El sol y las olas se dieron cita ayer en La Cícer para celebrar la final del Open LPA Surf City. Tras un puente de la Constitución pasado por agua en Las Palmas de Gran Canaria, la lluvia mostró algo de respeto a la última cita del Campeonato de España de Surf y permitió que, distancia física mediante, cientos de personas se pudieran congregar en el tramo del paseo que discurre entre la pasarela y el auditorio para disfrutar de algunos de los mejores surfistas del país en el apogeo de la temporada. Lenni Jensen y Ariane Ochoa comandaron las clasificaciones, aunque los vencedores no solo estuvieron en el palmarés oficial del torneo: este martes también ganaron los comerciantes de la zona más occidental de Las Canteras, a quienes el trasiego de surfistas, aficionados y curiosos ayudó a compensar, al menos por unas horas, las mermas de este extraño 2020.
“El campeonato ha favorecido, en relación con el resto de días hoy ha sido un poco mejor”, reconocía Cristo Déniz en la puerta del bazar Salitre. Esta tienda de conveniencia ubicada en el número 21 de la calle Numancia, justo frente al tramo del paseo donde se concentraba la acción, había abierto a las diez de la mañana, mientras el día comenzaba a desperezarse y la orilla se llenaba poco a poco de participantes preparándose para el campeonato. A esa hora “había poca gente en la valla”, pero su surtido de bebidas, sándwiches y snacks estaba ya listo para ser despachado.
La calma duró el tiempo justo para que los primeros aficionados pudieran buscar los mejores lugares desde donde contemplar la acción -aquellos tramos del paseo con banco para sentarse y barandilla para apoyarse- y los curiosos empezaran a pararse preguntándose qué pasaba allí. La animación, reconocía este joven que se hizo cargo del bazar este pasado mes de agosto junto a su hermana Inmaculada, fue creciendo en La Cícer a medida que avanzaba la mañana. Una hora después de la apertura, a eso de las once, la llegada de nuevos espectadores -y de familias que se acercaban al parque infantil- también se notaba en su tienda, en la que “el agua, los refrescos y los sándwiches” fueron los productos más demandados.
A medida que las horas iban avanzando en la playa y el sol confirmaba que el día iba a ser suyo y no de las nubes, muchos se dirigían a Pinomar en busca de un tentempié algo más contundente. En el pequeño establecimiento del número 3 de la calle Lepanto, un histórico de La Cícer que lleva abierto desde el año 1992, Raquel Marrero y Pilar Nieto se esmeraban preparando sobre la marcha bocadillos, hamburguesas y otras delicias rápidas mientras los surfistas cabalgaban las últimas olas del Open LPA Surf City.
“La verdad es que el torneo se ha notado”, indicaba Raquel detrás del mostrador. La combinación de día festivo y evento deportivo multiplicó el trabajo en el local en comparación con cualquier otro martes del año. “En días como hoy puede venir el doble de las personas que hay normalmente entre semana”, agregaba mientras su compañera le acercaba un nuevo pedido para unos clientes que aguardaban su comida en la puerta. Su famoso bocadillo de pollo, que combina pechuga, tomate y jugoso alioli, es el mejor ejemplo de ese ajetreo: sirvieron tantos que resultaba imposible calcularlos.
A la hora de comer también resultaba difícil encontrar un sitio para sentarse en Ca Ñoño. “Tienes dos por delante”, se excusaba uno de sus camareros, Jorge Mirabal, ante un cliente que buscaba una mesa libre en la terraza con más solera de La Cícer. Quienes pensaran que encargar uno de sus bocadillos de calamares para llevar agilizaría la espera tampoco andaban muy encaminados, porque la cola se repetía en la ventanilla de pedidos. Las esperas aquí son habituales, pero ayer había incluso más ajetreo: “Si está el día bueno hay gente siempre y si encima hay campeonato, pues imagina”, comentaba Mirabal antes de girarse para atender a otro comensal que en ese momento le hacía un gesto.
Familias y curiosos
Aunque las terrazas de La Cícer estuvieran llenas cuando el hambre empezó a rugir, muchos espectadores permanecían junto a la barandilla del paseo observando impertérritos lo que ocurría en el mar, atentos a las puntuaciones de los participantes y sacando fotos de las cabriolas. Emiliano Vela había sido de los más madrugadores. “Llevamos aquí desde las diez y media”, aseguraba junto a sus hermanos, Mariano y Fernanda Vela, y su hijo Joaquín.
El pequeño era uno más en el cercano parque infantil, especialmente concurrido en la mañana de un día festivo en el que a los niños habituales se sumaban los hijos de quienes se habían acercado al barrio unas horas por el torneo. Así, mientras él jugaba los suyos podían mantenerse al tanto de los avances de los participantes. El plan de la familia, una vez concluida la final femenina, era marcharse a casa, aunque Mariano no parecía tenerlo tan claro: “¡No, después a surfear!”, bromeaba.
Ellos llevaban allí todo el día, pero también había quienes se habían encontrado con el torneo mientras daban una vuelta por Guanarteme y decidieron pararse un rato. Así le ocurrió a Gabriel Fernández, que reconocía no saber demasiado de surf, pero aun así quería enterarse de lo que estaba ocurriendo: “Voy de camino a comer con la familia, pero esto vale la pena verlo un rato”. Conchi Medina, que regresaba a su casa en una calle cercana después de “la típica caminata justo antes de almorzar”, se mostraba feliz por la celebración del torneo en La Cícer: “Pues está bien que haya movimiento por aquí, que parece que en la playa tienen que hacerlo todo siempre en la otra zona”.
En uno de los bancos del paseo más cercanos al auditorio, José Mentado animaba a su hija Noor después de su participación en el torneo. La joven de 14 años es una promesa de las olas que ya se codea con los principales nombres del país para la que el surf es una herencia casi genética, la misma que también tiene su hermano Josemi. “Yo tengo 58 años y también cogía olas”, comenta orgulloso el padre de estos dos surfistas.
José recordaba ayer los tiempos en los que el lugar donde se encontraba ni siquiera existía, cuando el paseo de la playa terminaba en la antigua central eléctrica y el surf no era un deporte tan masivo como en la actualidad: “Esto ha cambiado, ahora hay una buena oferta para el deporte y que además se celebre esta prueba aquí y sea determinante en el circuito es importante”.
Para este veterano de las olas, el turismo relacionado con este deporte aún tiene recorrido en el Archipiélago: “Hay un turismo surfero en Canarias que no se ha valorado, pero que es importante, mueve mucho”. José recordaba ayer los tiempos en los que el lugar donde se encontraba ni siquiera existía, cuando el paseo de la playa terminaba en la antigua central eléctrica y el surf no era un deporte tan masivo como en la actualidad: “Esto ha cambiado, ahora hay una buena oferta para el deporte y que además se celebre esta prueba aquí y sea determinante en el circuito es importante”.
La madre de José, Ángeles, escuchaba atentamente cada palabra de su hijo y asentía. “Es que es de los primeros surferos, del muro Lloret”, explicaba. A la mente de la matriarca de esta ‘familia real’ de las olas aún regresaban ayer los tiempos en los que su hijo cogía olas en aquella zona y ella iba a verlo: “Yo los he visto con toninas alrededor de ellos, porque como estaba el matadero y tiraban los restos al agua se acercaban”.