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Entrevista | Miguel Ángel Martínez Perera

"La historia de Pedro es un homenaje al heroísmo y la resistencia de muchos hombres"

"El proyecto se ha venido gestando desde el año 2015", manifiesta el autor de 'Fábula del topo, el murciélago y la musaraña'

Miguel Ángel Martínez en la calle Bentagache de La Isleta donde se ocultó Pedro Perdomo. JUAN CASTRO

¿Cómo y cuándo nace este proyecto de llevar al teatro la vida de Pedro Perdomo?

El proyecto se ha venido gestando desde el año 2015, a partir del momento en que el actor y profesor de la Escuela de Actores de Canarias, César Yanes, conoció el texto y comenzó a explorarlo en el Aula de Lectura Dramatizada en la sede tinerfeña de dicha escuela. El año pasado Delirium se interesa por él y por una puesta en escena definitiva que se iba a estrenar el 17 de abril y se vio truncada por el confinamiento. En este sentido, parece una broma del destino que la obra sobre un confinado durante 33 años deba suspenderse por un confinamiento general.

¿Qué cuenta el texto y cuánto hay en él de las historias que le relataba su abuela?

El texto cuenta la vida del topo del franquismo Pedro Perdomo Pérez, integrante de base del PSOE que resistió con otros compañeros en la antigua Casa del Pueblo de la Isleta los primeros embates del golpe contra la República. Logró escapar y se libró del paredón de fusilamiento, aunque no tuvo oportunidad de huir por mar a Francia o América como pudieron hacer otros con más fortuna. Para salvar su vida permaneció escondido en casa de dos de sus hermanas en la Isleta. La primera de ellas era la de mi bisabuela y allí convivió con mi abuela Dolores, que era una niña. Ella fue la que me relataba los padecimientos, miedos y angustias de la familia cuando la Falange allanaba la casa en busca de su tío que debía esconderse en un bidón enterrado disimulado entre el suelo y la pared de la vivienda. Por otro lado, la obra se refleja además en uno de los tristes episodios de los crímenes de la sima de Jinámar. Después de los años de encierro se cuenta la salida de Perdomo a un país próximo a la Transición que sufrirá un nuevo golpe de Estado en 1981, hecho que también se envoca en la obra a los ojos de otro niño, en este caso, de los míos. De hecho, el ámbito que abarca el texto termina en nuestros días en la exhumación del dictador.

¿Qué convierte a Pedro Perdomo, el topo de La Isleta, en un personaje tan especial?

En primer lugar, es el topo que más tiempo estuvo escondido del que se haya tenido noticia, como lo confirma la obra Los topos, de Manuel Leguineche y Jesús Torbado. En segundo lugar, en que es un hombre corriente al que unas desgraciadas circunstancias excepcionales convierten en un héroe. Ese heroísmo radica en la más absoluta y solitaria resistencia contra el tiempo y un sistema aniquilador. Nosotros acabamos de pasar por un confinamiento de algunos meses que nos ha parecido un mundo, por eso su fortaleza me resulta asombrosa y su valor es en sí mismo un mensaje para las futuras generaciones.

En tercer lugar, Pedro Perdomo se convierte en símbolo de todos aquellos represaliados silenciados que corrieron una suerte similar o peor que la suya. En este sentido, el texto pretende ser un homenaje a todos ellos a partir de su biografía que conocí de primera mano. Pienso que dar a la luz de la escena estos hechos contribuye de alguna manera a que sus padecimientos no hayan sido en balde.

¿Qué parentesco tiene usted con él?

Soy nieto de Dolores Soto Perdomo, sobrina de Pedro Perdomo Pérez.

¿Qué le contaba su abuela sobre aquel encierro?

En el plano personal mi abuela me contaba que era un hombre de una bondad infinita. De hecho, repartió entre sus hermanas la indemnización que le dieron a su salida -unas 3000 pesetas del año 69- y con 63 años se empeñó en trabajar para compensarlas de alguna manera, por mucho que ellas le insistían en que debía cuidarse, ya que el encierro había pasado factura a su salud. No andaban desencaminadas, pues murió de neumonía a los seis años de libertad.

¿Fueron sus once hermanas quienes le escondieron?

No. En realidad, fueron su hermana Manuela, en la calle Bentagache, y Rafaela ,en la calle Alcorac, ambas en La Isleta, aunque también pasó un periodo mínimo en casa de otra hermana en Santa Brígida. Solo he podido saber que al menos estas tres conocían la situación, además de mi abuela y sus hermanos.

¿Vivían ellas también con miedo?

Sobre todo Manuela, ya que al ser la primera casa donde Pedro se escondió los registros y las amenazas de muerte a ella y sus hijos eran muy frecuentes. A casa de Rafaela ya no lo iban a buscar porque se supone que ya lo daban por huido o desaparecido.

¿Había más gente en el barrio que sabían del encierro de su familiar o era un riesgo inviable?

Nadie lo sabía. De hecho, ni los hijos de Rafaela que nacieron y crecieron en la casa de la calle Alcorac sospecharon que en aquel cuarto de trastos se escondía su tío. Él los reconoció al salir por sus voces.

¿Cuánto hay de usted en la obra?

Pues imagínese, tanto como para ser irremediablemente uno de los personajes de la obra. No he escrito algo tan cercano a mi propia biografía como esta obra, y debo reconocer que este hecho me incomoda un poco pero es un encargo que le debía a mi abuela Dolores.

¿Cómo le llega la propuesta de Delirium?

La propuesta le llega por un lado del conocimiento de mi texto que yo les había enviado y, por el otro, del trabajo de César Yanes en la Escuela de Actores de Canarias de Tenerife.

¿Quiénes son los intérpretes de Fábula del topo, el murciélago y la musraña

La protagonizan César Yanes, Leandro González, Severiano García y Soraya González del Rosario.

¿Está satisfecho con el resultado?

La obra está aún en proceso de montaje. Yo he tenido la oportunidad de ver un ensayo general y, más allá de las palabras de agradecimiento a una compañía de la altura de Delirium por hacerse cargo del texto, no puedo estar más satisfecho e ilusionado con el resultado. El trabajo actoral, de dirección y técnico son extraordinarios y el texto adquiere una fuerza que conmueve y agita la sensibilidad del espectador. Para mí es un espectáculo catártico. Por muy manida que suene la expresión, un sueño que se convierte poco a poco en realidad.

¿Es necesario remover la memoria recordando personajes como Pedro Perdomo?

Más que necesario considero moralmente obligatorio rescatar la memoria silenciada de un tiempo que marcó nuestro pasado reciente, no solo por rendir homenaje y reparación a las víctimas sino para vacunarnos contra su repetición.

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