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Las catas en la ermita del Pueblo Canario destapan los restos de un empedrado

Los arqueólogos no descartan que los restos hallados sean del patio anterior a la entrada de la primera capilla que hubo en el complejo arquitectónico

Superviviente. La existencia de la ermita de Santa Catalina de Alejandría era muy anterior al Pueblo Canario, donde finalmente quedó integrada y mantuvo su uso religioso. fedac/ josé pérez curbelo

Las catas en la trasera de la ermita del Pueblo Canario destaparon un antiguo empedrado que no se descarta que pueda pertenecer al patio de salida que tuvo la primitiva capilla de Santa Catalina de Alejandría. "Probablemente lo sea, pero nos queda por hacer el informe final con toda la documentación histórica que lo confirme", explicó Consuelo Marrero Quevedo, arqueóloga de Arqueocanaria, la empresa que ha realizado las pruebas en el entorno del pequeño templo del complejo cultural donde desde hace más de un año se ejecuta una amplia obra de rehabilitación.

La constructora Pérez Moreno, adjudicataria de la primera fase del proyecto, comenzó a finales de 2017 con los trabajos de remozamiento del conjunto arquitectónico diseñado por los hermanos Néstor y Miguel Martín- Fernández de la Torre, que fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2013. Esta condición, precisamente, es la que requirió de la presencia de los arqueólogos que, según cuenta Marrero, se encargaron de realizar el seguimiento de la zanja que se abrió en la parte que da para el parque Doramas.

La apertura, que se hizo con el objetivo de impermeabilizar los muros de la ermita, "apenas tenía un metro de ancho y unos 90 centímetros de profundidad", señaló la experta. En ese hueco es donde apareció el empedrado, por lo que desde Arqueocanaria decidieron "hacer una cata más amplia" a lo largo del perímetro que ocupa el templo en el citado espacio verde de la ciudad. Asimismo, se comprobó que estos restos coinciden en altura con el piso interior de la capilla.

A pesar de ello, aún no se ha determinado con seguridad si este pavimento elaborado con callaos perteneció al patio que había antes de la entrada a la primigenia ermita. No obstante, lo que sí puede asegurar Consuelo Marrero es que "tiene valor histórico y es interesante que se contemple" de cara a futuras intervenciones en el complejo cultural. Por ahora, el empedrado se encuentra "protegido", ya que volvió a ser tapado, así como se ha documentado el hallazgo. Del mismo modo también ha quedado registrado el resultado del sondeo que se hizo en las paredes exteriores de la parte trasera de la iglesia donde se descubrió que las pequeñas ventanas en sus orígenes, posiblemente, eran puertas.

Algo que también genera dudas a día de hoy es la ubicación original del templo ya que existen dos posturas al respecto. La primera sostiene que la ermita fue trasladada de su emplazamiento inicial junto al litoral tras ser quemada por Van der Does (1599). La segunda defiende que el edificio eclesiástico jamás cambió de lugar a pesar de las llamas. Sea como fuere, existen numerosas alusiones sobre la capilla que adoptó la advocación de Santa Catalina que se remontan siglos atrás.

Muchas de estas menciones están recogidas en el libro El Pueblo Canario. Un Proyecto Inacabado: Del Sueño a la Realidad. Centro de iniciativas y turismo de Gran Canaria, de Manuel Ramos Almenara, quien en base a su estudio asegura que "parece razonable determinar hacia mediados del siglo XIV" la construcción de la iglesia primigenia. Y es que según recogió en su día Rumeu de Armas, fue en 1352 cuando llegó al Archipiélago una expedición de mallorquines dispuestos a "educar a los nativos en la fe católica".

Sobre la ermita primitiva, señala el autor de la publicación que debió "ser muy humilde" en cuanto a su edificación, pero también a su función, y tal y como señaló Viera y Clavijo su estructura era "de piedra seca". Con dos o tres tallas representativas consiguió mantenerse en pie hasta la llegada del corsario holandés que quemó varios templos a su paso.

La pequeña capilla volvió a erigir hacia mediados del siglo XVII en el entorno del Pueblo Canario, cuya primera piedra fue colocada en 1938 en plena Guerra Civil española. Eso provocó que las obras se retrasasen durante años hasta que por fin, en 1956 abrió sus puertas el complejo cultural en el que quedó integrada la ermita. En un principio, la idea de Néstor Martín- Fernández de la Torre era transformar la iglesia en un museo para sus cuadros, si bien se topó con la negativa del Obispado que se opuso a la reconversión del edificio, así como a su adquisición por parte del Ayuntamiento capitalino, según recoge la Sociedad Municipal Hotel Santa Catalina en su página web.

Además de su riqueza histórica, la capilla posee un gran valor artístico ya que en su interior cuenta con varios murales del pintor grancanario Jesús Arencibia. Unas obras con las que el artista decoró el templo y recreó la vida, martirio y glorificación de Santa Catalina de Alejandría.

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