El aguacero de ayer le vino bien a más de una mascarita, sobre todo a los curtidos lobos de mar que navegaban a cubierto en carrozas con techo. "Bienvenido al Fefa Spiri of de Si", el trasatlántico de la familia real inglesa", anunciaba ayer la propia Fefa, trasunto regio de Zoilo Alemán, que dirigía con mano de hierro su buque por el pequeño diluvio capitalino.

"Soy Fefa, la tía de Guillermo de Inglaterra y Kate Middleton", insistía Zoilo en su papel de anfitrión, muy preocupado por llegar a tiempo a Meloneras para el enlace real y todo él convertido en una enorme bandera inglesa, pestañas de vértigo y una gran peluca verde.

El Fefa Spiri of de Si, en su nomenclatura carnavalera canaria, fue una de las primeras carrozas en partir. A bordo iban 58 marineros, sirenas y algún que otro almirante, muy en la línea de la temática de las fiestas, pertrechados hasta los dientes de "exquisiteces" varias y un arsenal de alcohol del caro. "Aquí somos de la realeza y no se pasan miserias", insistía Fefa con su dialéctica guasona. El anfitrión explicó que pagaron unos 300 euros por barba para montar tremendo tinglado, integrado principalmente por empleados y personal relacionado con el grupo Lopesan.

Más económica salió la Pecera Carnavalera capitaneada por José Velázquez, quizá porque su propietario cedió un camión de su empresa de transportes para transformarlo en verbena ambulante. "Soy el dueño de la carroza, la plancha y hasta de las mascaritas", bromeaba Velázquez mientras mostraba, orgulloso, su particular acuario de disfraces. "Aquí vamos todos de pescados, buzos y marisco de roca", añadía uno de sus amigos, pletórico de felicidad ante el jolgorio.

Los 76 "peces globo" que se apiñaban en la Pecera Carnavalera pagaron 65 euros por cabeza, suficiente para comprar 200 kilos de caramelos con los que bombardear al personal a pie de calle. Tampoco faltaron sus buenas raciones de croquetas y tortillas, entre otras viandas.

Pero no todo eran alegorías marinas. Detrás, al ritmo renqueante de cabalgata, con esos viejos camiones ajenos a las políticas de ahorro energético, viajaba una horda melenuda de vikingos, encabezados por Carlos Godoy y Juan Carlos, dos directores de banca que ayer estaban en plena gloria carnavalera, quizá porque sus gruesas pieles eran el mejor impermeable para la molesta lluvia. "Esto es como una fiesta privada por toda la ciudad: una pasada", añaden los dos amigos. La mayoría estudiaron en Los Jesuitas y llevan tres años montando una carroza para la ocasión. Dicen que repiten en los carnavales del Sur.