Una plaga de moscas negras tiene a los vecinos de La Calzada en pie de guerra contra estos insectos, procedentes del estiércol animal que se ha echado en algunas fincas agrícolas como abono. Los residentes de la carretera de La Calzada han reclamado a diversas administraciones públicas para que busque una solución al problema, que se repite cada verano desde hace dos años con más o menos intensidad, pero ninguno les ha dado una respuesta inmediata. Este año, sin embargo, la invasión de dípteros ha sido fuera de lo común. Ni los insecticidas, ni los atrapamoscas, ni diversas soluciones químicas, acaban con ellas y varios negocios turísticos y de alimentación aseguran que van a tener que cerrar porque el ambiente no es bueno para la clientela.

Los residentes las recogen a cientos cada día desde hace dos meses en el interior de sus casas y eso que apenas abren la puerta por temor a la invasión, tampoco pueden estar en las azoteas y mucho menos dejar algo de comida sobre la mesa. La ropa la cuelgan tapada para que las moscas no se paseen por la ropa limpia y aunque han instalado mosquiteras en las ventanas para frenar al insecto este se cuelan por todas partes. La mayoría de los residentes ha optado por colocar tiras adhesivas en cada habitación de sus casas para atraparlas. Caen, pero tantas, que el atrapamoscas apenas dura. La invasión es tal que, si no se ve, no se cree.

La pasada semana, la concejalía delegada de Sostenibilidad Ambiental, Agencia Local de Energía, Agricultura y Ganadería realizó una veintena de inspecciones y se instó a los agricultores a que cubrieran el estiércol cuanto antes para que las moscas no sigan proliferando en la zona dado que los insectos anidan en la porquería.

Ninguna otra administración se ha implicado en el asunto pese a que el problema tiene que ver con una mala praxis agrícola y con una cuestión de salud pública. Los vecinos han reclamado a las administraciones pero creen que estas se pasan la pelota y ninguna quiere poner solución al problema.

El barrio de La Calzada se encuentra rodeado de fincas agrícolas y forestales. Lo urbano se superpone a lo rural, y viceversa, con bastante facilidad por lo que la convivencia se hace necesaria.

El presidente de la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) Rafael Hernández explicó ayer que el problema es que el estiércol se ha tirado sobre la superficie sin haber pasado por un proceso de compostaje previo y sin taparlo con tierra por lo que las moscas han proliferado a sus anchas dado que estaban "en su caldo de cultivo". "Si a ello añadimos el calor y que no ha llovido nada desde enero pues es el caldo de cultivo de la mosca y de otras plagas e insectos como la polilla de la patata", dijo.

Fermentado

Hernández señaló que lo normal es que se "esparza el estiércol y se tape" porque así la mosca no tiene donde reproducir sus larvas pero si se deja al aire libre durante tiempo las consecuencias "son más virulentas". "Lo ideal es dejar el estiércol fermentado en un lugar para evitar esta situación", puntualizó el agricultor. La otra salida es comprar el compostaje ya hecho, aunque eso supone un sobrecoste al productor que algunos no quieren asumir.

El presidente de la COAG indicó que la cuestión radica en que en la Isla no existe una industria para recoger los excrementos de las explotaciones ganaderas y convertirlo en abono natural, aunque ha habido varios proyectos, por lo que los excrementos se echan sin más en las fincas con los consiguientes problemas de olores y moscas si el agricultor no hace bien su trabajo. Una mala praxis que puede ser sancionable.

El director del Hotel rural Maípez, Luis Sicilia, comentó que la situación es "insufrible" desde hace dos años pero que este año ha sido "horroroso". "He tenido que cerrar el hotel cuatro días porque las moscas campan a sus anchas", declaró, mientras criticó la pasividad de las administraciones públicas para resolver la situación sanitaria.

"Esto que ves ahora no es nada", señala una vecina que no quiere identificarse mientras enseña las tiras de atrapamoscas plagadas de insectos. Según la mujer, hace unos días los agricultores de las fincas "estuvieron fumigando" las pilas de estiércol que acumulan por lo que las moscas han disminuido pero en la calle no se ha hecho nada.

"Desde hace dos meses llevamos con este problema, pero con este tema llevamos dos años. Va y viene en función de la siembra. Otros barrios como Tafira, La Angostura o San Lorenzo han tenido el mismo problema. Es como cíclico. Tenemos que tener las tiras atrapamoscas todo el año, las moscas son permanentes", confirma.

Babacar Diame es el portero del centro ocupacional Civitis. Y tiene el mismo problema en su casa. "Están día y noche; tengo que fumigar mi casa todas las tardes porque se nos llena de moscas", añade el hombre, que asegura que limpia el cubo de basura del centro con lejía por higiene. "He tenido que poner mosquiteras en la casa y ni por esas. Las moscas me cagan hasta en las cortinas", asegura Oneilda Alonso.

A Jonny Quintana los botes de insecticida se le acumulan en casa. "No se puede ni comer. Ayer me hice unas papas con salsa, me giré a otra cosa y tuve que tirarlas del asco que me dio tanta mosca".