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Crecen los repartos de comida en Jinámar

La Asociación Guaxayra Aguax solicita una subvención para pagar el transporte de alimentos

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Reparto de alimentos en Jinámar

Apenas pasan unos minutos de las 12 del mediodía. Lorenzo Calero acaba de completar su cuarto viaje en la misma mañana desde el Banco de Alimentos. En esta última ocasión lleva la furgoneta cargada con decenas de cajas de plátanos de 15 kilos cada una. "Ya toca volver a casa", señala cansado. A lo largo de la jornada ha ido trayendo papayas, cebollas, calabacinos, entre otras frutas y verduras hasta la sede de la Asociación de Ayuda de Alimentos Guaxayra Aguax, situada en las ramblas de Jinámar. Este colectivo, liderado por Basilio Hernández, lleva una década dando de comer a centenares de personas. Actualmente, a raíz del colapso económico provocado por la pandemia de la Covid-19 el número de familias al que atienden mensualmente supera las 700.

"Ha sido un hormigueo constante", señala Hernández. A su alrededor, una veintena de voluntarios se afanan en terminar de preparar los paquetes del día. Es viernes y tienen programado repartir alimentos a una treintena de familias, aunque finalmente serán menos las que se acerquen hasta la sede de la asociación. ¿Su principal reivindicación? Lograr una subvención para poder soportar el coste de los camiones que cada quincena les trae comida y productos de primera necesidad desde el Banco de Alimentos y unas tres veces al año de Cruz Roja con un cargamento donado por la Unión Europea. "Estamos poniendo dinero de nuestro bolsillo, cada socio aporta lo que puede", señala, "hasta nos hemos planteado cerrar", asevera resignado.

Actualmente desde Guaxayra Aguax preveen ayudar a unas 700 familias, destaca Hernández. "Registradas tenemos 617 y otras 100 están en proceso", apunta. Y es que desde que comenzara el estado de alarma el pasado marzo comenzaron a llegar hasta sus puertas personas que acababan de entrar en un ERTE, "incluso gente con negocios, pequeños empresarios con tienditas y bares de barrio, que no podían hacer frente a la falta de ingresos", añade este vecino de Jinámar.

Su labor no se limita a las Ramblas de Jinámar, el barrio con menor renta de toda la provincia de Las Palmas -unos 4.756 euros al año por persona en base a los últimos datos de la Agencia Tributaria-. Reparten a personas de todo el Valle, de Telde casco, o de diferentes zonas de la capital, tres días a la semana: lunes, miércoles y viernes. Eso sí, todas las familias se someten a un control riguroso. "No atendemos a nadie que no haya pasado primero por los servicios sociales de los ayuntamientos", apunta Cristina Vega, voluntaria desde hace seis años.

Lo tienen todo controlado al dedillo. "Al llegar nuevos les hacemos una ficha, con su nombre, dirección y teléfono por si ocurre cualquier cosa", apostilla. Primeramente, desde los servicios sociales deben traer una carta de derivación que les acredite la necesidad de ir en busca de un reparto de comida, explica. Esta incluye cuantas personas forman un mismo hogar o el tiempo en el que tendrá el derecho a este subsidio. "Normalmente a los jóvenes se les dan tres meses, prorrogables, porque se entiende que podrían encontrar un trabajo; pero a los mayores jubilados les dan hasta un año", destaca Vega.

En su caso, llegó a Guaxayra Aguax cuando la invitaron a colaborar con una operación kilo, "y ya me quedé", indica. "Cuando no trabajo [ahora lleva en paro desde marzo] vengo a ayudarles, lo importante es echar una mano", señala. Mientras, Almudena Santana Correas está en una situación similar, en su caso en ERTE pues trabaja como monitora infantil. Es otra de las voluntarias que lleva la parte administrativa de la asociación. "Intento aportar lo que puedo, hay gente que viene aquí para que les haga la declaración de la renta o les explique temas de papeleo", añade.

En su caso, Santana lleva cinco años y además de sacar adelante temas administrativos, también ha hecho repartos a domicilio, sobre todo a raíz de la pandemia de la Covid-19. "De manera altruista, les he llevado la comida a casa a personas mayores, con discapacidades o con enfermedades de riesgo, para no exponerles a contagiarse", explica. Lo cierto es que desde la llegada del virus a la Isla, el número de personas a las que atienden en un solo día se puede haber disparado de 25 repartos a 38, subrayan las voluntarias.

Patricia es una de esas personas que llegó a este modesto local de la rambla de Jinámar en abril. Vecina del Valle, prefiere mantener sus apellidos en el anonimato. "El único sueldo fijo que entraba a casa era el de mi madre, que trabajaba de camarera de piso en un hotel, y ahora está en ERTE", apunta la joven. Mientras tanto, ella apenas cobra un pequeño subsidio por ser familia monoparental, pues tiene una niña de dos años y en casa tan solo convive con su progenitora, por lo que se vio obligada a permanecer desempleado al dar a luz, explica. "Es lo que hay, vine a través de los servicios sociales del Ayuntamiento porque ya no nos quedaba otra", detalla. Y es que la incertidumbre por la reactivación del turismo les tiene en vilo, al igual que a tantos otros hogares de las Islas.

Son varios los camiones de hasta 30 palés que les llegan cada cierto tiempo para poder atender a esta demanda, explica Basilio Hernández. "Por eso es la única ayuda que le pedimos a las instituciones, los gastos de facturas los asumimos nosotros", señala. El año pasado recibieron una subvención por parte del Ayuntamiento de Telde, la cual emplearon una parte en pagar al transportistas y otra menos cuantiosa en comprar comida para el almacén que tienen en las Ramblas.

"Estamos afrontando la situación ahora por último muy mal, nos queda dinero para unos cuatro viajes más", afirma Hernández. A partir de ahí, no saben bien qué harán si no reciben una solución por parte de las instituciones, se sincera. De ahí que solicite una implicación por parte de los ayuntamientos de Las Palmas de Gran Canaria, Telde, Cabildo y/o Gobierno de Canarias. Más teniendo en cuenta el incremento de la emergencia social en los últimos meses por la pandemia.

Pero, lo cierto es que la labor de este grupo de vecinos de la Rambla comenzó hace ya una década, cuando Hernández pensó que era algo necesario en el barrio. Mari Rodríguez, residente en el Valle, lleva ya un año acudiendo a la asociación. "En casa nadie está trabajando y la asistente social me derivó hasta aquí", apunta, mientras termina de recoger uno de los paquetes que se llevará a casa con cartones de huevos, cajas de leche, galletas, aceite, garrafas de agua y unas cuantas papayas. Durante años estuvo ocupada, de manera precaria muchas veces, en ayuda a domicilio, limpiadora y hasta jardinera, enumera.

Tras ella se alinean en fila india las últimas familias del día en recoger sus paquetes. Entre ellas está Cecilia Espino. Vecina de Jinámar, vive como puede con una pensión no contributiva, por lo que es asidua a la asociación desde hace más de dos años, aunque anteriormente acudió a otros lugares de reparto. "Tarde me enteré, de haber venido antes no habría pasado más de cuatro calamidades", explica resignada.

Los voluntarios de la asociación se han visto obligados a cambiar el método de reparto a raíz de la pandemia. "Antes entraban en el almacén y también nos ayudaban, pero ahora con el virus no les estamos dejando, preparamos todo dentro y se lo entregamos fuera", explica Santana. De hecho, describen las primeras semanas bajo el estado de alarma como "complicadas", cuando las mascarillas brillaban por su ausencia. Con todo, lo cierto es que han crecido los repartos de comida en Jinámar.

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