La familia paterna del abogado laboralista Carlos Suárez, recientemente fallecido, fue castigada duramente por el franquismo: su tío Eduardo Suárez Morales, fusilado, y el resto sufrió el desprecio de un régimen por sus ideas progresistas. Su padre, Luis Suárez Morales, era un empleado de confianza del empresario Manuel Díaz Casanova, vinculado al aprovisionamiento de los barcos que recalaban en el Puerto de La Luz. En ese contexto de desprecio y marginación oficial creció el que fuera posteriormente el 'Látigo Negro', y a los diez años fue a parar a un colegio que tenía buena fama y destacaba por formar bien a sus alumnos, el Viera y Clavijo, acontecimiento que le influiría de manera notable para el resto de su vida.

Desde hace unos veinte años se reúne una tertulia de antiguos alumnos del Viera, primero empezaron con encuentros anuales, pero se conoce que les gustó, pasando a verse cada tres meses y hoy en día lo hacen con una periodicidad semanal. Cada lunes se reúnen o reunían en el Club Inglés un numeroso grupo, entre los que figuran los siguientes: Gonzalo Rodríguez Rodríguez, Alejandro Quintana Barber, Agustín Melián García, Enrique Blanco Torrent, Juan Francisco Quintana Mederos, Fernando Cardoso Suárez, Diego Cambreleng Roca, Fernando Ramírez Hernández, Plutarco Bonilla Acosta, Cayetano Valle Peñate, Manuel Pérez Moreno, Santiago Gutiérrez y el propio Carlos Suárez Cabrera hasta no hace mucho, cuando dejó de asistir a causa de su enfermedad.

Gracias a la amabilidad del médico Juan Francisco Quintana que tiene, como diríamos nosotros, una memoria "como un burro", y del abogado Diego Cambreleng, nos llega abundante información sobre el Colegio y la figura de Carlos Suárez. Existían dos 'Vieras', el del Puerto y el de Las Palmas. Fue en el del Puerto, muy cerca de donde está el Balneario, donde Juan Francisco lo conoció. Ambos tenían 10 años e hicieron el primer curso del Bachillerato de entonces (probablemente en el curso 1945-1946), estuvo con él seis años y al séptimo se trasladaron al Viera de Las Palmas para hacer el último curso. Según Quintana, Carlos era un soñador que tenía claro que iba a llegar muy lejos, aunque no fuera un estudiante muy destacado, jactándose incluso de que le consideraran un rebelde, muy protagonista en clase, que le gustaba destacar sobre los demás, muy buen compañero y solidario. Diego, en cambio, conoció a Carlos Suárez el último curso del Bachillerato en el Viera de Las Palmas, posiblemente en el curso 1951-1952, y tuvo muy buena sintonía, aunque nunca hablaban de política, y hasta es posible que Carlos estudiara Derecho, en parte, gracias al padre de su amigo, el famoso abogado Diego Cambreleng Mesa. Diego recuerda las clases de Fernando Sagaseta, cuando impartió Filosofía en el Viera ese curso, quien ponía a debatir a Carlos y Diego sobre temas filosóficos: el primero defendía posiciones progresistas y el segundo conservadoras. Diego dice que Carlos admiraba a Fernando, y es verdad, ya que a partir de ese momento ambos iniciarían una estrechísima relación personal, profesional y política.

El Viera y Clavijo había sido fundado por Pedro Cullen y Juan Melián en 1932, en plena II República, y estaba situado en las proximidades de El Museo Canario, en el señorial barrio de Vegueta. Según los miembros la tertulia era un colegio "de signo liberal", que en esa época era un oasis dentro del predominio casi absoluto de la Iglesia católica en la enseñanza privada para la formación de las élites dominantes. Y si era así en el periodo republicano, más aún en pleno franquismo de los años 40 y 50. Los tertulianos destacan que el Colegio acogió a maestros y profesores de secundaria y Universidad, catedráticos de Instituto represaliados por el régimen de Franco: "enseñanza liberal y muy profesional, enseñaban cómo vivir en la vida". Y, efectivamente, recuerdan a muchos de los profesores que les dejaron huella como Ernesto Cantero, Guillermo Camacho, Antonio Francés, Agustín Martinón, Alberto Zoghbi, Juan Bosch Millares, José Palomino y Juana Padrón, entre otros.

