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La millonaria, el dictador y el yate de lujo

El Puerto de La Luz acoge durante la pandemia al 'Sea Cloud', un velero construido en 1931 para la dueña de General Foods que también perteneció a un sátrapa caribeño

Marjorie Merriweather Post, en la cubierta del velero con su hija y una tortuga. LP

En el Puerto de La Luz descansa desde abril un fragmento flotante de la Historia del siglo XX. El Sea Cloud, un velero de lujo que ya se había convertido en habitual del Archipiélago en las últimas décadas ofreciendo viajes exclusivos a una clientela selecta, ha hallado refugio en Las Palmas de Gran Canaria durante la tempestad provocada en la industria de los cruceros por la pandemia del coronavirus. Consignado en la Isla por Marítima del Mediterráneo, permanece atracado en la cara norte del muelle Santa Catalina, aunque puede pasar desapercibido al estar junto a su hermano, el Sea Cloud II.

A simple vista no se aprecia, pero lo que los distingue es su pasado. El Sea Cloud comenzó a navegar en 1931 y desde entonces ha tenido propietarios tan dispares como una millonaria que popularizó las comidas congeladas tras descubrirlas a bordo, un dictador cuyo cadáver embalsamado viajó de incógnito en una de sus bodegas después de su asesinato y hasta la Marina estadounidense, que lo utilizó como patrullero durante la Segunda Guerra Mundial.

El Sea Cloud fue un encargo de Marjorie Merriweather Post, una mujer cuya vida daría para una serie de época sobre la alta sociedad estadounidense. Millonaria de cuna, a los 27 años heredó Postum, una compañía cerealera que la convirtió en la mujer más rica de su país en 1914. Bajo su mando, la firma acabó transformada en uno de los mayores conglomerados internacionales de la industria de la alimentación, General Foods. De gustos refinados, entre sus lujosos caprichos no solo se encontraba este barco que ella misma decoró con huevos Fabergé y chimeneas de mármol de Carrara, sino también joyas históricas que habían pertenecido a la familia de Napoleón Bonaparte, arte ruso prerrevolucionario o villas como Mar-A-Lago, la mansión de Florida que décadas después acabaría en manos de Donald Trump.

El barco de Merriweather -que aún no se llamaba Sea Cloud, sino Hussar V; el cambio llegaría tras el divorcio de su segundo marido, un broker neoyorquino que también había participado en su construcción- recibió a reyes, aristócratas y millonarios durante buena parte de los años 30. Sus invitados -entre los que un día podían encontrarse los reyes de Noruega y otro los duques de Windsor- asistían, como en cualquier fiesta de alto postín, a espectáculos gastronómicos. En uno de ellos la empresaria presentó ante los asistentes una nueva técnica para la congelación de alimentos que compró a su creador y con la que dio el primer paso de la entonces incipiente industria de la comida congelada.

Tras las fiestas y los viajes familiares durante nueve meses al año, la nave se convirtió en una embajada flotante de Estados Unidos. Ocurrió en 1935, cuando el tercer marido de Merriweather fue designado embajador en la URSS y el Sea Cloud atracó en la actual San Petersburgo, por entonces conocida como Leningrado. No fue el único servicio del velero para el gobierno de Washington: unos años después, al estallar la Segunda Guerra Mundial, fue cedido a la Marina, que lo destinó al servicio meteorológico y a la búsqueda de submarinos tras despojarlo de todos los lujos que había en su interior e incluso quitarle los mástiles.

El Sea Cloud regresó a su propietaria tras la guerra, aunque Merriweather acabó vendiéndolo unos años más tarde a alguien que ya conocía de sobra el buque porque había acudido a más de una fiesta a bordo, Rafael Leónidas Trujillo. El dictador dominicano, uno de los más despiadados de América Latina en el siglo XX, lo rebautizó como Angelita en honor a una de sus hijas, aunque fue otro de sus vástagos, Ramfis, quien más lo utilizó.

Muerto a bordo

El palacio flotante del sátrapa dominicano se convirtió en el escenario de las fiestas de su hijo con una corte de estrellas más o menos destacadas de Hollywood. Los Trujillo vivieron a bordo del barco episodios llenos de excesos, aunque posiblemente ninguno tan representativo de esta saga como el que protagonizó el propio cuerpo del dictador después de su asesinato en 1961.

Ramfis embarcó el cadáver embalsamado de su padre a bordo del Angelita. Quería huir a Europa y en la isla corría el rumor de que en el velero viajaban también 95 millones de dólares en oro procedentes de la fortuna obtenida por los Trujillo gracias a la dictadura. El muerto estaba allí cuando el barco recibió la orden de regresar a la República Dominicana mientras navegaba cerca de Canarias, pero los lingotes no. Tras un periplo por cementerios dominicanos y franceses, sus restos acabaron en Mingorrubio, el mismo camposanto madrileño al que ha ido a parar otro tirano, Francisco Franco.

El Angelita -rebautizado primero como Patria y después como Antarna- acabó pasando a ser propiedad de un empresario estadounidense que trató de restaurarlo, aunque una disputa con las autoridades estadounidenses mantuvo al velero en el dique seco. Una pareja se comprometió a pagar el resto de la reparación y a alquilarlo para convertirlo en sede de su proyecto de escuela en alta mar, pero el propietario los denunció porque no consideraba satisfechas sus demandas económicas. Con los alumnos ya a bordo, el buque fue confiscado y llevado a Panamá, donde permaneció inmovilizado ocho años.

Fue en 1978 cuando el Sea Cloud recuperó el nombre que le puso Merriweather. Un empresario alemán lo compró y se encargó de restaurarlo, aunque hasta 1994 no pasó a mano de sus propietario actual, el armador alemán Hermann Ebel, que también comisionó el Sea Cloud II y comenzó a realizar los cruceros que desde entonces los traen a Canarias. La naviera ya ha anunciado que cuando retome la actividad enviará a los dos buques al Caribe, pero en el Archipiélago permanecerá su nuevo velero, el Sea Cloud Spirit, cuya construcción aún continúa en Vigo.

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