Cuarenta años han pasado ya desde que la niña Belén María Sánchez Ojeda perdiera la vida atropellada por un vehículo mientras se manifestaba con los estibadores por la defensa de sus derechos laborales, pero los portuarios no la han olvidado. Desde entonces no han hecho otra cosa que mantener viva la memoria de la que considera patrona de los portuarios.

La violenta muerte de Belén María, cuando recién había cumplido los 16 años, conmocionó tanto a los trabajadores portuarios y a la sociedad canaria, que ha quedado grabada en la memoria colectiva con un sentimiento que algunos definen como "una espina clavada en el corazón", por su juventud y por la forma en que perdió la vida, tras ser arrastrada por un coche durante sesenta metros. Todos los años por esta fecha, la emoción invade el alma de los presentes en medio de las flores blancas y la suelta de palomas de la tradicional ofrenda. Belén María se ha convertido a lo largo de estos años en una especie de faro, en un símbolo de lucha, de unidad y de dignidad. Así lo aseguran los estibadores que se refieren a ella como su patrona.

Tal y como reflejan los escritos que dejó y los que la conocieron, Belén María despuntaba a su edad como una mujer vitalista, inteligente, con ideas propias y tremendamente consciente de la necesidad de luchar por la igualdad de la mujer y por mejorar las condiciones laborales de la clase obrera. Su entierro, al que acudieron más de 30.000 personas, fue la mayor manifestación de duelo que se recuerda en la isla. La comitiva recorrió caminando los ocho kilómetros que separan La Isleta del cementerio de Vegueta y la gente se iba sumando a lo largo del recorrido.

El conductor del Alfa Romeo rojo que la mató aseguró en el juicio que aceleró porque se puso nervioso, tras el zarandeo de su coche. Otros testigos manifiestan que se limitó a acelerar siguiendo las órdenes de un policía, sin importarle la gente que se llevó por delante.

En aquel momento era su padre el que estaba en la batalla y no dudó en salir a la calle a sumarse a la concentración de protesta a la entrada del Puerto de La Luz, justo en la rotonda que lleva su nombre, mientras las mujeres de los portuarios y sus hijos más pequeños permanecían encerrados en la iglesia del Carmen, en La Isleta. El conflicto estaba tan enconado que los familiares decidieron motu proprio sumarse a las movilizaciones.

La democracia estaba dando sus primeros pasos en aquel 1980 y los estibadores libraban en el Puerto de La Luz y en todos los puertos españoles una dura batalla en defensa de sus puestos de trabajo y en contra del intento de privatización de una parte de la estiba. "Ni un paso atrás", se leía en una de las pancartas de este colectivo históricamente combativo.

Los vientos que soplaban en aquel momento eran muy similares a los que provocaron la última batalla protagonizada por los estibadores, la que que se ha librado desde 2017 para evitar la precarización de las condiciones laborales, hasta que se alcanzó con el actual Gobierno de España un acuerdo marco, el quinto del sector, que ahora se encuentra sólo pendiente de que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) lo ratifique para iniciar su aplicación.

En aquel momento, la muerte de Belén María fue providencial para vencer las resistencias del poder a la firma del nuevo convenio laboral. Y es que la tragedia elevó de tal manera el nivel de crispación e indignación del colectivo tanto en La Luz como a nivel nacional, que obligó al gobierno de entonces a ceder y alcanzar un acuerdo.

Ayer lo recordaban los estibadores más viejos, algunos de los cuales siguen acudiendo como cada año de los últimos cuarenta, a la ofrenda floral. "Es muy triste que sea así, pero gracias a esa tragedia ese convenio que no se iba a firmar, se firmó finalmente. Gracias a la muerte de ella conseguimos salvar nuestros trabajos, estamos nosotros jubilados y los muchachitos nuevos trabajando. Luchábamos por la comida de los chiquillos. Yo llegué a estar 48 horas ingresado en comisaría y no me avergüenza decirlo. Al contrario, para mí es un orgullo porque luchábamos por la defensa de la comida de la familia. Casi se forma una guerra civil", afirma Juan Jiménez, ya jubilado, que presenció la tragedia y para quien la muerte de Belén María sigue siendo "una espina clavada en el corazón. Para mí es como una hija mía, porque gracias a su muerte están todos los trabajadores bien". Jiménez también resultó herido la misma tarde de la muerte de Belén María en el rebotallo que se formó tras el atropello que la mató y tuvo que ir a la clínica a que le enyesaran un brazo, recuerda su esposa Bárbara Martínez, que sólo ha faltado un año desde entonces a la cita con Belén María, porque su hija estaba en el hospital.

