La Provincia - Diario de Las Palmas

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Crisis del coronavirus La vuelta a la normalidad

Sin aglomeraciones en Los Nidillos

Vuelven las viejas rutinas entre paseos, baños y el pan moreno de la panadería Monagas

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Desescalada en Canarias | El barrio de La Isleta en plena fase 2

Nicolás Vega lleva más de una hora alongado hacia el mar en la zona de Los Nidillos a la espera de que una vieja o una salema pique en su anzuelo, pero no hay forma y eso que normalmente hay suerte. Deja la caña colocada bajo la vigilancia de su amigo Federico, se va a buscar el pan y vuelve tan contento de poder reanudar las viejas costumbres, que, en su caso, consiste en patearse el paseo o El Confital, depende del día, darse un baño en Los Nidillos, coger la caña, pescar algo y volver casa a la hora de comer. Esta es, salvo imprevistos, la agenda mañanera de Vega, un jubilado de 76 años que disfruta la vida como viene y solamente pide que no le mortifiquen.

Después de pasarse casi dos meses "resguardado" en su casa por la pandemia, está feliz de poder volver a su rutina mañanera. Si puede, de La Isleta no sale, asegura, porque a él no se le ha perdido nada fuera del barrio. Y menos, ahora. "Yo aquí pesco viejas y de noche lebranchos y también salemas, pero la cosa es pasar el rato. Hoy no he cogido nada. Estoy aquí desde las once y es raro porque este es un sitio bueno de pescado, por el marisco que crían las piedras y las sebas", explica Vega. Nacido en una de las casas que dan a Los Nidillos, se conoce la zona como la palma de su mano, desde las corrientes hasta las antiguas cuevas que había en el risco de la cala. No hay una peña o una roca cuyo nombre no conozca Vega. Y otro tanto de lo mismo le ocurre con los vecinos de la zona, con los que se pasa la mañana alegando.

"Yo me crié aquí. Yo aquí me siento seguro. No suelo salir del barrio y cuando lo hago cojo el coche para ir a comprar. Esto da vida. Sales de tu casa, das la vuelta a la esquina, luego te vas caminando para allá atrás". "Esto es vida".

Tampoco se apura su amigo Federico, aunque está en paro, porque de momento cobra la prestación. Se ha pasado la vida surfeando, sobre todo en El Confital, y la prohibición del baño desde hace tres años le tiene hablando solo. Explica que los surferos del Confital están pensando hacer un análisis de las aguas en la zona donde cogen las olas "para estar más seguros. Nosotros seguimos practicando, pero no queremos tener problemas con el Ayuntamiento o la Policía ". "¿De dónde viene la contaminación? Supongo que de filtraciones de los militares o de algún pozo negro, pero todo lo que sale de El Confital llega a Las Canteras, ojo!".

Ha tenido más suerte que Vega y ha pescado un sarguillo a primera hora de la mañana, pero no se puede quitar de la cabeza el desastre social y la pérdida de vidas que ha venido tras el coronavirus. "Lo peor es que mucha gente se ha quedado sin trabajo, sin dinero y hay mucha gente en la calle pidiendo. Y la gente que se ha muerto, aunque a veces para estar pasando miserias, más vale morirse", considera. Federico aprovecha para pedirle al Ayuntamiento que les ceda un local al Confital Surf Club en el pabellón de la entrada al Confital.

"El día está maravilloso", sostiene Miguel Santana, tras pegarse un chapuzón. "Estaba yendo a El Confital pero me llamaron la atención porque dicen que está contaminada. Ahora estoy viniendo todos los días a Los Nidillos, porque en Las Canteras hay mucha gente. Aquí estamos más seguros, sin lugar a dudas", sostiene Santana, a quien se le ha fastidiado el viaje que tenía previsto a Cádiz. "Por la tarde sí viene más gente aquí, por eso vengo temprano. Salgo como nuevo de aquí. La vida es un momento nada más, que diría Machín, y hay que disfrutarla", señala. Algo parecido opina Luis Rendón, que tras finalizar su jornada de trabajo se dispone a gozar metido en el agua con su hijo Javier. "Aquí estamos liberados de la mascarilla. Yo hago lo posible por no contagiarme y no voy a sitios donde hay muchas aglomeraciones", comenta.

El pan moreno

Mientras los bañistas disfrutan del agua en Los Nidillos, el trabajo continúa incesante en la panadería Monagas de la calle Saucillo. No paró tampoco durante el confinamiento, aunque al principio lo pasaron muy mal porque de repente perdieron todos los encargos de los restaurantes cerrados y mucha gente dejó de ir. "Tuvimos que hacer un llamamiento por la página del Facebook diciendo que íbamos a cerrar y la gente respondió y aquí seguimos. Escapamos gracias a la gente", explica Teresa Pérez Curbelo, empleada de esta panadería de La Isleta donde el pan se sigue haciendo de la misma manera que hace casi cien años.

Fue fundada en 1925 por Panchito Monagas y su biznieto Ángel Fernández Monagas ha seguido adelante con esta forma artesanal de hacer pan. En su horno de piedra se elabora un pan hecho a puño uno a uno, sin la intervención de las máquinas. De ahí le viene su nombre de pan de puño.

La estrella de la tienda es el pan moreno, el de toda la vida, hecho con trigo, harina y sal. Y luego está el pan de cereal, integral cien por cien y un sinfín de delicias como los panes de huevo, de chorizo de Teror, chocolate, pasas, nueces y gofio. Juanma Morales, uno de los clientes habituales de la panadería, resalta que el pan, en general, "está buenísimo. Si luego te hacen un bocadillo con chorizo de Teror y te lo ponen un poquito al horno, no hay palabras para describir lo rico que está". Morales ha ido a comprar matahambres, su dulce preferido, pero a su juicio todo está bueno, las palmeritas o las milhojas francesas o de merengue. "Pero los matahambres te entran por los ojos y por todas partes", bromea Morales.

Ángel Fernández es la cuarta generación que está al frente de la panadería, oficio que heredó de su madre y que volvió a recuperar en 2014 en otro local, tras un breve periodo en el que el negocio permaneció cerrado.

"Yo llevo aquí seis años. La gente se sigue acordando del renombre del pan y yo tengo clientes de mi abuelo y de mi madre. Por eso busqué un local lo más próximo a mi casa. El pan se hace como en 1925. La metodología es la misma. No usamos nada de química, ni conservantes ni nada de eso".

Recuerda que el pasado marzo, tras la declaración del estado de alarma, fue "muy complicado" para el negocio porque la gente se marchó en masa a los supermercados. "Lo pasamos realmente mal y por primera vez en seis años pedí ayuda al barrio a través de facebook. Intentamos concienciar a la gente de la importancia de mantener los pequeños comercios del barrio, porque si la gente no acude las panaderías, los bazares, las carnicerías, entre otros, nos vamos a pique. Esa es nuestra lucha constante".

La gente volvió, pero este mes empieza otra vez a flojear la clientela porque la gente está yendo ahora en masa a la playa y a las terrazas.

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