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Los juguetes se quedan en casa

La escasa presencia de niños en los parques de la ciudad convierte el día de Reyes en el más gris en muchos años | Los pequeños exhiben patines, bicicletas y patinetes

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Los más pequeños salen a la calle para jugar con sus regalos de Reyes José Carlos Guerra

“En un fin de semana cualquiera se ven más niños jugando en este parque que hoy”. Son las desalentadoras palabras de uno de los escasos padres que, ni corto ni perezoso, y a pesar de todas las amenazas que planean en el ambiente, decidió acudir con sus hijos ayer para disfrutar del Día de Reyes en alguno de los parques de la ciudad y así estrenar los regalos de una forma más sociable. Y es que la imagen resultaba algo desoladora en esos espacios en los que los jóvenes suelen desarrollar alguna afición y que, más especialmente ayer, adquieren un aspecto altamente emocionante con los pequeños estrenando ese codiciado vehículo traído por los Reyes.

Tan solo en el Parque Juan Pablo II de Siete Palmas se podía detectar cierto ajetreo infantil. Por contra, el Parque San Telmo, el Doramas, la Plaza de Santa Ana o la Plaza del Pilar, mostraban un aspecto bastante gris y mortecino. Al contrario que con las inquietantes aglomeraciones que se produjeron en la zona comercial de Triana durante el día anterior, los dueños de los nuevos juguetes sí cumplieron con las medidas de seguridad y optaron en su mayoría por permanecer en casa para evitar un rebrote de la pandemia. “Ha habido varios factores que han influido a muchos padres no hayan salido con sus hijos”, señalaba Esteban Hernández en la plaza de Santa Ana mientras su hija de once años corría rauda en su patinete con el único obstáculo para ella de los propios bancos situados en las zonas laterales. “El primero y fundamental es el miedo a las multitudes que ha hecho que muchas familias se hayan quedado en casa”. El segundo “es que los juguetes electrónicos se han convertido en otra nueva pandemia que aparentemente puede parecer menos letal, pero que ha creado una generación que ha perdido la sana y necesaria costumbre de jugar en la calle”. Y la tercera, es “la amenaza de tormenta que se ha ido anunciando para estos días”.

Sea como fuera, el aspecto que se respiraba en cualquier paseo, avenida o parque de la capital grancanaria durante todo el día de ayer era más parecido al puente de un festivo que había dejado la ciudad medio vacía que al de uno de los días, se supone, más felices en la vida de los pequeños.

Los juguetes se quedan en casa

“En mi casa se han estropeado cinco tablets”, afirmaba, por su parte, Abraham Arencibia, otro de los pocos héroes fieles a las costumbres tradicionales y que había salido con sus dos hijos, Santiago e Isabela de once y siete años de edad, en bicicleta por el Parque San Telmo antes de dirigirse al paseo marítimo. “Existe un problema de salud actualmente muy importante que es la atención tecnológica ya que llega un momento en que los niños, tras tantas horas sumidos en el ordenador, se aíslan de la sociedad porque están solamente pegados a un dispositivo”, aseguró. “En casa se desconectaban de la Nintendo y pasaban al televisor, luego se desconectaban del televisor y pasaban a la tablet. No dejan de hacer un recorrido a modo de círculo vicioso en donde los dispositivos electrónicos son la droga de este siglo”, añadió. “Por eso hicimos mi mujer y yo esta inversión y no han jugado con la Play Station hoy en ningún momento”. La ausencia de pequeños divirtiéndose del mismo modo a su alrededor, el padre de esta familia venezolana lo explicaba afirmando que en este caso “se junta el hambre con las gana de comer, de hecho las bicicletas que estamos usando me las vendió alguien que las compró a su vez el año pasado de primera mano y no las ha podido usar precisamente por el Covid” .

A pocos metros de distancia, sin embargo, se situaba otro padre, Edu Ingálviz que había llevado a su hija Antonia, de nueve años, a que jugara con una patineta nueva de uno de los últimos modelos. Y en su caso Edu era mucho más tajante a la hora de hacer un diagnóstico de la situación. “Nos parece extraño ver tan poca presencia porque el año pasado aquí no cabía ni una mosca”, afirmaba. “Yo creo que hay mucho temor a salir a la calle por miedo a contraer la enfermedad, a pesar de que luego veas cómo la gente no cumple con las medidas de seguridad en algunos grandes almacenes o fiestas privadas, es algo muy complejo”.

Los juguetes se quedan en casa

Lo cierto es que casi todos los que decidieron pasar el Día de Reyes en la calle lo hicieron estrenando algún vehículo de ruedas. Era el caso también de un grupo de tres niñas, en el Parque Juan Pablo II, que habían recibido sendos patines las cuales los estrenaron de una forma especialmente brillante ya que una de ellas practica además patinaje artístico. Ainhara, Jocely y Melany, de diez años cada una, hacían todo tipo de malabarismos con los pies mientras sus progenitoras las observaban orgullosas. “Son amigas desde que eran muy pequeñas y vienen con frecuencia a reunirse aquí, pero hay que recordar que tanto la situación de pandemia como la invasión de los aparatos electrónicos han hecho que muchos padres hayan optado por quedarse en casa”. Tres familias, en definitiva, de Guanarteme, Almatriche y Siete Palmas, respectivamente, que suelen acudir a este recinto público para que sus hijas puedan encontrarse y divertirse y así incentivar en ellas el amor por los juegos sanos y al aire libre.

Pero entre patinetes, bicicletas y patines, también hubo algún momento para los vehículos de motor y para observar las destrezas de los futuros Marc Márquez y Lewis Hamilton. Era el caso de Kenay, de tres años de edad, al que los Reyes le trajeron una moto con batería. Se da el caso de que su progenitor, desde tan corta edad, quiere que su hijo mantenga una costumbre familiar de afición a estos aparatos que se remonta desde muy atrás en el tiempo. “Tenemos desde moldes de plastilina hasta muñecos de todo tipo, pero lo que le apasiona es venir al parque y poder montar en la moto, creo que ha sacado la genética de sus antepasados”, afirmaba su padre mientras el pequeño repetía una bajada por una cuesta empinada para lograr la foto perfecta.

También fue el caso de Thiago, de dos años de edad, cuya familia es del Polígono Cruz de Piedra, y que recibió como regalo un coche electrónico en el cual se desenvolvía con bastante soltura, aunque con el control de los mandos por parte del padre desde la distancia para que no ocurriera ninguna sorpresa de última hora.

Estos son los escasos regalos que transmitieron la sensación de que estábamos en el Día de Reyes en los distintos barrios de la ciudad. Por las calles también se echaba en falta el típico peregrinar de familiares hacia las casas de tíos, padrinos o abuelos a recoger el regalo correspondiente que los Reyes habían dejado para ellos. Una situación insólita y gris, pero a su vez necesaria, en una Navidad tan extraña como el mismo año que acaba de finalizar.

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