El Refugio, Lugo, El Charcón, La Cardosa o Las Tenerías son solo algunos de los nombres propios de lugares que hoy han desaparecido del litoral capitalino. Las Palmas de Gran Canaria ha perdido un total de 11 playas en el último siglo, según ha desvelado un estudio presentado por la geógrafa Eva Pérez, quien ha analizado la evolución de la costa oriental de la ciudad en un periodo que abarca desde 1879 a 2017 mediante fuentes orales y cartografía histórica. Un informe que desempolva una primera línea de mar hoy desdibujada por el crecimiento del Puerto y la creación de la Avenida Marítima a partir de la década de 1960.

Pérez, quien forma parte del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, ha realizado una reconstrucción histórica del litoral de la capital previo al desarrollo urbanístico del siglo XX como parte de su tesis doctoral con la colaboración de Aarón Santana Cordero, Luis Hernández Calvento y María Monteiro Quintana. A lo largo de una costa de 19 kilómetros de largo, desde El Sebadal hasta La Laja, la geógrafa ha estudiado 15 playas, de las cuales 11 han desaparecido por completo y las otras cuatro -Las Alcaravaneras, San Cristóbal, Bajo de La Laja y La Laja- han perdido entre un 98% y un 5% de su superficie.

El litoral capitalino se ha visto modificado mayormente en dos periodos de tiempo a lo largo del último siglo y medio. Por un lado, las playas que desaparecieron en el entorno de La Isleta y el Istmo de Santa Catalina tras la creación del Puerto de La Luz a partir de la década de 1880 y, por otra parte, las zonas del litoral que fueron sepultadas por la Avenida Marítima en la segunda mitad del siglo XX. De esta manera, la ciudad ha perdido 13,19 hectáreas de superficie costera entre Las Alcaravaneras y La Laja.

"El estudio no incluye cuánto se ha perdido en la zona de La Isleta porque es imposible cuantificarlo", señala Pérez, pues estos arenales desaparecieron a primeros del siglo XX de tal manera que no existen fotografías aéreas ni estudios para calcular el número de hectáreas perdidas. No obstante, con la excepción del Sebadal, las playas de El Refugio y La Luz formaban parte de un mismo sistema dunar que las conectaba con Las Canteras; "por lo que no se puede saber bien hasta dónde llegaban estas a finales del siglo XIX", detalla la geógrafa.

Para estudiar estos arenales y su proceso involutivo en las primeras décadas del siglo pasado Pérez se ha basado en un plano de la bahía de Las Palmas realizado en 1879 por la Dirección de Hidrografía, además de una serie de mapas de la ciudad y el ensanche del Puerto dibujados por el arquitecto Fernando Navarro en en 1910, entre otros recursos de similares características. Mientras, para el resto del litoral se ha valido de una serie de ortofotos aéreas de 1954 y 1966.

De las tres playas desaparecidas hace un siglo, la más extensa era la de El Sebadal, según refleja el estudio, con unos 2,7 kilómetros de largo y enteramente de guijarros. Pérez resalta que se trataba de una zona "prácticamente" inhabitada, tan solo con algunos pescadores y varias construcciones defensivas -las baterías de San Fernando y La Esfinge-.

La playa de La Luz, con sus 790 metros de extensión era de tipo "mixto", pues contaba tanto con guijarros como con zonas de arena. En esta, además del castillo homónimo, se establecieron a finales del siglo XIX una serie de industrias relacionadas con la actividad portuaria, principalmente astilleros y empresas del carbón tal y como refleja el estudio. Sin contar con el acelerado desarrollo urbanístico de la zona.

Por último, en el Istmo se desplegaba la playa de El Refugio, en un espacio que hoy estaría situado a ambos lados del muelle de Santa Catalina. Esta, con 790 metros de longitud, era enteramente de fina arena dorada, al igual que Las Canteras, con la que estaba unida mediante el sistema dunar de Guanarteme, según apunta Pérez en su estudio. Las actividades económicas y culturales se asocian al Puerto.

Pérez también ha tenido en cuenta la biodiversidad y el sistema ecológico que ha desaparecido junto a estas playas. En el caso de El Sebadal, la geógrafa destaca una "variada y rica" fauna marina -tónica que se repite en la mayor parte del antiguo litoral capitalino- y, además, la presencia "significativa" de cymodocea nodosa, más conocidas como sebas, planta que da nombre al paraje.

