Poco queda de aquel Tamaraceite frontera entre la ciudad y el incio del campo de Gran Canaria. El verde que antaño se expandía por esta zona, hoy barrio de Las Palmas de Gran Canaria, es prácticamente inexistente. Los numerosos edificios que amordazan a las pocas casas terreras que todavía resisten en el entorno, el alquitrán de la circunvalación capitalina y la proliferación de centros comerciales han transformado por completo un paisaje del que incluso la colonia de lagartos gigantes que habitaba el barranco fue desplazada a otro lugar para que pudiera sobrevivir. A esta estampa se suma el nuevo parque urbano proyectado por el Ayuntamiento para el esparcimiento de los ciudadanos y conectar con otras zonas naturales del entorno como el Corredor Verde, el parque medioambiental de San Lorenzo y el parque de La Mayordomía. Sin embargo, la primera fase, abierta al público esta semana, de momento, no convence a los pocos usuarios que se han acercado hasta las instalaciones.

Las primeras impresiones son prácticamente unánimes: mucho cemento y poca sombra. "Es una pena lo que han hecho, en vez de aprovechar que esto era campo y hacer un parque natural han plantado una explanada gris y una escultura que no se entiende y que no da sombra", afirma Maripino Suárez, vecina del barrio desde hace más de tres décadas. "La verdad es que no dan muchas ganas de venir a pasear, hay más árboles para dar sombra a los coches -del aparcamiento colindante- que a las personas", lamenta mientras señala los alcorques en los que están plantados los árboles del parque y apunta que "apenas les dejan espacio para crecer y les ponen un pizco de tierra".

Sin columpios ni toboganes

A pocos metros, en la zona de juegos infantiles, Naty Díaz, vigila a sus hijas mientra juegan en una estructura de madera, el único atractivo que tiene el parque para los más pequeños. Natural de Galicia y afincada en Gran Canaria desde hace doce años, esta vecina de la capital expresa que es incompresible que "los parques en Canarias, donde casi siempre hace sol, no cuenten con más árboles para hacer sombra", más que como simple decoracción ornamental. "No tiene sentido este parque porque no hay nada, es solo una explanada, y tampoco le veo la utilidad a la escultura en la que han debido de gastarse un dineral", afirma.

Al acercase su hija, Lara, confiesa que "el parque le parece aburrido y la madera de los juegos tiene astillas". Además, "la red se te clava cuando te caes porque está unida con hierros y te haces daño", explica la niña de ocho años que, tras unos minutos jugando en el entramado de madera y cuerdas, pierde el interés por la estructura. "Podrían haber puesto columpios o toboganes como en los otros parques", reclama una de las usuarias de menor edad en el recinto. Quien es una experta conocedora de las zonas de esparcimiento de la ciudad y confiesa que sus parques preferidos son el Juan Pablo II y el de San Telmo, conocidos por ella como "el de los patos y el del barco".

2,5 millones de euros

Mientras madre e hijas enfilan la salida, en el otro extremo Isabel García pasea junto a una amiga y su perro Kelly. Lo hacen arrimadas al muro de hormigón que delimita el espacio y amortigua el ruido y la contaminación de los coches que circulan por la circunvalación. "Es la única sombra que encontramos" y se preguntan si el Ayuntamiento "colocará al menos un toldo" en la estructura de hierro rojo que preside el parque. Un monumento del artista grancanario Juan Correa, titulado Corrientes, que se alza 20 metros sobre el suelo y se extiende a lo largo de 132 metros para emular un remolino de aire y, según el escultor, "el paisaje que define nuestros barrancos".

La impresión de García, añade, es también que el parque ya está sucio, a pesar de que no ha transcurrido ni una semana desde su apertura al público, "hay mascarillas, vasos y latas tirados en el suelo y, además, hay cascaras de pipas alrededor de los bancos". Unos modernos asientos de hormigón blanco, alguno con forma de mecedora y otros como tumbonas. Otro aspecto que destacó esta vecina de la capital es que "hay zonas con recovecos que no dan mucha sensación de seguridad", por lo que "no vendría aquí de noche", aseveró.

Por la entrada más cercana al centro comercial aledaño, avanzan Aday Sánchez y Adrián Santana, dos jóvenes de 16 años, que llegan desde Teror para conocer el parque. "Nos cogía de paso y nos acercamos a verlo por curiosidad", reconocen. A ellos no les desagradan estéticamente las instalaciones y resaltan que "está bien que tenga carril bici, aunque la verdad es que no hay mucha sobra como para pasar aquí la tarde". Tal y ocmo entraron los dos adolescentes, salieron y continuaron con su camino.

Tras varios minutos en los que el parque permaneció completamente desértico, Carlos Rodríguez apareció sobre su bicicleta desafiando al intenso sol de una tarde de agosto, en la que ni siquiera la habitual panza de burro daba ya una tregua. "He venido a estrenar el parque con la bici, pero habría preferido que el carril estuviera hecho de tierra para adaptarlo al entorno y aprovechar la naturaleza que hay alrededor", expresa cantimplora en mano tratando de recuperarse del esfuerzo. "No es un parque que esté muy céntrico y tampoco ofrece nada especial como para venir expresamente", subrayó antes de volver a pedalear hacia la salida.

Para la construcción de este parque el Ayuntamiento capitalino invirtió 2.572.122 euros, consignados al Fondo de Desarrollo de Canarias (Fdcan). La zona de espacimiento, de más de 30.000 metros cuadrados, se completará más adelante con una segunda intervención. El proyecto incluye la primera fase del lagartario, que se ha realizado en el cauce del barranco, y que cuenta con una superficie de 27.000 metros cuadrados. Según el Consistorio capitalino, una de las principales características de este espacio es que se trata de un "parque accesible e inclusivo".

A pesar de que los usuarios reclaman más vegetación en el espacio recreativo, el Ayuntamiento ha aprovechado la construcción del parque para replantar en el árboles y palmeras que han sido trasladados desde sus lugares originales con motivo de distintas obras que se han acometido en la ciudad. Se trata de ejemplares trasladados desde el paseo Blas Cabrera Felipe, la Avenida Mesa y López y los barrios de Escaleritas y Zárate. En concreto, hasta el momento se han plantado 157 ejemplares, 47 palmeras y 110 árboles, de los cuales 82 han sido transplantados desde otros lugares de la ciudad. Además, el parque cuenta con una ladera ajardinada con 3.000 unidades plantas, una superficie de césped de 5.000 metros cuadrados, un área de 2.000 metros cuadrados de carriles bici y una escultura que dispondrá de 130 luminarias tipo led, según detalló el Consistorio cuando abrió el espacio al público.

En la segunda fase del proyecto se construirá otro parque situado al este del actual, con 60.704 metros cuadrados. Según adelanta el Ayuntamiento, contará con zonas ajardinadas, áreas recreativas, un área deportiva de 2.000 metros cuadrados, edificaciones y cerca de 2.000 metros cuadrados de carriles bici. Esta actuación también contempla la segunda fase del lagartario, es decir los 20.000 metros cuadrados restantes. El proyecto en su conjunto contará con una superficie global, sumando los dos espacios verdes, de 118.000 metros cuadrados.