La jiribilla del Carnaval se va sembrando en las calles capitalinas y traspasa las galaxias, su eco resuena en las estrellas y más allá, a donde dirigen la mirada los 11.000 niños y niñas que protagonizaron ayer la Cabalgata infantil del Carnaval 2020 de Las Palmas de Gran Canaria. Payasos, princesas, ninjas, superhéroes y cientos de personajes más con los que salieron a disfrutar de las carnestolendas bajo un cielo nuboso que, por lo menos, dejaba respirar, al contrario de lo que sucedió con la calima el fin de semana pasado. El inicio de una pasión incontestable se fraguó fluyó con la alegría y el ánimo de las familias que acudieron. Y, ¡guau, guau! Una jauría de dálmatas llenó de motas negras las baldosas, los suelos y tejados, por todas partes, al son de la malvada Cruella de Vil.

Zaida, Yessica, Vanessa, Humberto, Javi... ¡Casi 101! Desde Tamaraceite, Hoya Andrea, Tenoya y Costa Ayala se juntaron un dicharachero grupo de amigas y la chiquillería que comía papas fritas y corría delante de las vallas haciendo monerías. "Como este año iba de cuento pues aquí estamos, de Cruella y sus perrillos", dice Desi. Mal, mal, no lo han pasado haciendo los trajes y arreglando de aquí y allá, pero, "nos hemos quemado los dedos con la silicona, ¡ay!", reían, hasta alguno seguro que tenía una pupa.

Entre la muchedumbre se produjo un salto en el tiempo y apareció la princesa Padme acompañada por el robot R2-D2 y la querida Leia. "Este año me he visto todas las películas de Star Wars, me he aficionado mucho, y vi cómo podíamos inspirarnos para venir aquí vestidos así", dicho y hecho. Carlota tiene 13 años, y sus padres Patricia y Miguel Ángel la acompañaron en esta aventura por la Tierra, más familiar imposible. Su experiencia en el trono ya viene de vidas pasadas cuando se presentó a la Gala infantil "y aunque no gané me llevé una buena experiencia", una señal de que la fuerza la acompaña.

El séquito de la realeza intergaláctica no fueron siths ni soldados, sino un pequeño unicornio de ojos asombrados llamado Valeria. Apenas tiene 6 meses y es la primera vez que acude a las fiestas. La idea de que fuera como una criatura fantástica que muestra orgullosa un cuernecito sobre su diminuta cara fue de su madre Paula. Roberto, el padre, las acompaña con carrito en mano sorteando baches, culebras y plumas que vuelan entre la algarabía de gente. Pero no cejó en su empeño para llegar a eso de las 18.15 horas al final del trayecto en la calle Albareda.

A su paso por el parque Santa Catalina, con una muchedumbre aupando el ritmo de las batucadas, la Reina y sus damas, las comparsas y las murgas infantiles, la familia aruquense de Olivia, Pablo y Juanma, que tiene 7 años, se pararon a guasapear disfrazados de emojis, un disfraz económico y original con el que desfilaron.

Desde las alturas contemplaban el plantel las jirafas africanas de Valeria y Ayose, de 12 y 7 años, con sus padres Eduardo y Elisabeth desde Telde. "Hay que dejar que ellos disfruten, los enanos son lo más importante", comentaron, era la primera vez que venían y marchaban juntos. De animales iba la cosa que hasta dos ovejas se colaron entre las vías aledañas. Lucio y Lucía se llamaban las peludas amigas que iban al trote de su compañero humano, Luis, "para que ellas también vean el carnaval". Como un lobo, las curiosas visitantes iban buscando las caricias de los espectadores y comiendo de los paterres que iban encontrando, una delicatesen.

La Patrulla Canina salió en forma de batucada a hacer retumbar los estómagos y los cimientos, tanto que los pequeñajos que se aupaban a los hombros de sus progenitores se tapaban los oídos, sin saber muy bien qué hacían allí, o bailaban colgados a la cintura o en los carros. Pero esquivando los obstáculos como sombras estaban Eric con sus padres Iván y Sara. A sus 9 años, Eric es un friki del anime y así se demuestra con el kimono que enfundaba de la serie Naruto, suficiente para darle los poderes legendarios, "iremos detrás de la Cabalgata hasta el parque Santa Catalina", aunque dice que no le gusta bailar. Tiempo al tiempo. Así comienza la semilla carnavalera a crecer en el espíritu de los que viven plenamente el carnaval.