Tienen un porte tan majestuoso que la cultura popular las ha convertido en las reinas de las mariposas. Las monarcas llegaron un día a Canarias arrastradas por los vientos del Atlántico en una de sus impresionantes migraciones, las de mayor envergadura entre los insectos, y se han convertido en otro icono más de la vida natural en Canarias. En las islas han encontrado un lugar donde vivir y gente que cuida de ellas, como los miembros de la Asociación Cultural Amigos de la Mariposa Monarca Salvaje de Canarias, que aspiran a mejorar el hábitat del lepidóptero en el Archipiélago.

"Queremos poner en valor la necesidad de protección de nuestra mariposa monarca canaria", explica uno de los miembros de este colectivo, nacido a partir de un grupo de amigos del barrio capitalino de Alcaravaneras pero ya extendido a toda la ciudad. Entre ellos se intercambian trucos, consejos e incluso huevos del insecto, ya que una de sus grandes pasiones es la cría del animal en sus propias casas.

La asociación es un punto de encuentro para los amantes de estos lepidópteros, pero sus objetivos van más allá de observar en privado cómo crecen y se transforman de oruga a crisálida y después a mariposa. "Solo pretendemos que se conozca y que se preste más cuidado a su hábitat en Canarias", explica este miembro, del colectivo, que al igual que el resto prefiere guardar el anonimato "porque el protagonismo tiene que ser para ellas".

Las mariposas monarca dependen en gran medida de las asclepias, unas plantas conocidas también como algodoncillos que les sirven para depositar sus huevos y como alimento durante buena parte de su ciclo vital. Por ello, la asociación quiere que las instituciones públicas fomenten el cultivo de esta especie en los jardines públicos, ya que las consideran auténticos mariposarios naturales. Para ello, agregan, es necesario formar a los equipos de jardinería en su cuidado.

El cuidado de una mariposa monarca es relativamente sencillo en una casa, por lo que los miembros de la asociación también quieren fomentar su presencia en las viviendas del Archipiélago. Para ello, aseguran, solo es necesario disponer de una asclepia de cierto porte que permita a los animales alimentarse y depositar sus huevos.

La capacidad de reproducción de la especie no es desdeñable: una de las socias ha logrado tener hasta 43 en su propia casa. Además, su relación con los humanos no es tan distante como la de otros insectos: suelen acercarse sin temor hasta que, algunos días después de dejar sus crisálidas ya convertidas en mariposas, emprenden el vuelo. "Queremos dar la oportunidad de colaborar en incrementar el censo de estas mariposas a toda la ciudadanía", agregan desde el colectivo.

Para que el número de personas que crían mariposas monarca en casa aumente no solo es necesario divulgar sobre el animal entre la población de las islas: también hay que contar con la complicidad de empresas que pueden facilitar el proyecto. Desde la asociación tienen previsto entablar conversaciones en este sentido con algunos viveros de Gran Canaria, que tienen en su mano poner a la venta asclepias de mayor porte en las que los lepidópteros pueden hacer su vida.

La mariposa monarca no solo es la de mayor envergadura de Canarias. Este lepidóptero, que compite en belleza con otra habitual de las Islas como es la Vanessa de los cardos, realiza una de las mayores migraciones conocidas entre los insectos. Las primas americanas de las asentadas en Canarias vuelan cada año desde Canadá hasta México en una travesía de varios miles de kilómetros y se cree que fue en uno de esos viajes cuando cruzaron el océano hasta llegar a la Macaronesia, donde su presencia también ha sido confirmada en Azores y Madeira.

Su ciclo de vida, agregan desde la asociación, es algo mayor que el de otras mariposas y pueden llegar hasta cerca de un mes. De los huevos depositados en las asclepias nacen unas larvas que lo primero que hacen es comerse esa envoltura. A partir de entonces, las orugas se alimentan sin parar y crecen durante 15 días hasta alcanzar un tamaño 3.000 veces superior al que tenían. De hecho, durante todo ese tiempo llegan a mudar de piel hasta cinco veces e incluso se desprenden de una cáscara que durante las primeras etapas protege su cabeza. Por último, las llamativas orugas amarillas, negras y blancas se convierten en mariposas en unos 10 días, tiempo durante el que permanecen en la crisálida. Durante esta metamorfosis, el color de la envoltura va cambiando desde el verde original hasta que se vuelve transparente y deja ver los tonos de la mariposa que está por salir a reinar entre los lepidópteros.