En La Isleta vive un hombre empeñado en resguardar el legado arquitectónico del barrio del paso del tiempo y la remodelación urbana. Klaus Kandler, de 69 años de edad y oriundo de Múnich, Alemania, lleva dos años construyendo una maqueta a escala 1/100 de las viviendas más emblemáticas del que fuera el primer barrio obrero de la ciudad.

Al menos cuatro de las casas que forman parte de su maqueta ya no existen en la realidad. "Están derribando muchas antiguas para construir edificios más modernos", cuenta este alemán de nacimiento, pero isletero de corazón. El realismo de la obra en miniatura es tal que hasta las farolas se iluminan al anochecer y los vehículos circulan por las carreteras de papel couché. "Es muy difícil programar los coches, hay que controlarlos por ordenador y es lo más complicado", explica el artista de las casitas de colores.

En el interior de su hogar guarda un tesoro hecho de papel, cartón, madera y varios de kilos de paciencia y tesón. El bochinche Los Jamones, la iglesia de San Pedro o el cine Litoral (que actualmente es un supermercado) son sólo algunas de las construcciones que Kandler reconstruye al detalle en la mesa de su salón. Y eso que apenas lleva tres años viviendo en Las Palmas de Gran Canaria. Eso sí, como artista que es se ha tomado sus licencias en cuanto al orden de colocación de las mini-viviendas. Las cuales mantienen su forma y color originales, no así su ubicación sobre el plano.

Lo primero que hace cada día el muniqués es coger la bicicleta y merodear por las calles aledañas en busca de tesoros arquitectónicos. Una vez identificado su objetivo le hace una fotografía que posteriormente edita y perfecciona con un programa informático. La imagen retocada la imprime tal cual en papel y la pega a los trozos de cartón o madera que sostendrán el inmueble con ayuda del pegamento. Pero no sólo reproduce la riqueza arquitectónica de su nuevo barrio, sino también a varios de los vecinos que lo habitan. Desde algunas de las maquetas del alemán asoman personitas saludando o tendiendo la ropa en el balcón.

El barrio en miniatura

"Para hacer las azoteas necesito ver Google Maps porque no las puedo ver bien desde la calle", indica. Y así, encaramado a su bicicleta y a Google Maps, Kandler escudriña los recovecos de su barrio adoptivo para plasmarlos en su Isleta de madera y cartón.

"Soy un enamorado de las casas terreras que hay aquí. En Alemania es muy diferente... allí todo tiene que ser exactamente igual", explica. Tras vivir toda una vida en el país germano, donde regentó una tienda de música durante 40 años, el muniqués tomó la decisión de cambiar de hogar después de su jubilación, hace cuatro años. La accesibilidad del barrio, cercano a la playa y a los comercios pero apartado del alboroto al mismo tiempo, unido a su amor por las casitas que salpican las calles de color y geometrías imposibles terminaron de convencerlo de que su lugar estaba en el tómbolo.

Este músico de piano y artesano del detalle localizó desde Alemania a la que sería su arquitecto, Swantje Gröttrup, también alemana y residente en La Isleta desde hace cinco años. "Klaus contactó conmigo a través de mi página web y venía cada seis meses desde Múnich a ver cómo iban las obras", explica Gröttrup, quien se ha encargado de reformar la casa de Kandler manteniendo muchos de los elementos originales.

Reformas con esencia

Las vigas de madera del techo, las baldosas del suelo o incluso el abrevadero de lo que en su día fue un alpendre permanecen en el mismo estado en el que estuvieron hace 100 años, o casi. "Cuando llegamos las baldosas estaban totalmente ennegrecidas. Tuvimos que pulir todos los suelos hasta recuperar la forma original", explica el alemán. Y es que su hogar data del año 1904 y ha visto de todo: desde una vivienda familiar, hasta un establo, una imprenta y, ahora, la morada del alemán.

La misma identidad isletera que guardan cada una de las casitas de su maqueta, la guarda entre las paredes de su casa terrera. Tanto el muniqués como su arquitecto, Gröttrup, apuestan por una forma de reformar los edificios que sepa mantener la esencia y la identidad propia de cada lugar. "Tardamos un año en conseguir los permisos del Ayuntamiento y otro año en reformarla", aclaran.

De la misma opinión es Jonatan Ortega, creador del blog Conocelaisleta.wordpress.com, quien ha ayudado a difundir la obra de su vecino y cliente Klaus Kandler. Tanto es así, que de hacer una exposición más adelante, la harían de forma conjunta. "Con las fotografías que hace Jonatan y mis casitas", añade el músico y artesano. Pero aún queda camino por pedalear y barcos por construir, pues lo próximo que planea es reproducir El Puerto en miniatura, para lo que necesitará un par de años más.

Un año es el tiempo que estima necesitar para culminar esta primera maqueta, que seguramente expondrá en algún local de la ciudad en compañía de su vecino y admirador Jonatan Ortega. "Esto es sólo para mí", adelanta. Y es que no hay dinero que compre el afecto que siente Kandler por La Isleta ni el empeño diario que pone para inmortalizar su amor por el que fuera el barrio de los cambulloneros del Puerto.