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Premios Puertos de Las Palmas | Entrevista a Santiago García Perdomo

"Los estibadores han luchado por sus intereses, ojalá todos fueran así"

"Para descargar 400 toneladas a granel estábamos dos días, pero hoy se hace con un par de contenedores", rememora el trabajador jubilado de Suardíaz

Santiago García Perdomo, en la Avenida Marítima junto a los barcos fondeados en la bahía de la capital. TONY HERNÁNDEZ

¿Cuáles son sus primeros recuerdos relacionados con el mar o el Puerto de La Luz

Mi abuelo era armador en Lanzarote y tenía sus barquitos de vela, siempre me llamó la atención el tema de los barcos. Sobre el Puerto, yo tenía 17 años, estaba en quinto de Bachillerato y tenía un amigo que trabajaba en la empresa para la que he trabajado todo este tiempo. Me llamó diciéndome que empezaban a venir barcos rusos y que estaban buscando a alguien que hiciera de administrativo para llevar papeles, y me gustó. Empecé sin permiso de mi madre, dicho sea de paso. Hablé con mi profesor de Filosofía en aquella época, diciéndole que estábamos necesitados, y me dio todas las facilidades del mundo para que fuera un día sí y un día no al colegio. Antiguamente Suardíaz visitadores que estaban disponibles las 24 horas y se dedicaban a los barcos. A mí me tocaba trabajar doce horas llevando toda la documentación que hacía falta a Capitanía, al Despacho de buques, Policía... Y ahí empezaron mis primeros pasos. Poco más o menos al año se enteró mi madre de que estaba trabajando y montó un pequeño número.

¿Cómo recuerda aquel Puerto de La Luz

Solo estaban el dique del Generalísimo, el Primo de Rivera y el Muelle Grande. No había más y todo se hacía prácticamente a mano. Por ejemplo, nosotros teníamos barcos que venían de Japón y para descargar 400 toneladas de carga a granel estábamos dos días, cuando hoy con un par de contenedores se hace todo. Había carga en todos los muelles, iban todos con los carritos depositándola, entongándola, tapándola con encerado... No tenía nada que ver con lo que ha ido creciendo el Puerto. Primero Cambulloneros, Exterior norte uno y dos... fue creciendo por ahí; después se fue al Reina Sofía y ahora, La Esfinge.

¿Cómo gestionaban el trabajo en aquellos tiempos?

Efectivamente. Hablo del año 1970. La empresa Suardíaz se llamaba Polamerica Vasuardiaz Shipping Agency Limited y en aquella época consignábamos todos los barcos del bloque socialista. Polacos, rusos... Menos los cargueros y los de pasaje, el resto eran todos nuestros. Fondeaban en las Alcaravaneras abarloados los unos a los otros. En aquella época podía haber 130 o 140 barcos mensuales. Hoy se lo cuento a la gente y me dicen que cómo va a ser eso, pero era impresionante.

¿Se encargaban de todo con ellos?

Con los pesqueros solo eran consignaciones. Aquí venían a tomar combustible, agua o provisiones. Los provisionistas en aquella época eran Fransari, Casanova, Víveres Torres... A los polacos los suministraba Casanova y a los rusos, Fransari. A partir de ahí se creó Sovhispan, diez años más tarde, como provisionista y después como consignataria, así que los barcos rusos pasaron a ellos. A cabo del tiempo se creó Sovhispan como consignataria.

¿Nunca le tentaron desde la competencia?

Siempre me acordaré de que me llamó director de la consignataria de Sovhispan, Antonio Escalada. Fue en 1979 y yo llevaba ya diez años en mi empresa. Me dijo: "Mira, Santiago, te vamos a respetar la antigüedad; Sovhispan es una empresa en auge y Suardíaz es una empresa en declive". Al cabo de los años, Sovhispan dejó de existir y yo seguía trabajando en Suardíaz. Eso se me quedó grabado: tomé una decisión buena, porque me he quedado 49 años.

En la actualidad, las empresas están más especializadas, ¿cierto?

Sí. Por ejemplo, en cuanto a consignaciones los barcos que Suardíaz tiene son los propios de coches, pero en aquella época teníamos barcos que venían de Sevilla con carga general. Hacían ruta el Monte Balerdi, el Monte Berretín, el Eco María y traíamos uralita, carne de Sudamérica, madera de Honduras, papas de Derry... Suardíaz fue aquí pionera en todo. Los primeros rolones que vinieron aquí, el Rivamahón y el Rivanervión, eran barcos propios de Suardíaz. Hacían 25 tráileres, no más, mientras que hoy te hacen más de 100 y traen otro tipo de carga. Ahora Suardíaz se dedica realmente a los coches. Los rolones vienen todas las semanas de Barcelona o cada 15 días de Zeebrugge o Vigo, y también hay barcos que vienen a descargar combustible que no son propios, sino consignados.

¿Cómo vivieron ese cambio, esa especialización?

Antes no tenías nada, solo una emisora: estabas 20 o 24 horas en el muelle, terminabas y al volver al otro día aún tenías mucha carga. Ahora está todo más centralizado, hay gente para cada cosa. Por ejemplo, después de que se fuera Sovhispan me dieron el departamento de carga y descarga y me dedicaba a barcos de bobina, de madera... Yo era el responsable, mientras que hoy el trabajo es mucho más sencillo gracias a los ordenadores y los móviles. Ha cambiado para bien.

¿Cómo ve el Puerto tras todas estas décadas?

Bien. Nosotros traíamos en los barcos polacos cebada para la cerveza Tropical y siempre me acordaré de que venían con 400 o 500 toneladas en sacos de 60 kilos. Los propios estibadores terminaban hechos polvo. Lo que tienen ellos hoy en día se lo han merecido, porque lo han luchado no solo ellos, sino sus padres y sus abuelos. Yo conozco a muchos de los que estuvieron trabajando en aquella época aquí. Nadie quería venir al Puerto, porque se iban a los apartamentos del sur y ganaban más dinero. Los estibadores son un colectivo que alabo, porque han luchado por sus intereses; ojalá todos los trabajadores fueran así. Aquí uno tira para un lado y otro para el otro.

¿Vuelve a menudo a visitar el Puerto ahora que ya está jubilado?

Voy todos los sábados a tomarme un cafecito para ver a los amigos y después no aparezco más por ahí. Estoy contento de haber trabajado los años que he trabajado, y de haberlo hecho para la empresa para la que he trabajado. De hecho, tengo un hijo ahí ahora. Se han portado conmigo de maravilla.

¿Cómo le comunicaron el premio?

El presidente de la Autoridad Portuaria me llamó y me dijo que me lo habían concedido el mismo día en el que se anunció, nada más salir de la reunión. Yo me quedé un poco sorprendido. Con orgullo, por supuesto. Me lo he pasado muy bien en el muelle, y sé que es un lugar del que más vale irse si a uno no le gusta. Sobre el premio, la verdad es que no pensé nunca que me lo fueran a dar. Mira que siempre había visto los premios de la fundación, pero no le daba esa importancia. Tan mal no lo habré hecho...

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