"Nosotras, todas las mujeres estábamos en la iglesia del Carmen. La madre también estaba con nosotras y cuando fueron a pedir sangre, la madre fue y en la clínica se enteró de que su hija estaba allí ingresada", rememora Martínez que recuerda que la niña murió al día siguiente del atropello.

"Para todos los portuarios mayores, los que vivimos aquella tragedia, Belén María es una hija. Estuvimos luchando frente a la policía. La niña y otros hijos de los estibadores estaban en la carretera a la entrada de El Sebadal. Uno de los policías le dijo al coche que pasara y arrastró a la niña", recuerda . Eran las 17:40 de la tarde. "Ese mismo día", añade, "poco después a otro señor le quitaron un ojo con una pelota de goma. También ha venido a la ofrenda".

Para Antonio Fuentes, otro estibador retirado, Belén María "es un símbolo". "Recuerdo que cuando estábamos en guerra, muchos pasaban en los coches y nos preguntaban: "¿qué quieren, más dinero?". Y nosotros les contestábamos: "queremos un puesto de trabajo". Y se reían. A los pocos meses, algunos de esos fueron despedidos y nosotros seguíamos aquí", asevera Fuentes, quien resalta que la lucha sirvió para apuntalar toda una serie de derechos laborales.

Abraham Sánchez, uno de los tres hermanos de Belén María y también estibador, aún se emociona cuando habla de ella. Ayer acudió a la ofrenda junto a sus otros dos hermanos Juan y Orlando y una tía. La madre Josefa (Fefa) Ojeda Falcón, que tuvo que sobrellevar la trágica muerte de su hija y también la de su marido en otro accidente ocho años después, falleció hace un año, pocos días antes del 39 aniversario de la muerte de la niña. Abraham tenía ocho años cuando su hermana murió, pero se acuerda como si fuese ayer. "Estábamos los niños y las mujeres encerrados en la iglesia del Carmen. Los más mayores estaban allí y los más jóvenes justo aquí donde hoy está la escultura", recuerda Abraham, para quien su hermana es "un referente en el Puerto y en otros puntos de la Península cada vez que hay un conflicto".

Asegura que además del dolor de perder a su hermana para él fue muy complicado, además de ver a su madre destrozada, contemplar totalmente hundido a su padre, "un estibador fuerte, alto y enorme. De la misma manera vi a muchos portuarios, que eran hombres como castillos. Para mí fue impresionante". "Cada vez que tenemos cualquier conflicto nos acordamos de ella para no bajar la guardia y nos ayuda a seguir en el camino. En aquel momento se consiguió un avance bastante bueno y cada vez que tenemos algún conflicto tanto aquí como a nivel nacional nos acordamos de ella y en parte gracias a ella seguimos batallando", sostiene. Algo parecido resalta Maximiliano Díaz, presidente de la Asociación Sindical de Estibadores Canarios (ASEP), quien resalta que la muerte de Belén María "sigue siendo una gran tragedia no sólo para los trabajadores jubilados que vivieron la tragedia en directo sino para los nuevos, quienes también la consideran la patrona de la estiba. Desde los ochenta fue un icono de la lucha obrera y para muchos colectivos" tradicionalmente combativos como los guagüeros. "Y para los estibadores es la patrona".

"Los estibadores no hubieran querido que pasara, pero la muerte de Belén María fue fundamental para que aumentara la presión en las calles y se cerrara el acuerdo. Después de la tragedia se disparó el grado de crispación, el gobierno no sólo tenía a unos obreros luchando por sus derechos sino la muerte de una niña por medio y hay que reconocer que fue fundamental en el posicionamiento en las negociaciones y a la hora de cerrar el conflicto", reconoce. "La lucha aquella", añade, "era parecida a lo que hemos estado viviendo hasta hace poco, porque lo que se pretendía era la privatización de la profesión de la estiba". Resalta que "desde hace 40 años no hay un solo día que no se celebre la misa, que no se haga la ofrenda en la plaza. Vamos pasando la memoria de Belén María de generación en generación y metiendo su gesta en las venas de los nuevos estibadores, recordamos como se perdió una vida y como fueron las madres y los niños los que fueron a apoyar a sus padres. La memoria de Belén María no debe morir mientras haya estibadores y tiene que seguir presente", sostiene Díaz que ayer acudió al acto junto a históricos líderes del colectivo, entre ellos Manuel Hernández , Pepe Marrero, y Miguel Rodríguez. También acudieron el alcalde Augusto Hidalgo, los concejales Pedro Quevedo, José Eduardo Ramírez y Mary Carmen Reyes y el consejero Carmelo Ramírez.