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Crisis del coronavirus La ciudad en cuarentena

La vida se abre camino en el Doramas

Una pareja de cisnes del parque capitalino tiene un polluelo esta semana - El ajetreo cotidiano impide observar la cantidad de aves que residen en la ciudad todo el año

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Polluelo de cisne negro en el Parque Doramas

El parque Doramas cuenta desde esta semana con un nuevo inquilino. Un polluelo de cisne negro - Cygnus atratus- consiguió romper el cascarón hace unos días en el nido que sus padres tienen en el estanque de este pulmón verde de Las Palmas de Gran Canaria. El pequeño ha llegado en plena cuarentena, en mitad de un jardín inusualmente vacío sin público, pues, no obstante, este es uno de los grandes reclamos de las familias en la ciudad cada tarde o cada domingo. Los otros habitantes de la capital, los animales no humanos, siguen en las calles y las arboledas, tal y como siempre lo han hecho. El ajetreo de la sociedad moderna impide, en numerosas ocasiones, percatarse de la existencia de esos otros vecinos.

En la actualidad, el Doramas es el único parque con animales domésticos de toda la capital grancanaria. Su laguna cuenta con un puñado de parejas de cisnes negros, una especie natural de Australia e introducida en jardines de medio mundo. En esta ocasión tan solo un polluelo, de plumaje grisaceo casi blanco y pico oscuro, acompañará a sus padres tras la puesta. Pero, lo cierto es que, según los expertos, esta especie suele incubar en libertad entre tres y siete huevos. Por tanto, este palmípedo tendrá que crecer sin hermanos y en unos seis meses ya podrá volar.

Pero, ¿se debe este nacimiento a un mayor grado de tranquilidad entre las arboledas del parque Doramas a causa del estado de alarma? El biólogo Pascual Calabuig asegura que no. Es más, el periodo de incubación de esta variedad de cisne oscila entre los 35 y 45 días, por lo que esta pareja de Cygnus atratus habría puesto el huevo en cuestión a principios de marzo, antes de que la expansión del nuevo coronavirus obligara al Gobierno central a decretar la cuarentena obligatoria.

"Esta especie se ha domesticado muy bien y anida con mucha facilidad en los parques desde hace años", afirma el experto. Este nuevo nacimiento estaría más bien relacionado con el cambio de estación y la llegada de la primavera. "La luz es la clave", señala Calabuig. "Con el aumento del número de horas de sol, el sistema hormonal de las aves se activa, entran en celo", explica. Un proceso que normalmente se alarga hasta principios de julio, justo cuando los días comienzan a ser más cortos.

Lo cierto es que esta especie ya ha protagonizado varios incidentes en los últimos años en la capital. Esta decena de cisnes habitaba hasta el pasado noviembre en la laguna del parque Juan Pablo II, en Siete Palmas. La concejala de Servicios Públicos del Ayuntamiento, Inma Medina, señaló entonces que una serie de filtraciones desecaron el estanque, por lo que los técnicos se vieron obligados a trasladar a los animales hasta el Doramas. En principio, esto sería de manera provisional, según indicaron entonces desde el Consistorio, hasta que las averías en su anterior hogar fueran subsanadas.

Un año antes, a finales del verano de 2018, uno de estos palmípedos de plumas negras llegó a ser avistado en las inmediaciones de la playa de Las Canteras. Algo que puede no sonar muy descabellado, teniendo en cuenta que estas aves aman las aguas poco profundas y estancadas, como la de los lagos, de ahí su genial adaptación a los estanques de parques de medio mundo. Pero, lo cierto es que según recalca el biólogo Calabuig, los habitantes de la capital grancanaria cohabitan con multitud de especies desde siempre. "La gente quiere creer que ahora los animales han venido a la ciudad, pero con el ajetreo del día a día no se percatan de la presencia de estos", apunta el científico.

De esta manera, el biólogo destaca la presencia de búhos en las inmediaciones de los Riscos y barrios cercanos al Guiniguada o de lechuzas en zonas como Guanarteme, "algo que me parece sorprendente". Además, Calabuig señala que en la capital cohabitan varias colonias de halcones de berbería o tagarote. "He detectado al menos tres que suelen cazar en Schamann, La Laja y La Isleta", apunta.

Los cernícalos, otra especie del género falconidae al igual que el tagarote , también se acercan a la ciudad en numerosas ocasiones, a zonas donde encuentran alimento, saltamontes principalmente, explica el experto. "Hace un año me llamó un cardiólogo del Negrín sorprendido, porque vio uno posarse en su ventana, pero es algo normal en ese entorno", indica. "Van a donde hay recursos; en general, las aves se adaptan muy bien", continúa.

"Muchos vídeos de cetáceos o de otros animales que circulan estos días en redes sociales son de años anteriores", explica el biólogo. Sin ir muy lejos, recuerda con mucha gracia cómo hace un año una mamá pato, de una especie silvestre y con unas 11 crías a su espalda, recorrió las calles de Nueva Isleta; sin necesidad de cuarentena alguna. "Estaban en alguna charca de lluvia que se secó e iban en dirección a la marea; aquello causó gran revuelo, porque fueron caminando por la carretera", señala Calabuig. "Hablamos con la base militar y logramos que habilitaran una piscina para que pudieran crecer hasta poder soltarlos en una presa", apunta. El experto aclara que no se trataba de un ave doméstica, si no de una variedad migratoria que normalmente anida en África e inmediaciones.

Realmente, Calabuig destaca que lo que más daño suelen hacer a los animales silvestres es el tráfico rodado, por lo que ahora sí tendrían tiempo para ir más a sus anchas a cualquier hora. Aún así, hay especies que estos días de cuarentena, con las terrazas de bares y restaurantes cerradas, "les están perjudicando", señala el biólogo, por el alto grado de dependencia de estas con respecto al ser humano. Es el caso de las palomas y las tórtolas, que ahora están pasando hambre.

No es el caso de los cisnes negros del Doramas. El área de Parques y Jardines del Ayuntamiento les da de comer y además están supervisados por un servicio veterinario contratado. Precisamente, alimentar a estos palmípedos era una de las tareas del retén de servicios mínimos que estuvo vigente durante el endurecimiento del estado de alarma; entre otras labores urgentes de riego o poda. También caídas de árboles, como el desprendimiento que se produjo en la calle Ángel Guimerá, en Arenales. La vida en los más de dos millones de metros cuadrados de zonas verdes de la ciudad sigue su curso en estos días sin público.

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