Varias semanas de navegación, soledad, miles de millas náuticas por delante y una única parada en la que descansar para disfrutar durante algunos días de la compañía de otras personas: Las Palmas de Gran Cana-ria volverá a convertirse este otoño en la escala imprescindible para los regatistas que surcan el Atlántico en la regata Mini Transat y el comité organizador ya se encuentra en la ciudad para cerrar los flecos pendientes de esta edición, la segunda que recala en la Isla.

"La regata no es mini, lo que es mini es el barco", subrayaba ayer en rueda de prensa el presidente del comité organizador de la regata, el francés Bernard Bonneau. A diferencia de otras regatas trasatlánticas asentadas en el Archipiélago, como la ARC, la Mini Transat no es tanto una experiencia compartida de disfrute de la navegación como un reto personal materializado en una aventura náutica en solitario. Las mini son embarcaciones de solo 6,5 metros de eslora cuyos tripulantes no cuentan con más ayudas a la navegación que unas cartas náuticas a la antigua, un GPS y una emisora VHF. Nada de radares, nada de apoyos técnicos externos. No resulta extraño, por tanto, que muchos las conozcan simplemente como 'cáscaras de nuez'.

La Mini Transat, que partirá de Las Palmas de Gran Canaria rumbo a Le Marin (Martinica) el 2 de noviembre- es para la gran mayoría de los skippers -así se conoce a los participantes- su primera experiencia en grandes regatas y "los que tienen éxito acaban en las grandes competiciones alrededor del mundo", según recordaba ayer el director técnico de la prueba, Jean Saucet. En esta edición, además, participará por primera vez un grancanario, Miguel Rondón, que navegará con el barco Kristina 954. Junto a él habrá otros dos españoles a bordo de sus cáscaras de nuez, aunque la nacionalidad abrumadoramente mayoritaria es la francesa: serán 54 los regatistas procedentes del país desde donde arranca la competición -en concreto, desde el puerto de La Rochelle- el 22 de septiembre.

El resto de navegantes está compuesto por suizos (dos), italianos (cinco), rusos (dos), belgas (tres) y japoneses, checos, estonios, británicos, alemanes, griegos y emiratíes (un participante de cada Estado). Todos ellos se enfrentan a una regata que "tiene un componente de esfuerzo individual y de aventura", como recordaba el concejal de Turismo, Pedro Quevedo.

Para Las Palmas de Gran Canaria, convertirse por segunda ocasión en la única escala de la regata no solo supone abrirse a un país, Francia, "con el que teníamos incomprensiblemente poca relación", sino que también coloca a la capital "en el mapa de las competiciones náuticas", de acuerdo con Quevedo. Para el también segundo teniente de alcalde, la próxima visita de los regatistas tiene que convertirse en un evento de calidad en el que también se implique la ciudadanía de la Isla. "Tiene que penetrar con fortaleza en la sociedad", insistió.

El retorno de la inversión que realizan las administraciones públicas en este evento -junto al Ayuntamiento están implicados el Cabildo de Gran Canaria y la Autoridad Portuaria de Las Palmas- está garantizado, de acuerdo con Quevedo. En el caso de 2017 las instituciones desembolsaron 600.000 euros para obras como los nuevos pantalanes de la zona de vela latina del Muelle Deportivo y el retorno fue de 1.216.541 euros, de acuerdo con el edil.

Por ahora hay inscritos 76 navegantes, aunque la organización cuenta con una lista de espera y preinscritos que suma otras 23 personas. El máximo, en cualquier caso, está limitado a 85 skippers, por lo que la organización deberá escoger a aquellos que cumplan los criterios de selección. En concreto, deben tener navegadas 1.000 millas en regatas de la clase mini y la misma distancia en circuitos que la organización de la Mini Transat ha diseñado en el Atlántico y el Mediterráneo.