En una de las esquinas de la calle Faicanes con Benecharo, Óscar Ascanio Oliva apenas pestañea mientras el imponente trono pasa ante sus ojos. Es la primera vez que tiene delante a la Virgen del Carmen y la fascinación está grabada en su cara. Esa en la que no hay atisbo de sueño a pesar del madrugón para estar a las cinco de la mañana en La Isleta para disfrutar del día grande del barrio junto a su madre, Delia Oliva. "Es que a mí me gustan las procesiones", confiesa a sus 12 años mientras retiene los detalles de la que ha sido una jornada especial en la que miles de personas como él y su progenitora han acudido desde distintos puntos de la ciudad y la Isla a arropar a la patrona de los isleteros y los marineros.

El 16 de julio es una fecha marcada en rojo en el calendario de los devotos del Carmen. Un día señalado en el que la fe no entiende de edades ni distancias. "Nosotros venimos de Schamann, cuenta Oliva, quien desde que se recuerda ha sido fiel a su cita con la 'reina' de La Isleta. Esta vez lo hace acompañada de su hijo que permanece maravillado con el sonido de tambores y trompetas y la sincronía de los costaleros. "Lo que más me gusta es cómo la mecen", cuenta este adolescente que ya tiene en mente ser costalero de algún paso, el que sea, aunque por lo pronto se conforma con ser monaguillo en su propio barrio donde anhela que haya una procesión de semejante calibre.

Y es que no es solo la ingente presencia de personas. Es también el ambiente que impregna cada rincón de La Isleta donde el olor a incienso y pólvora se mezcla con el de las flores frescas que deja tras de sí el trono en el que reposan varios ramos y cientos de pétalos que los vecinos lanzan desde sus ventanas y azoteas al paso de la patrona. Soledad Hernández, "Sole para los amigos", coge un puñadito de los que han caído cerca de la talla y los reparte entre sus amigas Mari Rodríguez y Carmina Robaina. "Para el recuerdo, para que los dejen secar y los lleven con ella porque han tocado a la virgencita", cuenta esta vecina de Telde que, tras dos años sin poder ir a la procesión por problemas de salud, este martes pudo retomar la tradición que inició junto a su abuela Carmen cuando era tan solo una niña. "Ahora también lo soy, pero de 73 años", bromea.

El mismo espíritu joven lo tiene Rosario Araujo Macías, a quien le gusta dar la vuelta a las cifras de su edad y decir que tiene "dieciocho". Nacida en el Puerto de Santa María, Cádiz, asegura ser más isletera que andaluza puesto que lleva en el barrio desde que tenía apenas siete años. De ahí que sienta suyas sus tradiciones y disfrute de las fiestas y, especialmente, de su día grande. "Esto es lo más bonito del mundo", asegura, "porque a una le trae recuerdos buenos y no tan buenos". Entre los primeros está el haber conocido al amor de su vida con quien estuvo casada 63 años hasta que este "se fue con Dios". Una pena que aún lleva en el alma, si bien no le impide irradiar alegría y vitalidad. "Yo vengo a todo", asegura mientras sigue el trono de cerca descalza. "Es por una promesa que hice hace 52 años por mi hija y como superó una enfermedad aquí la mantengo hasta que Dios quiera, que la verdad es que espero que no sea pronto porque tengo cinco nietas, un nieto, un bisnieto y una bisnieta en camino que me tienen loca", explica divertida.

Dayrem del Carmen Auyanet también realiza el recorrido sin zapatos para agradecer que se cumpliera lo que le pidió a la Virgen. "Pero la próxima vez voy caminando a Teror porque estoy que no puedo más y yo no sé cómo mi abuela con 80 años lleva viniendo a la procesión descalza desde hace 27", aclara entre risas. A pesar de la dificultad de caminar con los pies desnudos sobre el asfalto, esta joven de 17 años se mantiene fiel a su promesa tal y como le ha inculcado su abuela Carmen, de quien también ha heredado la devoción hacia la patrona del barrio quien para ella es lo más importante. "No me puedo despegar de ella ni para atrás", asevera.

También siguen a la talla Francisco Javier López Gómez y su madre Carmen Gómez Rodríguez, quienes con motivo de la festividad han acudido a La Isleta desde Las Rehoyas ataviados con el traje típico. "Es el día de mi madre y quería disfrutarlo así con ella", confiesa este fiel devoto que durante años también ha participado en todos los rosarios de la aurora que se celebran con motivo de las fiestas. "Solía venir con mi padrino y este año lo hago con ella", explica con ternura mientras señala a su progenitora a quien lleva en silla de ruedas sin que ello le impida disfrutar de la procesión de la que, además, se ha llevado como regalo una rosa blanca que le ha dado "el cura". Un sencillo detalle que le ha acentuado aún más la sonrisa en la cara para alegría de su hijo, para quien este evento es el segundo más importante, tan solo por detrás del día de Nuestra Señora de la Paz de su barrio. "Me gusta todo: la banda, los costaleros, cómo la cargan, los sacerdotes... Todo", apunta López.

Sea por el motivo que sea, lo cierto es que la procesión de la Virgen del Carmen mueve a multitud de personas que buscan la manera de acompañarla por las calles del barrio hasta el final, cuando es hora de regresar al templo tras varias horas de recorrido. Y como suele ser costumbre tampoco faltaron los piropos o vítores en este momento que, para muchos, es uno de los más emotivos de la mañana.