Ni el coronavirus, ni el confinamiento, ni el desánimo han podido con una pareja canaria que vive en Las Palmas de Gran Canaria para evitar que celebrará su boda. Llevaba un año con la planificación desde que él, Miguel Ojeda, encargado del sector de recogida de limpieza, con 46 años, le pidió la mano a ella, Soraya Hernández, con 41 años, peluquera de una empresa familiar, en el Coliseo de Roma el 3 de abril de 2019, el día del cumpleaños de la recién prometida. Un pequeño grupo de jóvenes fueron los únicos testigos que se encontraban en el lugar en el momento del compromiso y felicitaron a la pareja en español. Hacía cuatro años que llevaban juntos desde que se conocieron en una carrera popular.

Cuando el 14 de marzo de 2020 el Gobierno anunció el decreto de alarma por la crisis sanitaria del coronavirus, Soraya y Miguel lo tenían todo organizado: hotel, banquete, invitaciones. Inmaculada Medina, la tercera teniente alcalde del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, iba a ser su maestra de ceremonia y las Casas Consistoriales de la Plaza de Santa Ana, el escenario del enlace. Ellos no querían la típica firma fría frente a un concejal, querían una "boda, boda. Como si fuera en la iglesia", recuerda Soraya.

Pero todo se fue al traste el día que comenzó el aislamiennto de #yomequedoencasa en el país y en Canarias. "Lo que más me preocupaba es si podría cancelar todo lo que había contratado y no sabía qué hacer con los preparativos", cuenta. Pero su preocupación cambió por un deseo: "Yo me quiero casar sí o sí". El día tenía que ser el sábado, 4 de abril, el que tenían programado en aquel entonces porque ambos no trabajarían y porque celebraban un año de aquel momento en Roma.

Una boda en la intimidad con 17 invitados virtuales

Y así fue. Sí o sí. Los ánimos no acompañaban en absoluto. Ese día, Soraya se sentó en el sofá decaída, observando el buen día que hacía y pensando en cómo hubiera sido su boda. "Tonterías, pero me entró la llantina", confiesa. Con esa melancolía se encontraba cuando Miguel bajó por las escaleras de su dúplex ataviado con un pantalón vaquero, una corbata y una chaqueta y le dijo: "Estás tardando en vestirte".

"Me puse un vestido que tenía y como velo cogí un tul que había recogido para la decoración de la boda. También hicimos un altar con algunas cosas que habíamos comprado", describe con felicidad la peluquera y es que Miguel le quitó "toda la tristeza del día".

Se pusieron los anillos se dijeron "te volvería a elegir una y mil veces más", "nos marcamos nuestro baile" y se comieron una de las dos tartas que Soraya encargó para celebrar su cumpleaños el día anterior.

La ceremonia sin testigos, que no van a "cambiar por nada del mundo, porque esta es nuestra boda", asegura la recién casada, la compartieron en vídeo con sus amigos. Y ellos, a su vez, como regalo comenzaron a realizar vídeo-llamadas a cuatro y a enfocar con móviles el momento con otros allegados. 17 personas en total pudieron celebrar el momento junto a los recién casados a través de pantallas.

Siguen recibiendo mensajes de personas queridas como regalo de boda. Ahora solo les queda esperar por el fin de confinamiento e ir al Ayuntamiento a firmar. Están los primeros de la lista. La ceremonía se celebró y fue como querían, en la intimidad, aunque no esperaban tanta.

En cuanto al convite, "sí o sí, lo voy a hacer para nuestros amigos y familias", asegura con rotundidad Soraya. La finca de Ticasmanita del municipio de Guía espera con paciencia celebrar el día especial de ya un matrimonio y sus 101 invitados.