Han pasado casi cuatro décadas desde que la muerte de Belén María Sánchez Ojeda conmocionó a Las Palmas de Gran Canaria. Fue aquel 25 de julio de 1980 cuando la joven de 16 años fallecía en la Clínica Santa Catalina tras luchar por su vida después de haber sido atropellada el día anterior mientras se manifestaba junto a otros adolescentes por los derechos de sus padres y familiares, todos ellos portuarios. Treinta y nueve años se cumplieron esta semana del trágico suceso cuyo aniversario ha estado marcado en esta ocasión por una nueva pérdida, la de su madre, Josefa (Fefa) Ojeda Falcón, que murió el pasado día 20 de julio a los 84 años de edad, apenas unos días antes de la fecha tan señalada que cambió el rumbo de todo un sector de trabajadores, pero sobre todo de su familia.

Para los que nacieron en décadas posteriores en la ciudad, Belén María es un punto concreto de la misma: la rotonda que hay frente al recinto porturario en la que finaliza la Avenida Marítima. No obstante, para muchísimos vecinos de la capital grancanaria el de la joven que apenas acababa de salir de la quincena cuando fue arrollada aún es un nombre que les remueve por dentro las entrañas. Porque la suya es una muerte que permanecerá para siempre en la historia tanto por cómo fue como por lo que supuso. Lo primero sigue siendo a día de hoy incomprensible. Lo segundo fue la punta de lanza de una lucha obrera que finalmente consiguió la firma de un acuerdo laboral que hasta entonces se antojaba como un imposible.

"Todo lo que se ha conseguido ha sido gracias a los trabajadores 'viejos', gracias a ellos trabajan los de hoy en mejores condiciones que en las que trabajaron ellos", aseveraba Ojeda Falcón en 2010 en una entrevista que le concedió a Marta Cantero para el libro Belén María, historia de un símbolo que la periodista escribió con motivo del treinta aniversario de la muerte de la joven. Era la primera vez que hablaba públicamente con un profesinal de la comunicación de aquel acontecimiento que les cambió la vida a ella y a los suyos. "Hemos pasado mucho", confesaba. Y es que la tragedia fue solo el culmen de una lucha previa por la supervivencia, literalmente diaria.

Con la transición aún en pañales, corrían tiempos duros para el trabajo de portuario como el que tenía su marido, Juan Sánchez. Con él se casó en 1963 y fruto de esa unión nacieron Belén María, Juan, Abraham y Orlando -que tenían 13, ocho y tres años, respectivamente, cuando falleció su hermana-. "Cuando nos conocimos, Juan trabajaba en los camiones de intendencia. Después pasó al Puerto, pero estaba en el 'listín' - es decir, estaba como empleado eventual-. Era un trabajo muy duro, muy sacrificado", rememoraba la fallecida sobre su esposo que llegó a ostentar el cargo de apuntador en el Puerto.

Aún así la vida era difícil puesto que en aquella época se cobraba por día trabado. "Yo tenía que esperar a que Juan llegara a casa con el dinero para ir a comprar el aceite, las papas o lo que fuera, para comer ese día", le contaba a la periodista a quien le explicó que el de portuario era un empleo que "nadie quería". Es por eso que cuando su marido les explicó lo que estaba sucediendo en el Puerto -el Estado quería transformar la Organización de Trabajadores Portuarios (OTP) en oficinas de empleo, lo que suponía que muchos trabajadores se quedasen parados-, la familia no dudó en echarse a la calle. "Belencita" la primera.

"Tú lo que eres es una cagada, tú te quedas en casa si quieres pero yo voy a donde tengo que ir", recordaba que le dijo en cierta ocasión su hija cuando se iniciaron las movilizaciones que se prolongaron durante meses. Un tiempo en el que las mujeres y los niños y niñas de los portuarios, que al principio no se conocían, crearon su propia familia a base de manifestaciones y encuentros. "Cuando lo de la niña, llevábamos meses botadas en la calle. Nos llevábamos los bocadillos y nos pasábamos todo el día concentradas", afirmaba quien, aunque participaba activamente, no formaba parte del Comité de Mujeres que se formó para la causa que implicaba a todo el país.

Tanto es así que de aquellos días también se le vino a la memoria la visita de las estibadoras de Tenerife que querían ayudarlas "con su experiencia ya que ellas sí habían recibido golpes y mangueados", recoge Cantero en el libro. Una realidad distinta a la que hasta el momento había presenciado el grupo de féminas en el que se integraba Ojeda, motivo por el cual no creían que hubiese riesgos. "Creíamos que se iría contra los hombres si llegaba a atacar la policía", apostillaba antes de aseverar que, además, ellas no iban "en plan guerra", sino a defender los derechos de sus maridos y el sustento de sus familias.

Sobre la participación activa de su prole en el movimiento que se organizó, Ojeda se mostraba "con la conciencia tranquila", puesto que garantizaba que ni su marido la obligó a ella a ir a la manifestación, ni ella obligó a sus hijos. "Ellos decidieron ir cuando vieron, como lo vi yo, que teníamos que apoyar a Juan porque después de tantos sacrificios se podía quedar sin nada", afirmó hace nueve años.

Con respecto a muerte de Belén María, 30 años después, Fefa Ojeda seguía preguntándose por qué no se sentaron a negociar antes de que muriera alguien, en este caso su "niña" de quien recordaba para el libro que días antes del terrible suceso se había cortado el pelo ella misma. De ella hablaba con orgullo, sobre todo de la responsabilidad, seriedad y madurez que tenía en todo lo que hacía. De hecho, señalaba que con tan solo seis o siete años "le dejaba la llave de la casa cuando tenía que ir al médico y le encargaba que recogiera a sus hermanos a la salida del colegio y los llevara a casa". Poco antes de compartir las características de la personalidad de su pequeña, Fefa también le contaba a la periodista que el día del atropello les avisaron de que había que dar sangre del 0 positivo porque habían atropellado a una niña, y ella fue a donar sin saber que era para su hija.

"Todo fue muy duro", concluía la mujer que confesaba que su marido y ella nunca lloraban uno delante del otro para no mortificarse. A él le perdería tan solo ocho años después que a la joven y precisamente por el mismo motivo cuando fue arrollado por un vehículo mientras realizaba sus tareas de apuntador el 31 de enero de 1988. Con todo y con ello, Ojeda siguió para adelante al igual que el resto de su familia. Y aunque no fue muy de conceder entrevistas para rememorar el suceso, hasta el punto que la primera vez que lo hizo fue con Marta Cantero, sí que participó en los numerosos actos de homenaje que se han realizado a lo largo de los años en nombre de Belén María con motivo del aniversario de su muerte. Y es que la joven será por siempre parte de la historia de la ciudad, y más especialmente de su Puerto que el pasado día 20 de julio también se quedó sin una de esas mujeres que salieron a la calle para luchar por los derechos de los trabajadores.