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CRISIS DEL CORONAVIRUS Último día en la fase 1

En La Puntilla hay ganas de chapuzón

Los niños ensayan en Las Canteras la reapertura de las playas

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Coronavirus en Canarias | Ambiente en Santa Catalina y Las Canteras

Con la excusa de que en la Playa de Las Canteras había manga ancha en la prohibición de bañarse para que los niños más pequeños se pudieran dar un chapuzón, en la zona de La Puntilla se congregaron decenas de familias a mediodía de ayer y, disimuladamente, algunos padres aprovecharon la vigilancia de cerca a sus chiquillos para dar unas brazadas cerca de la orilla. A partir de hoy lo podrán hacer sin arriesgarse a que la Policía Local o los vigilantes de Cruz Roja les llamen la atención.

Con los termómetros marcando 31 grados a las 14.00 horas (en realidad la temperatura en la capital no pasó de los 26 grados, según los aparatos más fiables de la Agencia Estatal de Meteorología) y ni una sola nube en todo lo que alcanzaba la vista, esos niños chapoteando en el mar eran la envidia de los que paseaban por la avenida de Las Canteras, la mayoría buscando un sitio en las terrazas para comer o tomarse una caña. Si ya era complicado encontrar mesa en La Puntilla en una día veraniego, ahora hay que tener mucha paciencia porque algunos restaurantes siguen cerrados y los que están abiertos funcionan con la mitad de las mesas.

A lo largo de la pasado semana se fueron reabriendo los locales de restauración y en la primera linea de La Puntilla ya están funcionado los tres restaurantes de La Oliva, Arroz y Vino, La Macarena, O Sole Mio, La Botegga de Pulcinella y La Marinera. Otros como el Somos Costeros,Ciao Ciao, Casa Carmelo o el popular Camilo seguían cerrados. De hecho, desde La Puntilla a Los Nidillos no había nada abierto.

Lo mismo ocurre en el resto del paseo de Las Canteras, hacia Playa Chica y el Auditorio Kraus, donde más de la mitad de los restaurantes no se atrevieron a reanudar la actividad en la fase 1 por temor a que en negocio no fuera rentable por las limitaciones del aforo. A partir de hoy lunes se permite utilizar los comedores interiores, con el 40% de las mesas, y cambiará el paisaje.

Avalancha

También cambiará la imagen de la playa, pues si la entrada en la fase 1 coincidió con un temporal de viento que quitaba las ganas de sentarse en las terrazas, esta semana empieza con cielos despejados y se espera una avalancha en Las Canteras. Los vigilantes de que se respeten las normas para evitar los contagios van a tener trabajo de sobra.

Un miembro de la Cruz Roja aún tuvo que recordar a mediodía de ayer la prohibición de permanecer en la playa a cinco personas que se habían instalado a la sombra de las palmeras que están delante del hotel Reina Isabel. Esa restricción ya es historia, pero será imposible controlar que los bañistas sigan la recomendación de permanecer solo tres horas.

En contraste con La Puntilla o la Cícer, el parque de Santa Catalina estaba ayer a medio gas, con solo ocho terrazas abiertas y sin los habituales transeúntes hacia los cruceros, el museo Elder o la estación de guaguas. Ni siquiera abrieron a mediodía los dos quioscos de prensa, referencia de los que buscan periódicos extranjeros o revistas muy especializadas.

El restaurante Fataga sí está abierto, y a tope el fin de semana, explicó Francisco López, su jefe de sala. Tras una reapertura "apoteósica" el lunes anterior, mantiene un alto grado de ocupación entre semana y todo reservado el sábado y domingo. En la terraza, que tenía un aforo para 101 personas, se atienden ahora a 50 comensales a mediodía y otros tantos por la noche. Ahora trabajan diez personas, cinco recuperados del ERTE al inicio de la desescalada.

Pensado para los cruceristas, aunque también tiene una clientela fiel, el restaurante ha readaptado su carta para incluir más gastronomía canaria, pero aún no está claro cuánto tiempo pasará hasta que vuelva a entrar un turista extranjero. "A ver cómo reaccionan cuando les pongamos un escaldón de gofio", bromeó López.

En mesas de dos, cuatro, seis y ocho personas, el Fataga puede poner manteles porque solo tiene un turno de comida. Si a las siete de la tarde aún queda algún cliente rezagado con la sobremesa o el gin-tonic, se le pide que abandone el local y se vuelven a montar otra vez todo el dispositivo de seguridad sanitaria para las cenas, precisó.

En el Mercado del Puerto, otro epicentro gastronómico de la capital antes del coronavirus, solo abrieron tres terrazas, La Niña, El Jaque Mate y Entre Copas y Palos, también con todas las mesas ocupadas y gente a la espera. El interior del recinto, donde se encuentran los comercios de alimentación y los principales restaurantes, cerró el domingo.

Además de las tres terrazas, la animación del Mercado del Puerto estuvo en el puesto de flotes del dicharachero Juan Dávila, que detrás de una cinta blanquiroja despacha flores y plantas a su clientela habitual y a los que buscan un regalo de forma desesperada. "Yo pensaba que iba a ser más costoso salir de esta situación, pero abrí desde el 11 de mayo y vamos escapando; no es igual que antes porque vendo la mitad, pero peor es estar cerrado", comentó.

Cuando se le preguntó por el futuro de su negocio, Dávila puso cara de enfado y dijo que lo ve "bastante negro", pero no por la pandemia o la crisis económica, sino "por la poca calidad de los actuales políticos españoles".

En su opinión, "todos los representantes públicos, sin salvar a ninguno, han valorado más la política que el bien del país, y en vez de remar juntos hacia el mismo lado, cada uno va por una dirección distinta y aleja la solución". "Yo creo -añadió- que la gente es solidaria y responsable, si todos tiramos de la cuerda para el mismo sitio, esta crisis sería llevadera, son los políticos que tenemos los que lo complican".

Al igual que Dávila en su floristería, Moneiva García se atrevió a mantener en funcionamiento la hamburguesería Tony's, con la autorización de ofrecer comidas para llevar, y ha sorteado del crisis desde su emblemático puesto de perros calientes de la calle Sagasta, abierto por su padre hace 46 años. Aunque desde hace dos semanas tenía permiso para instalar un terraza con dos mesas, ha preferido no hacerlo para dejar más a los clientes que llegan a recoger los pedidos. Desde hoy tendrá más trabajo.

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