"Mejor en el cielo que aquí', comentaba ayer un comerciante de la zona, a donde acudía José Carlos Luján Tensamani a diario a comprar cigarros Clever y su inseparable cartón de vino. Su muerte a primera hora de la mañana de ayer en un banco de León y Castillo llenó de tristeza a los comerciantes y vecinos de la zona, con los que se cruzaba a diario.

José Carlos Luján, que tenía unos 59 años aunque aparentaba muchos más por la mala vida que llevaba, no se encontraba bien desde hacía días. A principios de esta semana, señala una empleada de un comercio, varios voluntarios de la Cruz Roja trataron de convencerlo para llevarlo a un centro, pero él se negó a irse del banco.

Jose era todo un personaje capaz de hablar de lo divino y de lo humano en sus charlas filosóficas, de recitarte un poema o de tocarte una canción a la guitarra, soltarte una zalamería y a renglón seguido pedirte un euro para una copa. La gente lo quería, pese a que en los últimos años se había vuelto muy agresivo. No siempre fue así.

Hijo del comerciante Carlos Luján y de la profesora del colegio Claret Fátima Tensamani, ambos fallecidos, la vida de José Carlos Luján se torció en el instituto cuando comenzó a consumir drogas y alcohol, lo que agravó su esquizofrenia. Mientras sus padres vivieron, mantuvo una vida más o menos normal, aunque su adicción al alcohol se agudizaba cada día que pasaba. Su alcoholismo avanzaba parejo a la longitud de su barba y a su desaliño.

Comenzó a vender poemas para sacar dinero para la bebida y también pintaba cuadros. Era normal verlo vagabundear por las calles de Arenales, pegando la hebra con todo el que se dejara y poniendo a su madre por las nubes. Su primo Juan García Luján lo define como una persona "inteligente, creativa y buena gente, al que la enfermedad y las adicciones llevaron por un camino jodido". Recuerda que su familia intentó llevarlo a un centro para desintoxicarlo. "Hicieron todo lo que pudieron. Nunca lo echaron de casa, pero fue imposible. La mezcla de la esquizofrenia con la adicción impidió que saliera de ese circulo", sostiene. Es imposible salvar al que no quiere salvarse.

Un amigo de juventud destaca que "fue un luchador consciente por la democracia". Fue militante del PUCC y de las JUCC en los años 70 y participó en todas las movilizaciones estudiantiles y obreras de la época, desde las de Abengoa y los guagüeros hasta las de los portuarios. También en las de su barrio, Schamann. "Su recuerdo de joven auténtico, inteligente, lleno de solidaridad y amor por los más débiles, por los que no tienen voz, quedará siempre en los corazones de sus amigos y camaradas", resalta.

Primero murió su madre, pero fue a partir de la muerte de su padre, hará unos diez años, cuando la decadencia de Jose se aceleró. Aunque cobraba una pensión y heredó un apartamento, terminó en la calle, durmiendo en bancos. Se volvió agresivo, insultaba a las mujeres, aunque en sus momentos de lucidez volvía a resurgir aquel Jose ingenioso, culto, bromista y excelente conversador que cautivaba a la gente. Se volvió sucio y malencarado y empezó a mirar esquinado.

Ya de último iba descalzo y a veces sin ropa. "Parecía un náufrago", comenta una empleada de una tienda de León y Castillo, que lo recuerda con tristeza. "A mí nunca me molestó. Siempre estaba ahí sentado", en un banco en frente del antiguo Cine Royal, el mismo en el que murió. "El martes estaba super pálido. Llevaba varios días sin gritar y sin hablar. Se notaba que estaba mal. El chico del puesto de la Once intentó ayudarlo", recuerda la responsable de otro comercio que añade que el lunes llamaron a una ambulancia, pero al final lo dejaron porque no se quiso ir".

La empleada de un comercio de León y Castillo le define como "un pobre diablo. Vivía en la calle porque quería. Tenía una paga. El día 25, cuando cobraba, venían todos los sin techo de esta zona buscando su dinero. A veces le pegaban y le robaban. Esperaban a que se durmiera y le quitaban el cartón de vino. Hace un par de meses, lo atropelló un coche. Al contrario que los otros, ni pedía dinero ni robaba. A los tres días de cobrar, ya estaba rebuscando comida en la basura. A mí nunca me pidió nada. El martes estuvo todo el día sentado en el banco. Una vecina fue a Servicios Sociales y le dijeron que sin una orden judicial no podían hacer nada". "El pobre Jose no estaba bien", añade la dueña de un kiosco de Venegas. "Sólo quería dinero para beber. Nunca nos quitó nunca nada. Era muy educado".

El banco en el que apareció sin vida se fue llenando de flores conforme avanzaba el día de ayer. Junto a las flores, un cartón de vino como los miles que se bebió Jose a lo largo de vida. Su familia esperaba los resultados de la autopsia para poder hacer un acto de homenaje y despedida. Descanse en paz.