"Que este monumento sirva para recordarnos siempre lo que pasó y para que nunca más vuelva a pasar algo así". Con esa declaración de intenciones el barrio de Guanarteme rindió homenaje ayer a los once fallecidos hace 32 años en el accidente de la conservera Ojeda, un accidente laboral ocurrido en El Rincón y que con el tiempo se ha convertido en símbolo de la lucha por la mejora de las condiciones de trabajo de los empleados de la Isla. Ayer, Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, el monumento de las manos entrelazadas que recuerda la muerte de aquellos once trabajadores junto a la plaza de la Música sirvió para reunir a los familiares de los fallecidos y seguir reivindicando la mejora de las condiciones laborales.

Los familiares aún recuerdan con angustia aquel día lluvioso de enero de 1979 cuando sus maridos, hermanos o amigos fueron cayendo, uno tras otro, a una galería llena de gas que acabó segándoles la vida. "Mi hermano fue el primero que pidió socorro porque el otro compañero ya había caído fulminado al suelo y él también estaba asfixiándose, luego entraron los otros y también cayeron muertos; mi hermano salió vivo de la galería porque era muy alto pero camino del hospital falleció". Cecilia Viera recuerda con cariño a su hermano Rafael, que con 17 años se convirtió en la víctima más joven de aquel fatídico suceso. "Su muerte y la de todos los demás llegó porque no tenían condiciones de seguridad ni materiales para trabajar en una galería llena de gas, por eso queremos que este acto y el monumento sirva para recordar a todos los trabajadores caídos por esa causa", dijo Cecilia.

Organizado por la asociación de vecinos La Barriada de Guanarteme, los familiares, vecinos y el concejal de Distrito, Jesús Falcón, depositaron varias flores junto al monumento de Etual Ojeda. "Yo estaba embarazada de seis meses cuando pasó todo", rememoraba ayer María del Rosario Rivero, viuda de José Perdomo, el mayor de los fallecidos con 39 años el 4 de enero de 1979. Esta mujer también había trabajado en Conservas Ojeda anteriormente, allí conoció a José con el que se casó un año y medio antes de la tragedia. "En Ojeda se trabajaba con muy malas condiciones, yo vi cómo un compañero moría electrocutado también unos años antes de lo de mi marido". A María nadie quería decirle aquel 4 de enero que José había muerto. "Al final alguien giró nuestra foto de boda y ya me imaginé que algo malo había pasado". A esta mujer sólo le quedó el consuelo de ver nacer a su hija tres meses después, con la que se ha volcado y que ahora le ha dado dos nietos que le ayudan a sobrellevar el dolor que aún arrastra.