras", señala. Atrás quedaron esas veladas en las que se pasaban cocinando durante todo el día para preparar la cena de Nochebuena. Una época en la que no faltaban las ensaladillas (en el caso de Perú, llevan también remolacha); o tamales, similares a las hallacas venezolanas pero con un toque de ají y limón.

Después de tanto tiempo en Canarias ha adaptado sus costumbres y el pollo ha ocupado el sitio del pavo. "Aquí no los encuentras tan grandes", se ríe. No obstante, asegura que su abuela lo llevaba a una panadería a hornearlo, pues no cabía en el suyo. Eso sí, el relleno es el mismo, a base de carne molida, pasas, un sofrito de ajo y cebolla, pimientos y jengibre, "por nuestra influencia asiática". En cuanto a los postres en casa de Lourdes gana la tradición peruana, pues asegura que el panettone con chocolates "nunca falla".