La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pasión por la fruta

Una buena relación calidad-precio y el trato personalizado son las claves del éxito de los pequeños locales de frutería que proliferan en la ciudad y conviven con las grandes superficies

39

Fruterías de Las Palmas de Gran Canaria

"Mi marido se quedó en paro y aprovechamos la prestación en pago único para invertir ese dinero en un negocio e intentar sacarle rendimiento", explica Paqui Ortega, propietaria de La Vega de Enmedio, una frutería que regenta junto con su esposo David Sousa en la calle Carvajal de la capital grancanaria. No es la única que se encuentra en la zona, y es que estos locales se han venido multiplicando desde hace unos años para acá, sobre todo desde la época de la crisis económica y, ahora, como quien dice, encontramos uno cada dos pasos y en cualquier rincón de la ciudad. En estos días, quien camina por la capital observa que las de toda la vida y las más nuevas conviven a no demasiados metros las unas de las otras.

Ortega, de 53 años, y Sousa, de 57, comentan que con la edad que él tenía cuando perdió su empleo era mucho más difícil incorporarse de nuevo al mercado laboral, por lo que la idea de convertirse en autónomos cobró fuerza. ¿Pero y por qué una frutería como han hecho tantos? "No sabría decir si es que es más económico abrir este negocio u otro, pero sí sé que fue más sencillo", asegura ella. Así se embarcaron en la aventura en la que llevan ya nueve meses.

"Los inicios nunca fueron fáciles" reza el dicho popular, y los emprendedores lo saben bien. En el caso de Ortega y Sousa, valoran que su frutería vaya cada vez mejor y que "a pesar de que el verano ha sido una época bastante floja, poco a poco nos vamos haciendo con más clientes y, de hecho, desde hace unos meses, empezamos a tener una clientela habitual", afirma ella.

Manolo Quintana, compañero de gremio, conoce bien el sector, pues a sus 55 años lleva a sus espaldas casi toda una vida trabajando en ello. Comenzó con tan solo 8 añitos ayudando a su padre en el puesto de frutas que tenía en el Mercado de Vegueta y, a día de hoy, son tres las fruterías que regenta. Una de ellas en el mismo Mercado, otra justo en frente, en la calle Mendizábal, y una última que abrió en 2003 en Venegas.

"Mucha gente comenzó en el sector durante la crisis porque es un negocio que, dentro de lo que cabe, es fácil de montar y que puedes iniciar con una inversión mínima", asegura sin ninguna duda. No obstante, comenta que algunos de estos pequeños empresarios terminaron cerrando porque "no contemplaron el problema de las mercancías perecederas". Una cuestión a la que María Rosa Quevedo, de la Frutería Chira en Luis Doreste Silva, también hace referencia. "Es un negocio arriesgado porque los productos que ofrecemos hay que venderlos en un tiempo determinado, si no, se pierden", explica esta mujer que se ocupa del local desde hace dos décadas.

Virginia Díaz, otra emprendedora de 49 años, recuerda bien esos momentos de aprender a equilibrar bien el pedido, y es que abrió su frutería El Verdeo, en la calle Plaza de la Feria, hace solo un año y medio. "Siempre me ha gustado esto y, además, era un negocio que suponía menor inversión inicial, pero no es fácil", afirma. "Es muy sacrificado porque son productos perecederos. Antes traía de todo, pero vi que la gente no lo consumía por completo. Ahora lo que hago es ir al mercado casi a diario, bien temprano, a buscar la mercancía", explica.

Lo mismo hacen Ortega y Sousa: "Nos levantamos a las 4 de la mañana y vamos al mercado y al acabar la tarde ya no queda prácticamente nada, por lo que todos los días se renueva la fruta y la verdura", relatan. "Tratamos de traer la cantidad justa para el día", comparte César García, de 46 años y responsable desde hace casi dos décadas de Frutería César o, como es más conocida, la frutería del patio. Está ubicada en un patio interior, de ahí su nombre, en el Paseo Cayetano de Lugo.

