La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Menos tapas y menús

La restauración capea agosto con los clientes habituales ante la falta de turistas - El cierre de oficinas por vacaciones y el teletrabajo también hacen mella en la caja

25

Terrazas de bares en la capital grancanaria

Menos clientes y menos comidas y tapas que servir. La restauración, uno de los sectores más afectados por la crisis provocada por el coronavirus, no ve la luz al final del túnel. La caída en picado del turismo, el aforo limitado de los locales y el que algunas empresas mantengan aun el teletrabajo a sus empleados ha repercutido en una bajada de la clientela, a la que se suma ahora las vacaciones de los residentes y clientes habituales. La gente que se sienta a tomar algo en una terraza opta por consumir un refrigerio rápido y no entretenerse con raciones ante las incomodidades de la mascarilla y el riesgo al contagio. Eso es lo que comentaban ayer encargados y dueños de locales de la zona de Triana, menos concurrida para ser un sábado y aun con rebajas.

"La gente pide una cervecita, un café, un vermú, pero no suele comer. Cuando damos comida es que hay un turista sentado", decía ayer Adrián Santana, encargado de la terraza El Modernista del parque San Telmo, que recordaba como tras el desconfinamiento había hasta cola para solicitar una mesa en el quiosco. "Al principio era un boom, se hacía hasta cola, pero con el paso del tiempo a esta nueva normalidad ha bajado la clientela".

El joven confesaba que agosto suele ser un mes malo para la hostelería de la capital porque los residentes suelen irse de vacaciones fuera o al sur de la Isla, aunque se compensa en parte con la llegada de los extranjeros y los peninsulares. Este año ni una cosa, ni otra. "Hace dos semanas que vemos un poco más de gente; y lo sabemos por el bote. Aquí lo normal es que la gente deje unos 10 o 20 céntimos y cuando llega un turista caen los 80 o 90 céntimos, pero la situación está floja", explicaba el encargado, que reconocía que los turistas que llegan son alemanes, ingleses y algún francés. "De la Península, pocos y la mayoría son de Madrid".

El local, con un aforo de 120 personas, ha tenido suerte porque al ser el único que existe en el parque puede instalar todas las mesas que tiene. Pero por más sillas y mesas que se extienden el público no termina de llegar como antes de la pandemia. "Solemos atender a los de siempre, a los que vienen todos los días a tomarse algo. Pero no comen; los extranjeros sí suelen hacerlo", añadía Adrián.

El camarero reconoció que al no dar tantas comidas como antes han tenido que dejar de contratar a la persona que venía de refuerzo para echarles una mano a la hora del almuerzo ya que los tres se defienden con la clientela que viene ahora.

La mayoría de la clientela que había a media mañana por Triana y las calles adyacentes estaba sentada en una cafetería, panadería o piscolabis tomando un desayuno o tentempié. Algunos locales de restauración ni siquiera habían abierto a esa hora sus puertas por lo que no tenían ni mesas instaladas, y, los que estaban abiertos, tenían bastantes mesas vacías. Los más conocidos a nivel gastronómico por los residentes - el Pizco, el Pata Mig, por ejemplo- contaban con más clientes en las terrazas.

Tras la pandemia ocho locales de restauración de la zona no han sobrevivido, sin embargo, a la crisis económica impuesta por el coronavirus, según la asociación de comerciantes de la Zona Abierta Triana. Y muchos locales abiertos mantienen aun a empleados en el Erte -Expediente de Regulación de Empleo Temporal- ante la falta de público que anime el negocio.

La panza de burro no acompañaba tampoco a ocupar una mesa con ganas para refrescarse; ni siquiera por el cansancio de ir de rebajas. Y es que las principales firmas que hay asentadas en la calle Mayor están agotando sus descuentos o han trasladado sus existencias rebajadas a los centros comerciales con alguna estrategia comercial por lo que el tránsito de personas también se resiente en la zona al no existir ya dicha atracción. Si a ello se suma que la primera quincena de agosto suele ser la preferida por la mayoría de los residentes para irse de vacaciones, la imagen que presentaba este sábado la calle comercial era más bien tristona ante la falta de bullicio de los paseantes.

El dueño de Triana Tapas, en la calle Torres, declaraba que han tenido que retrasar el horario de apertura porque hasta la hora del almuerzo apenas tienen clientes los sábados. "Antes abríamos a las 10.30 y ahora lo hacemos a las 12.30 horas", contaba Pablo López. En su opinión, el miedo a contagiarse por el coronavirus está frenando a las familias y a los grupos de amigos a salir como antes de la crisis sanitaria-

El empresario, que lleva siete años con el local, también reconocía que habían disminuido las consumiciones de tapas y menús dado que hay menos turistas y muchas oficinas abiertas por la zona. "Nosotros tenemos clientela de oficinas y de bancos y ahora con el teletrabajo no vienen a comer por lo que, entre semana, a las cinco de tarde hemos cerrado", apuntaba.

Pablo López tenía ayer suerte porque una vecina de la casa de al lado del local salía por la puerta y le reservaba una mesa para almorzar para dos. "Es la segunda vez que vienen esta semana", señalaba agradecido el hombre, que sostenía que gracias a la clientela habitual escapaban de la crisis que ha provocado la pandemia, ya que tampoco ven a turistas aparecer por el local.

"Los jueves si que hay gente; por los jóvenes, aunque a las once estamos recogiendo porque ya se empiezan a ir a los locales de copas", añadía.

El balance de julio había sido de un 60% menos de venta que el año anterior por las mismas fechas por lo que dos trabajadores de los cinco que son seguían en el Erte. "Esperemos que la cosa se anime en la segunda quincena de agosto con los peninsulares y un poco más en septiembre con la apertura de los colegios, aquí hay uno cerca y vienen muchas madres a desayunar y almorzar", expresaba esperanzado.

En La Gamba, Idaira Medina aun no había instalado ninguna mesa en la plaza de Las Lagunetas, vacía de personal al mediodía. "Hasta la hora del aperitivo no hay gente", afirmaba la joven, que no notaba especialmente un bajón en el negocio tras el covid-19 dado que el bar se sostiene principalmente de clientela fija residente y del servicio de bebidas.

La escasa afluencia de público se notaba también en las calles adyacentes a la calle mayor, donde algunas tiendas han tenido que echar el cierre o han cerrado por vacaciones. Rincones que en otras épocas de normalidad estaban atestados de gente un sábadoy en los que ayer se podía caminar sin dificultad. También por la disminución de sillas y mesas a causa de las restricciones sanitarias de aforo en los locales.

La crisis económica tras la pandemia del coronavirus también ha afectado a los feriantes, que han visto truncadas sus giras por los pueblos en fiestas. El Ayuntamiento les ha facilitado su estancia en el parque de San Telmo durante este mes, sin tener que pagar tasa de suelo, para salir del paso pero a ellos tampoco les llega la clientela. Tomás Rodríguez, uno de los ocho feriantes instalados, confiaba en que el consistorio les permitiera estar también el mes de septiembre dado que no van a poder ir a ninguna parte. "Si en una iglesia han puesto aforo, porque nosotros no podemos estar en un pueblo, aunque no estén en fiestas", se lamentaba el dueño de un carrito de chuches.

Compartir el artículo

stats