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La madera, hormigón del siglo XXI

El proyecto Airlab contempla una casa en la plaza de Las Lagunetas con un consumo energético nulo

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Casa ecológica Las Lagunetas

Desde la primavera del año pasado la ciudad noruega de Brumunddal acoge al edificio de madera más alto del mundo, cuya construcción ha prescindido del hormigón y el acero. Una torre de 85,4 metros de altura y 18 plantas que responde, mediante las nuevas técnicas de edificación, a la necesidad de encontrar la sostenibilidad en la arquitectura. El proyecto Airlab viene a repetir a pequeña escala esta experiencia en la plazoleta de Las Lagunetas de Las Palmas de Gran Canaria. La arquitecta Silvia Álvarez Ferri ha diseñado en este lugar una casa unifamiliar de tres plantas con un consumo energético prácticamente nulo. El objetivo del nuevo edificio será "recuperar la sensibilidad con el lugar e implantar una forma de construir que ya debería estar vigente, con el fin de adaptarse al cambio climático", explica la experta.

La madera es el hormigón del siglo XXI, afirma Álvarez. La nueva casa de Las Lagunetas, una experiencia pionera en el Archipiélago, responde a unos parámetros de arquitectura bioclimática, pues en su construcción el equipo que lidera esta arquitecta ha tenido en cuenta cuestiones como la exposición solar de la vivienda. Los materiales que están empleando en su construcción hacen de este un inmueble sostenible y con un consumo energético cero. Desde lana de vidrio a placas de arcilla, caña y bambú, elementos todos ellos que actúan como aislantes térmicos.

Y lo cierto es que el objetivo del proyecto es convertir el edificio en un laboratorio. El equipo de lidera Álvarez monitorizará la casa durante un año con la intención de calcular su huella ecológica. De esta manera, podrán medir el impacto de las consecuencias del cambio climático en la capital grancanaria, en especial de la calidad del aire, recalca la arquitecta. "La calima es una realidad invisible", afirma tajante. "Es necesario controlar esta cuestión, para ello contaremos con un circuito paralelo que mida las condiciones atmosféricas del interior o la frecuencia de los tiempos saharianos" apunta.

Álvarez aclara que "todo pasa por contar también con ambientólogos y no solo con constructores". En este caso, forman parte del equipo del proyecto Airlab el especialista en huella de carbono Santiago Hernández Socorro, además de otros expertos: David Arturo Rodríguez González, auditor medioambiental; Beatriz Mora Mejías, bióloga agrícola; Laudelino Sánchez de León, ingeniero y evaluador verde; y Eva Rodríguez Cid, consultora passivhaus [hábitat pasivo]. "En la construcción de una vivienda se deberían tener en cuenta los microclimas", señala Álvarez, en cuyo curriculum destaca un máster en desarrollo sostenible, donde aprendió a "contemplar" el diseño de un edificio desde un punto de vista holístico, es decir, "de una manera transversal donde se tiene en cuenta el medio, la condición social y la salud de las personas". En la casa de Las Lagunetas quieren cumplir con estas premisas. "Si tenemos exceso de radiación, debemos abrigar la fachada, para que no se caliente en exceso y no haga falta instalar un aire acondicionado", apunta a modo de ejemplo.

Justamente, el proyecto busca que la vivienda consiga mantener una temperatura de unos 24º durante todo el año, y una humedad entorno al 60%. "Hay estudios sobre la pobreza energética que ponen de manifiesto la pésima calidad constructiva que hay en Canarias, a la cola en España", explica la arquitecta. "Estamos acostumbrados a la alta humedad en las casas", señala. De cara a evitar esta situación, Álvarez y su equipo se han lanzado a la piscina.

"No se debería invertir en algo que no esté preparado para el cambio climático", explica la experta. No obstante, esta vivienda se anticipa a la normativa europea que entrará en vigor a finales de este 2020, en cuanto al empeño en reducir la huella de carbono se refiere. Por el camino, se ha valido de pymes que "ya se han adelantado" y han invertido en I+D. Un proyecto que comenzó a hacerse realidad hace un año y que entra en su recta final.

Una vez terminada, la casa apenas tendrá 39 metros cuadrados distribuidos en tres pisos, más una terraza en la cubierta, la cual contará con vegetación y placas solares. La planta baja estará destinada a un local comercial, la primera a sala de estar y cocina y la segunda a dormitorio y baño. Toda la estructura estará conectada a través de un ascensor de vidrio y metal, por lo que el inmueble tendrá accesibilidad universal. Precisamente, según explica la arquitecta, el inmueble, una vez terminado, se convertirá en una vivienda vacacional especializada en público con movilidad reducida. Una actividad que podrá ser compaginada con el estudio ambiental.

La madera forma el esqueleto de este inmueble, el cual también estará protegido de la contaminación acústica. Las paredes que dan a la fachada cuenta con apenas 10 centímetros de grosor, "con hormigón necesitaríamos el doble", explica, con la consiguiente pérdida de espacio. "Esta estructura es un poco más cara, pero compensa tener materiales aislantes, pues ahorras en climatización", especifica la experta. Precisamente, la casa ni siquiera tendrá con un termostato y aún así el sistema de la vivienda será capaz de calentar el agua.

La madera que se emplea en esta construcción procede de árboles con más de 70 años, resalta la arquitecta. Además, la ausencia de hormigón permitirá ahorrar miles de litros de agua, señala, un bien escaso en las Islas. Por otro lado, los suelos serán de tipo hidráulico, recuperando así un tipo de baldosa muy común en las viviendas del casco antiguo de la capital. Estos, junto a la tipología de las ventanas ayudarán precisamente a mantener los parámetros térmicos esperados, explica Álvarez. El proyecto Airlab busca, en definitiva, sacar el máximo provecho de la experiencia; incluso educativo, mediante la implicación como laboratorio para la Formación Profesional en distintas ramas.

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