Carnavaleros, la sardina ha muerto. Sus brillantes escamas no deslumbrarán más a las mascaritas, su cola ya no podrá aletear surcando entre mascarita y mascarita las agitadas aguas -y lo que no son aguas- de cabalgatas y mogollones. Exhaustas tras casi un mes de fiesta sin fin, las branquias del animal marino más famoso de Las Palmas de Gran Canaria dieron ayer su último aliento. Aun compungidos por la pérdida, miles de carnavaleros y carnavaleras salieron a la calle para despedir a lo grande a este humilde pez que ni siquiera la calima había logrado derrotar.

La concejala de Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria, Inmaculada Medina, confirmó a este periódico la noticia a media tarde de ayer. "Intentamos que resistiera, pero no pudo ser", lamentó la también tercera teniente de alcalde de la ciudad, vestida de riguroso luto en la avenida Mesa y López para la ocasión.

La máxima autoridad fiestera de la capital grancanaria descartó que el fallecimiento de la sardina tuviera que ver con algún virus coronado y apuntó, en todo caso, al guineo que se ha dado el pescado en este febrero. "Fue el exceso de un mes de carnaval, en las comidas y en las bebidas, además de las pocas horas de sueño", detalló. En cualquier caso, estará "siempre en el recuerdo", en palabras de Medina.

Muchedumbre en Mesa y López

La luctuosa noticia corrió por la ciudad más veloz que la MetroGuagua. Una muchedumbre comenzó a congregarse en Mesa y López en cuanto se conoció el fallecimiento con la intención de celebrar la vida y llorar la muerte de este icono que durante toda su vida se empeñó por igual en impulsar el carnaval y la economía azul de las Islas. Viudas, curas, arenques, caballas, longorones y demás familiares acompañaron por Presidente Alvear y Albareda los restos del animal entre el asombro y la admiración de quienes les veían pasar.

La confusión reinaba en los primeros momentos después de que la noticia de la defunción se extendiera. Como la conocida activista del poliamor que siempre fue, la sardina tenía muchas viudas. Todas aparecieron por allí rápidamente, aunque no se ponían de acuerdo sobre los motivos de la muerte. "Dicen que fue por los excesos, pero a saber, también era muy mujeriego", apuntaba Saray -aún vestida de novia porque al parecer la sardina nunca llegó a darle el 'sí, quiero'- junto al fruto de ese amor sardinero, el pequeño Kilian, y el resto de sus familiares, todos llegados de Ciudad del Campo.

Cerca de ellos, otra viuda -esta sí de riguroso negro- de nombre Emma parecía confirmar las sospechas de la despechada novia sardinera. "A ver, lo que es beber, bebía, sí, pero yo creo que la explicación no es esa", decía junto a sus amigas. Su teoría en torno a la desaparición del pescado pasaba por la novena isla y la aparición de un nuevo amor: "Todo esto es mentira, porque no está muerta, que yo lo sé: se fue para Venezuela con otra".

Cortejo fúnebre

El cortejo fúnebre, que recorrió entre llantos de desconsuelo y gritos de sufrimiento el kilómetro y medio que hay entre Mesa y López y la calle Gran Canaria en Las Canteras, también estaba lleno de viejas amistades de la sardina. Quienes compartieron con ella los largos días de baños en la playa y las largas noches de fiesta en Santa Catalina solo tenían palabras de cariño hacia quien tantas alegría les dio. "Nosotras conocíamos a la sardina de toda la vida, mi niño", apuntaban al unísono Carmen y Lola, recién llegadas de La Isleta.

Fue allí, más concretamente en El Confital, donde trabaron desde jóvenes una amistad que ayer se vio finalmente truncada. "Íbamos allí desde antes, cuando no había nada, sino cuatro piedras", recordaban con indisimulado pesar. "Imagínate tú, ya no podemos ni llorar". Su mayor lamento, sin embargo, no era tanto por la muerte del pescado como por las modas funerarias de hoy en día, algo que no aciertan a comprender: "Ya no hay velatorio y es una pena, porque no puedes ir a guardarla toda la noche como antes, que era una maravilla, pero los tiempos se han hecho tan modernos..."

La casa real carnavalera, que siempre se ha mostrado muy cercana al sufrimiento del pueblo fiestero, también se acercó hasta el cortejo fúnebre de la sardina para mostrar su respeto y solidaridad a sus familiares y amigos. A la despedida acudieron la Reina del Carnaval del 'Érase una vez 2020', Minerva Hernández; la Gran Dama, Chari Alvarado; y el Drag, Sethlas. La monarca, visiblemente compungida por la desaparición de la sardina, tomó la palabra para ofrecer un testimonio de pésame en nombre de todos ellos: "Estamos rotos por quemarla, con todo lo que nos ha dado en estos carnavales, pero vamos a despedirla como se merece y con mucha alegría".

Viudas afónicas

Miles de ciudadanos anónimos se fueron sumando a la comitiva camino de la playa. Fueron ellos quienes ayudaron a las viudas, muchas ya sin voz, que caían al suelo derrotadas ante la realidad de lo que se les viene encima a partir de este domingo y lamentaban una y otra vez su mal fario.

La Banda Isleña animó el paseo hasta Las Canteras con algunas de las canciones favoritas de la sardina, las mismas que hacían que moviera las raspas como si no hubiera un mañana. Solo esa música -y la seguridad de que sea como sea, resucitada o zombie, la sardina volverá a la ciudad el año que viene- lograban acallar por momentos el sufrimiento no ya de unos familiares, sino de todo un pueblo que ya se siente huérfano de referentes fiesteros. Para cuando sus restos comenzaron a arder en la playa, pasadas las nueve de la noche todos ya habían asumido que toca dejar atrás la realidad carnavalera y volver a esa extraña fantasía a medio camino entre los sueños y las pesadillas que solemos llamar 'el día a día'. Y colorín colorado, el cuento se ha acabado.