| Empleados. Los trabajadores de las falúas están hechos de otra pasta. Estómagos de acero deben tener para no sufrir los inevitables mareos que padecen todos los que se suben a estos pequeños barcos para ser llevados de su buque a tierra o viceversa. "Hemos visto a capitanes amarillos a los que hemos tenido que masajear la nuca", asegura Yeray del Pino mientras espera que baje el palé que subirá a un marinero filipino a su barco.

| Sacrificio. Hace años los suministradores trabajaban 24 horas y descansaban otras 24. Ahora pueden descansar 48 horas, lo que les sirve para poder disfrutar al menos 24, ya que tras una dura jornada lo normal es dormir "casi el primer día entero de descanso de manera inevitable", explica Ildefonso Cabrera.