"Somos guerreras que no se someten". Yolanda sostiene en su mano un pequeño discurso. En el Edificio Miller se hace un silencio abrumador. Es una de las diez mujeres que le han puesto cara al cáncer y que hicieron disfrutar a un público entregado y emocionado a partes iguales, en el XIV Desfile Benéfico de la Asociación Canaria de Cáncer de Mama y Ginecológico (ACCM), celebrado el pasado viernes.

No cabe ni un alfiler, 1.200 entradas vendidas. Roberto Orive, secretario de la Asociación, anda de acá para allá atendiendo a la gente y procurando que todo esté perfecto. "Estoy más nervioso que en un juicio", confiesa el abogado con una sonrisa y el móvil en la mano. Él forma parte de un equipo enormemente generoso, encabezado por la presidenta Marisa Herrera, un poco pachuchilla tras una operación, pero al pie del cañón, como siempre, pase lo que pase.

En los altavoces suena una voz familiar. "En diez minutos comienza el desfile, por favor, tomen asiento", advierte Roberto Herrera, con ese tono de canario socarrón y enrollado que le hace tan reconocible y que le convierte en el favorito del público. Su entrada no puede ser más espectacular, al ritmo de Mi gran noche de Raphael, y tras arrancar unas carcajadas al respetable, al que obliga cariñosamente a ponerse en pie para recibirle.

Protagonistas

Y entonces, aparecen ellas, las protagonistas, las jabatas. Hermosas, cada una con su estilo, con unas sonrisas que se alojan en el alma para siempre. Todas han tenido cáncer, algunas aún están recibiendo el tratamiento. Y ahí están, dando lo mejor de sí mismas, reivindicándose, queriéndose. Primero se marcan un número musical, impecablemente vestidas de negro, con un lazo de raso rosa, el color que su lucha, de una lucha que debe ser de todos. Después, cuatro temáticas diferentes: traje de faralaes, atuendos para darse un baño y creaciones de Stephane de Moda Cálida y de Oswaldo Machín. Cada una pisa con la pasarela con su propia personalidad. Los volantes aflamencados imprimen movimiento y alegría; los bikinis y bañadores son un reto para ellas, que pasan la prueba con nota; y los vestidos de noche las elevan a categoría de alfombra roja. Tiembla, Nicole Kidman.

En medio, sorteo de regalos, actuaciones musicales y un par de sorpresas que obligan a desenfundar los pañuelos de papel de los bolsos para enjugar las lágrimas. Por un lado, ha nacido una estrella; por otro, se consolida una reina de las artes escénicas. La primer diva es Josefina Navarro Ramírez. Tiene 82 años y siempre quiso ser modelo. Pues bien, ¿qué mejor momento para cumplir su sueño? Ataviada con un diseño en negro y plata, pelo corto y coqueto, y andares de gacela, la top consiguió poner al público en pie.

Más tarde, el silencio envolvió el Edificio Miller para escuchar el poema El borracho, en la voz de Juanita Hernández. La actriz posee esa capacidad hipnótica del teatro clásico. Su tono y su entonación hicieron mantener la respiración al público, que le ovacionó tras su rotundo final.

Marisa Herrera tomó la palabra después. Siempre generosa, agradeció el esfuerzo a todos los que participaron y contribuyeron al éxito de la velada, voluntarios, empresas y administraciones, y quiso mandar un mensaje para que se apueste por la investigación y, ahora que tiene que usar una silla de ruedas por una intervención a la que ha sido sometida, demandó una "ley de dependencia progresista" y que se cumpla.

En el escenario comenzaron luego a dispararse las pasiones. Era el momento de los premios. Miss Simpatía recayó en Roxana Pedreira, que emocionó a todos quitándose el pañuelo y mostrando su cabeza sin cabello por el tratamiento, todo sin perder la sonrisa. Miss Elegancia fue a parar a Nuria Gañán, cuyos pasos de pantera no dejaron indiferentes a nadie. Esperanza Berriel no pudo contener las lágrimas cuando le agasajaron con el Premio Superación; y la Modelo del Año, la reina de la pasarela, fue Belén Ortiz, que defendió todos los diseños con soltura y prestancia. Todas se fueron con regalos de Sabina y Albert Joyeros, firmas muy implicadas con la causa.

El año que viene, más desfile y más solidaridad, aunque la lucha contra el cáncer, como bien recordó Marisa Herrera, es "día a día". Las guerreras lo demuestran y hay que estar ahí para darles aliento.