Pero los recuerdos de los tertulianos debemos completarlos con los del propio Carlos Suárez, quien en su libro de memorias Mañana será mejor nos informa de su etapa en el Viera. Un rasgo del colegio porteño era el carácter interclasista del mismo, donde convivían los hijos de la media y alta burguesía con hijos de empleados -como él- y de trabajadores manuales. De hecho, en el primer curso de Bachillerato eran unos sesenta alumnos, aunque con el transcurso del tiempo se impondría la lógica de clase y los más humildes abandonaban los estudios para incorporarse al más que precario mundo laboral de entonces hasta quedar los trece que en séptimo curso llegaron al más elitista Viera de Las Palmas. Carlos Suárez fue uno de ellos. La mezcla social entre los chicos del Puerto era un rasgo distintivo pues "nadie se sentía diferenciado" (p. 21), y los profesores trataban a todos por igual, aunque la separación de sexos era un rasgo constitutivo del régimen nacional-católico y el Viera no iba a ser la excepción, las chicas iban a un recinto que distaba del primero unos 500 metros en dirección a la Peña de La Vieja. La playa de Las Canteras era el escenario de esa sociabilidad entre los chicos, allí ricos y pobres se ejercían en múltiples juegos playeros y nadie hacía valer su condición social.

En 1951 a Carlos Suárez se le abre el mundo. El estrecho espacio en el que desarrollaba su vida en el Puerto se abrió con su incorporación al Viera de Las Palmas para hacer el 7º curso. Con 16 años se tenía que trasladar todos los días en guagua de una zona a otra, dándole otra perspectiva y zafándose del manto protector familiar. Los profesores que dejaron más huella en su formación fueron, en primer lugar, el propio director del Colegio, Pedro Cullen, que le inculcó la pasión por la Literatura, hasta tal punto que esperaba que siguiera por esos derroteros. Al parecer, don Pedro se desilusionó mucho cuando vio el rumbo profesional de su pupilo. Esa pasión literaria subsistiría en Carlos Suárez al convertirse en actor aficionado destacado años después. Otro profesor fue Guillermo Camacho, antiguo militar africanista, compañero de armas de Franco, que se había licenciado al perder una pierna en un accidente. Al parecer no era nada partidario del dictador y mantuvo correspondencia con Carlos, incluso cuando este estaba en la clandestinidad huyendo de las garras de los esbirros del régimen. De Ernesto Cantero, profesor de Latín y represaliado del nuevo orden, tenía muy buenos recuerdos gracias a su gran humanidad, a pesar de que la aridez de la asignatura no ayudaba a estar cómodo en clase.

Pero de entre todos los profesores hubo uno que dejó una profunda huella en la vida de Carlos Suárez, me refiero a Fernando Sagaseta. Este joven abogado había entrado a dar clases en el Viera porque su vida profesional como pasante estaba empezando y no le daba para subsistir, así que tuvo que complementar sus actividades con la de profesor de Filosofía por 300 pesetas mensuales. Aunque su preparación filosófica era muy deficiente, aún le quedaban los ecos de la asignatura de Filosofía de tercer curso de la Universidad de La Laguna impartida por Felipe González Vicens, en la que Fernando obtuvo un sobresaliente. Pues en las clases del 'Viera' Fernando seguía un método ajustado a sus conocimientos: lectura de textos filosóficos, comentarios y debates. Pero la necesidad se convertía en virtud, puesto que se alejaba de las clases magistrales y se acercaba a una clase dinámica, amena e instructiva, donde hasta el profesor estaba aprendiendo. Y, efectivamente, sus alumnos quedaron encantados y aprendieron mucho de la síntesis de Julián Marías, quien les introdujo en autores tan diversos como Sócrates, Platón, Aristóteles, San Agustín y otros clásicos, y también en otros más actuales como Dilthey, Unamuno, Huxley y, sobre todo, en la corriente existencialista encabezada por Jean Paul Sartre y Albert Camus, muy de moda en aquellos momentos. Otro de los alumnos aventajados del joven profesor fue el también abogado Félix Parra, íntimo amigo de Carlos Suárez.

A partir del encuentro con Fernando Sagaseta, Carlos Suárez entronca su pasado familiar republicano con las nuevas tendencias filosóficas, pero sobre todo con esa indómita necesidad de lucha y coherencia que tenía Fernando y que le acompañaría lo largo de toda su vida en sus batallas contra la dictadura de Franco y durante la transición política de los años setenta. Sin estos ingredientes no se puede entender la trayectoria paralela de ambos, pero esas son otras historias que no caben en este artículo.

Lo cierto es que la tertulia del Viera y Clavijo era y es un ejemplo de tolerancia, muy en consonancia con lo era el Colegio por entonces. No discuten de política cuando esta puede separar, se respetan y recuerdan las anécdotas de su juventud. Es lo que Carlos Suárez dice de su relación con Diego Cambreleng: "...el paso del tiempo ha difuminado (las rivalidades) para convertirse en un respeto y valoración mutua".

Sergio Millares Cantero. Historiador.