Carlos Cabrera Suárez es considerado un histórico dentro de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria. Y es que durante las dos décadas que estuvo a frente de su Jefatura fueron muchos los servicios y mejoras que se pusieron en marcha dentro del cuerpo al que él dedicó toda una vida. Tanto es así que su primogénito, que también se llama Carlos Cabrera, cuenta que él ya le conoció "vestido de uniforme". Una prenda que colgó en 1993 tras una trayectoria en la que no solo se ganó el respeto de quienes trabajaron con él, también el cariño, puesto que para muchos "fue como un padre", según confiesa su amigo y compañero, Juan Francisco Suárez. Es por eso que el suyo es un legado que ni su muerte, el pasado viernes a los 91 años de edad, podrá borrar.

Cabrera Suárez llegó al mundo el 6 de agosto de 1928 y pasó su infancia entre "la playa de Triana" y Vegueta, donde su padre, Francisco Cabrera, regentaba una pequeña fonda junto a su mujer, Juana Suárez, en la calle Mendizábal. Un barrio al que su hijo asegura que estuvo siempre muy vinculado y del que "se conocía todas las piedras" por lo que "era un gusto pasear con él".

También "se conocía todos los bochinches de la Isla" ya que, entre otras cosas, le encantaba disfrutar de comidas y encuentros con sus amigos. Sin ir más lejos, este verano, disfrutó de una reunión de veteranos de la Policía Local, muchos de los cuales acompañaron a la familia durante el fin de semana en la que fue la última despedida del que fuera el inspector jefe. Por el tanatorio, explica su hijo, desfilaron numerosas anécdotas y recuerdos y un derroche de cariño para quien supuso un antes y un después para el cuerpo de seguridad de la capital.

Cabrera accedió a la Jefatura a principios de la década de los 70. Poco antes, en 1968, se había casado con Matilde Cabrera, 'Mati', con quien al año siguiente tuvo a Carlos, el primero de sus tres hijos a quien poco tiempo después seguirían Francisco y Emilio. "La diferencia de edad con respecto a nosotros era grande, por eso yo siempre le recuerdo vestido de uniforme", apunta el primogénito.

Juan Francisco Suárez también le evoca ataviado con las prendas para la faena porque, según señala, el inspector jefe no tenía problema en "jugarse el tipo" si la situación lo requería. Tampoco dudaba en apoyar a sus compañeros en luchas por mejorar las condiciones de la Policía Local en la capital grancanaria. "En 1981 se celebró aquí un congreso con representantes de todas las policías del país. Se habló de dotaciones y de sueldos, entre otras cosas, y nos dimos cuenta que nosotros estábamos a la cola, así que así se lo trasladamos al alcalde, que por entonces era Rodríguez Doreste, pero este nos dijo que no había dinero, así que no pusimos en huelga durante un mes, con encierros, primero en la jefatura y, luego, en la Catedral. A don Carlos no le dejó el alcalde, pero desde luego que nos apoyaba", explica Suárez. La lucha del cuerpo obtendría su recompensa, llegando a colocarse a la vanguardia nacional.

A ello también contribuiría el proceso de modernización que había iniciado casi una década antes el fallecido. "Él fue el que promovió la creación del Servicio de Atención a la Mujer y al Menor, SEAM, y de unidades especiales como la de la policía judicial o la antidroga, así como también fue el promotor del parque móvil", señala quien llegó a ser subcomisario.

Otra de las cosas que le enorgullecen a Suárez al haber podido ser testigo directo es de cómo Carlos Cabrera puso en marcha las fiestas patronales del Cristo de la Vera Cruz en las que un año se llevó a toda la comisaría a comer a Teror. "Tan solo dejó al guardia de la puerta y el alcalde le quiso expedientar por haber dejado la ciudad vacía, pero la realidad es que no pasó nada", apostilla divertido. En 2016, en el marco de esta festividad, Cabrera también recibiría la medalla al mérito policial.

"La verdad es que nosotros estamos muy orgullosos de él", asegura su hijo Carlos, para quien su padre tenía un corazón tan grande como lo era él con su estatura de 1,87 metros. "Siempre estaba dispuesto a ayudar a quien lo necesitara". También a contar algún chiste y a trasladar unos valores sólidos que han fundamentado la educación de su prole y que ahora también llegan a sus nietos: Sara, Emilio y Lucas, quienes de igual forma han podido disfrutar de su predisposición a repartir amor allá por donde quiera que pisara. Y eso no puede morir.