Las otras 12 playas analizadas por Pérez forman parte del litoral capitalino entre la actual Base Naval y La Laja, en el extremo sur del municipio. Esta costa ha sufrido las mayores alteraciones en los últimos 70 años, tal y como refleja el estudio. La geógrafa destaca en esta zona, concretamente entre Las Alcaravaneras y Venegas, la pérdida de numerosos ejemplares de traganum moquinii, una planta costera conocida como balancón.

Las Alcaravaneras, conocida a principios del siglo XX como "de Santa Catalina", llegó a tener casi dos kilómetros de largo. Pérez ha calculado que este arenal ha perdido el 55% de su superficie, por lo que la playa actual no supone ni la mitad de su extensión original. La Base Naval primero, y el Club Náutico y el Muelle Deportivo después, sin contar con la Avenida Marítima, han ido mermando un arenal que en su día también estuvo conectado al sistema dunar de Guanarteme.

El turismo sanitario fue uno de los principales usos de la playa a principios del siglo XX, según el estudio. También se practicó la pesca mediante la técnica tradicional del chinchorro y en la década de 1950 era "una de las playas más preparadas para las familias", apunta Pérez, por la presencia de balneario, restaurante y barcas de recreo.

A continuación iría la extinta playa de Lugo, con unos 700 metros de largo y donde predominaba el callao, aunque también había arena de distintos tonos, señala Pérez. Esta se encontraba en la antigua línea costera que hoy ocupa el Parque Romano, aproximadamente. La zona que separaba a esta de Las Alcaravaneras a mitad del siglo XX era conocida como "la playa de Manolito", según pudo constatar Pérez a través de fuentes orales.

Más allá del barranquillo que desembocaba en la actual avenida Juan XXIII estaba la también extinta playa de El Caletón. Con unos 600 metros de largo era principalmente de callaos, aunque también había zonas con arena, "sobre todo en marea baja", explica Pérez. El estudio destaca la presencia de varias industrias asociadas a moler harinas. Además, la consulta de fuentes orales ha permitido a la geógrafa poder reconstruir los nombres populares de esta línea costera: Aguadulce, La Muralla, El Charco de Las Pastillas, El Charcón y El Caletón propiamente dicho.

A esta le seguía la playa Bonita, según ha podido ver Pérez en distintas cartografías de mitad del siglo XX, aunque conocida popularmente como Venegas, y como de San Sebastián en los mapas anteriores a 1900. Esta iba paralela a la actual calle homónima, desde la plaza de La Feria y hasta el antiguo muelle de Las Palmas. Su extensión era de 600 metros y en ella también se mezclaban los callaos y, en menor medida, la arena oscura. Una zona donde predominaban las carpinterías de marina e industrias varias.

La siguiente playa extinta en esta reconstrucción del litoral sería la de Triana. En este caso, con unos 740 metros de largo, su extensión era equivalente a la actual calle Francisco Gourié, también conocida como la Marina en los tiempos previos a la expansión sobre el mar en los años 60. Se trataba de un paraje principalmente de callaos que ha estado íntimamente ligado a la capital desde hace siglos.

Al sur de la desembocadura del Guiniguada estaba la playa de San Agustín, enteramente de guijarros y con casi un kilómetro de extensión. Hoy está sepultada bajo la Avenida Marítima a su paso por el barrio de Vegueta.

En el Cono Sur, todas las playas desaparecidas eran de callaos. La más extensa de todas era la de Las Tenerías, con 1,3 kilómetros de largo y hoy sepultada por la Avenida y los terrenos situados entre esta y la calle Alicante. Pérez destaca en el estudio la práctica de la pesca bajo la técnica del chinchorro y la existencia de campos de sebas.

San Cristóbal, por el contrario, sí ha sobrevivido a la expansión urbanística de la ciudad, aunque ha perdido el 54% de su superficie, según el estudio. Peor suerte han tenido las playas de La Cardosa -o El Cardoso- y de Aguadulce. Entre las dos sumaban unos 800 metros de largo y en este caso la Avenida Marítima las sepultó a la altura de la Hoya de la Plata.

Por último, del Bajo de La Laja apenas quedan unos metros cuadrados de esta caletilla de callaos, pues el estudio refleja que ha desaparecido el 98% de su superficie, por lo que hoy está arrinconada entre la autopista del Sur y las piscinas de La Laja. De esta última tan solo se ha visto afectada el 5% de su superficie, según el estudio.

Pérez señala en sus conclusiones que "los resultados de este tipo de estudios se pueden utilizar para desarrollar estrategias culturales originales o educar a las nuevas generaciones". Tras este trabajo, su propósito será ahondar en los aspectos "culturales" de este litoral desaparecido.