Contaba que su padre solía llamarle por su nombre completo, José Lorenzo García- Beltrán Suárez Pulido del Pozo y Álvarez de la Fuente, no obstante él prefería que le llamasen Mac. Un diminutivo cariñoso para quien se convirtió en un icono de Las Palmas de Gran Canaria y, más concretamente, de su noche en las décadas de los 70, 80 y 90. Son varias las generaciones que aún recuerdan con nostalgia los tiempos del Toca Toca, el Taxi Taxi o el Jardineto, entre otros tantos locales que logró poner de moda y dirigir con el "ojo del amo" que tan necesario consideraba para garantizar el éxito. Y es que Pepe MacDonald era tan de cuidar los detalles como de despertar sonrisas con un espíritu alegre y carismático que le acompañó hasta su muerte, a los 71 años, en la madrugada del pasado miércoles. Una huella imborrable para sus hijos Ciro, Kira y Sarah Miró; su esposa Margarita Martín, o todos aquellos que le conocieron y que pudieron despedirse de él ayer, en el Tanatorio San Miguel.

En una entrevista realizada por este periódico hace casi nueve años, el fallecido confesaba no ser de la clase de personas que ocultaban su edad, si bien prefería que "el cálculo" de sus vueltas completas al sol lo hicieran los demás. García- Beltrán llegó al mundo en 1948. La leyenda de Pepe MacDonald, como tal, lo haría un tiempo después. Él mismo contaba que fue un día en el que tuvo que firmar la recepción de un pedido en la empresa de importación de productos americanos que tenía su padre, que en ese momento no estaba presente, cuando decidió rebautizarse "para que los yanquis lo entendieran".

Fue a mediados de la década de los 70 cuando comenzaría su andadura laboral nocturna de la mano de José Luis Marrero Maroto quien, según recuerda un amigo y compañero del mundillo, Miguel Pérez, fue la persona que "le metió de relaciones públicas en El Trébol". Un pequeño local de la calle 29 de Abril, "propiedad de José Luis Torres", que él también llegó a dirigir. Poco después estrenaría su propio establecimiento en Nicolás Estévanez, el Macdonald (privado), al que le seguirían después el Macdonald R y el Jardineto, que estaba en Mesa y López, el Pepe Macdonald para los amigos, Pepe Macdonald en exclusiva, el Golden Hat, el Taxi Taxi o el famoso Toca Toca.

De aquella época dorada de la noche en la capital, cuando se podía salir cualquier día de la semana, recordaba orgulloso cómo en sus locales se habían llegado a juntar hasta tres generaciones que podían disfrutar de sus distintos gustos musicales. No obstante, entre las anécdotas que guardaba en su mente "como oro en paño" se encontraba la de la vez en la que el por entonces príncipe de Asturias, ahora Rey Felipe VI, se encontraba en la ciudad en una de las escalas que hizo en el Juan Sebastián Elcano, y se enteró de que su discoteca era uno de los sitios señeros de la capital y la quiso conocer. "La sala estaba tan atiborrada que su propia seguridad le desaconsejó el pase. Lo llevé entonces a mi oficina, en la planta superior, desde cuyo ventanal se contemplaba al completo la pista de baile... Me dijo que nunca había visto tanta chica guapa por metro cuadrado", rememoraba.

Eran tiempos aquellos en los que también se le podía ver al micrófono junto a Tony Roca, quien se encargaba del piano. Y es que si algo había que le gustaba a Mac, como le llamaban cariñosamente sus amistades, era cantar y bailar. "Quiero promover que la gente cante más por las mañanas, porque cantando se alegran los corazones", aseguraba en otra ocasión para LA PROVINCIA/ DLP. Concretamente en una entrevista realizada tras regresar a Las Palmas de Gran Canaria en 2014 "a petición del público", es decir, de algunos empresarios, "para recuperar el pulso" de algunos locales nocturnos del municipio. No dio nombres, tan solo desveló su labor que no era otra que la de "relaciones humanas". Un trabajo que se le dio más que bien y no solo en la capital grancanaria. También lo hizo en Lanzarote, donde se marchó tras cerrar el último de sus establecimientos y empezó a trabajar para unos amigos, antes de coger una discoteca. Posteriormente se dedicaría al negocio inmobiliario antes de volver a la Isla en el 2000 para colaborar en el proyecto de "unos colegas".

En 2005 decidió trasladarse a 'Macdrid', como bromeaba él, para estar con Ciro, Kira y Sarah, los hijos que tuvo junto a la productora de cine y ganadora de un Goya, Marta Miró. Sobre todos ellos, especialmente sobre su prole, hablaba con orgullo. También lo hacía del resto de miembros de su familia pertenecientes al "gremio artístico" como sus hermanos Alberto y Sergio, fundadores de Los Gofiones, al igual de sus sobrinos Alberto y Sergio o su cuñada y productora de cine, María Miró.

En la capital española también se convirtió en "embajador de Canarias", siendo el restaurante Ten Con Ten uno de sus lugares de referencia hasta tal extremo que cuando regresó a su tierra natal aseguraba que le habían llamado para decirle que le "echaban de menos". Los últimos años de su vida los pasó junto a Margarita Martín. Precisamente ella fue la encargada ayer de enviar un comunicado en el que se informaba del fallecimiento durante la madrugada del miércoles del que fuera uno de los pioneros de la noche capitalina. "El gran Pepe Mac, quien tantas alegrías, sonrisas y carcajadas ha desprendido en estos años les da las gracias a todos por esos bellos pasos que caminaron juntos", expresó su mujer en un mensaje dirigido a sus amigos y allegados.

Y es que si había algo que también caracterizaba a MacDonald era su capacidad para arrancar carcajadas por donde quiera que pasara. Tanto es así que es una de las principales cualidades que resaltan muchas de las personas que tuvieron la oportunidad de cruzarse en su camino. Dispuesto siempre a la broma, al piropo o las estrofas de alguna canción, el empresario lograba crear a su alrededor un clima de simpatía. Algo que corrobora también Miguel Pérez quien solía encontrárselo en los últimos meses con bastante frecuencia por el paseo de Las Canteras. "Una de las veces me pidió el teléfono de Sergio Santana y me dijo: pero Mike, ¿cómo ves tú el móvil sin gafas?", señala divertido quien coincidió infinidad de veladas con el dueño del Toca Toca al dedicarse también en aquella época a organizar eventos y estar al frente de otros locales a la vez que trabajaba para Editorial Prensa Canaria.

Carismático y amante de los caballos, la alegría era algo vital para MacDonald ya que, según contaba en la última entrevista con esta cabecera, desde su punto de vista "de lo que tiene ganas cualquiera es de dar con gente positiva". De ahí a que su predisposición también fuera hacer que cada día fuera "maravilloso". A ello, además de su actitud, empleaba su condición de 'abrazólogo', uno de los tantos términos acuñados por él mismo que a más de uno le dibujaba una sonrisa. Eso es lo que permanecerá en el recuerdo de todos aquellos que le quisieron o conocieron, porque eso no se lo puede llevar ni el cáncer.