La clave para que funcionen estos negocios, cuentan los que están en el sector, es hacerse con una cartera de clientes habituales y ofrecer una experiencia de compra que no se encuentra en las grandes superficies. Por ello, el binomio calidad-precio y el trato diferenciado se tornan fundamentales.

Secreto del éxito

El ambiente en una frutería es como esa tienda de la esquina, de barrio, de siempre, en el que todo el mundo se conoce y trabajadores y clientes se paran a hablar sobre la familia, el trabajo y todo aquel tema de conversación que espontáneamente surja. "Nosotros preguntamos qué tal están los hijos o los nietos, algo que en un supermercado no sucede", sostiene y ejemplifica García.

"Ofrecemos un trato personalizado", cuenta mientras su mujer Laura Rodríguez, que está en la caja, atiende a Pino, una clienta fija que le revela el truco para evitar picarse con los tunos. "Yo los meto en agua para quitarle las púas", comenta la señora. "El trato es directo. A veces veo a mis trabajadores y a mis clientes y parecen amigos", sostiene también Quintana, evidenciando esa relación que caracteriza al sector y que es común encontrar en los locales de fruta y verdura.

En estas tiendas se estilan también las peticiones o encargos que los propios clientes hacen a los establecimientos que, aunque no sean habituales, sí que son posibles realizar. "A veces me llaman por teléfono y me dicen 'oye César, guárdame berros para mañana' o me piden una determinada cantidad de algo", explica García. "Si no tenemos algo, se lo traemos. Nunca dejamos a los clientes sin los productos que necesitan", confirma Ortega.

Los productos que venden destacan por su calidad y frescura y esa es otra de las razones de peso que describen su éxito, a pesar de que los precios, en ocasiones, puedan superar a los de las grandes superficies. "Yo no puedo competir contra ellos en ese sentido", asegura Ortega. "Un supermercado llega a poner precios irrisorios y ofrecen la mercancía a la mitad de lo que me cobran a mí en el mercado", añade.

"Aquí, a veces, el producto es más costoso pero de mayor calidad y la gente directamente me lo comenta", afirma. "El otro día vino una chica joven y me dijo que había ido a un supermercado y que la fruta estaba fatal, pero que aquí era mejor y por eso le gustaba venir", recuerda. Algo similar les sucedió a Ortega y Sousa, cuando un cliente les comentó que la nectarina que compró en una gran superficie "no sabía a nada".

A pesar de que el coste pueda ser superior, los responsables de estas tiendas subrayan que, en proporción, realmente lo que se paga no es tanto. "Considero que vendo barato porque doy calidad", defiende Quintana, quien también comenta la estrategia mantenida por los supermercados que "ponen de oferta tres productos pero luego muchos otros llegan incluso a ser más caros que los nuestros". Así lo ve también Díaz, quien asegura que la gente suele decir que sus tiendas son más caras, pero que ella misma ha comprobado que suele suceder cuando los supermercados tienen alguna rebaja.

Hace años, con la aparición de los centros comerciales y los grandes supermercados en los barrios de las ciudades la clientela se dividió entre unos establecimientos y otros y las ventas disminuyeron. No obstante, las fruterías consiguieron mantenerse y salir adelante. "Es verdad que al principio vendíamos mucho más porque había menos competencia", explica García, "pero con calidad y buen servicio nos hemos mantenido", añade.

A día de hoy, las fruterías proliferan y se han convertido en un sector con alta competitividad, pero aún así le auguran un futuro prometedor. "Pienso que seguiremos en aumento", opina Díaz, quien asegura que un buen número de personas le han comentado que están interesándose por las pequeñas tiendas: "me dicen que tienden hacia el comercio pequeño, como antiguamente", relata esperanzada. "Siempre va a haber quienes compren en fruterías", sostiene Quintana, que apunta a la convivencia como la clave: "Podemos convivir un tipo de venta y otro, como hemos venido haciendo desde hace años".

Compartir el artículo

stats