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Un viaje para una cura imposible

Abdelmoura llegó en patera a la Isla en busca de una medicina contra el autismo para su hijo

Aula que la asociación 'Mi hijo y yo' pone a disposición de familias que tienen hijos con autismo Andrés Cruz

Un total de 23.023 migrantes del continente africano llegaron a las costas del Archipiélago en 2020 en patera o cayuco. Detrás de cada cifra, de cada número, hay una historia personal de quien ha arriesgado la vida para cruzar el océano en busca de una vida mejor. Abdelmoura tiene 42 años y es natural de Dakhla, al sur del Sáhara Occidental. El pasado mes de octubre se subió a una precaria embarcación en esta misma ciudad hasta alcanzar Gran Canaria varios días después, un duro trayecto en el que vio morir a dos de sus acompañantes. Lo hizo con un claro objetivo, conseguir una medicina para tratar a su hijo de 12 años con autismo, un trastorno del neurodesarrollo que afecta principalmente a la comunicación verbal y no verbal y a la interacción social y que, realmente, no tiene cura. Le engañaron.

En diciembre la asociación Mi hijo y yo, con sede en Las Palmas de Gran Canaria y especializada en la atención a familias con hijos con autismo, recibió una llamada de una organización que trata con migrantes. Tenían delante el caso de un padre saharaui que había viajado hasta la Isla en busca de una cura imposible. Ante tal situación pusieron la maquinaria en marcha para poder conocer su historia y ayudarle en lo posible. “Si en Canarias sigue siendo complicado explicar y hacer entender qué es el autismo, en países subdesarrollados la desinformación se multiplica”, señala Davinia González, psicóloga y presidenta de esta entidad solidaria.

Abdelmoura llegó a la Isla el pasado 23 de octubre en patera. Proveniente de un barrio empobrecido, para pagar el viaje ahorró durante más de un año trabajando por las noches como vigilante por un sueldo mísero. Previamente, un médico le había asegurado que en España existía un medicamento capaz de curar el trastorno que padecía su hijo. Motivo por el que decidió emprender el arriesgado viaje de la ruta migratoria canaria desde Dakhla, ciudad de la que han partido varios cientos de embarcaciones en el último año hacia el Archipiélago. Pero la realidad era bien distinta, le habían contado una falsedad en toda regla, pues existen terapias para mejorar la calidad de vida de una persona con autismo y de quienes le rodean, pero no una cura propiamente dicha.

Al conocer el caso, la asociación realizó una entrevista por videollamada con este padre. Y es que no pudieron hacerla de manera presencial, pues este ha dado positivo en Covid-19 en el segundo centro de acogida por el que ha pasado desde su llegada a la Isla. Durante el encuentro virtual contaron con la ayuda de una colaboradora de la entidad en el País Vasco y de la saharaui Moula Mohamed, quien les sirvió de traductora e intérprete. Esta última trabaja en la casa hogar que Mi hijo y yo tiene en los campos de refugiados de Tinduf -Argelia-. “Somos la única organización que cuenta con una infraestructura de este tipo en el desierto para ayudar a familias con niños con autismo”, especifica González.

“Desde el centro de acogida nos han dicho que se acuesta y se levanta llorando, ha descubierto que aquí no hay trabajo y que no existe tal medicina”, detalla la psicóloga. “Ha sido un golpe muy fuerte”, puntualiza. Abdelmoura se encontró de frente con la realidad y de qué manera, se sintió completamente engañado. “Él dice que si hubiera sido real aquello que le contaron volvería a hacer el viaje por su hijo, pero al conocer la verdad se siente arrepentido, lo que le vendieron sobre Europa era una mentira”, explica.

Desde la asociación han intentado tranquilizarle. El viaje, del cual no quiso hablar mucho durante la entrevista, le había dejado “traumatizado”, señala la psicóloga. De hecho, dos migrantes de la veintena larga de personas que le acompañaban en la patera fallecieron en alta mar. Pero, sobretodo, el equipo de Mi hijo y yo, que está formado por una quincena de profesores, psicólogos y educadores, le asesoró para intentar que la vida de su hijo y de su familia mejoren una vez vuelva a su país. Y es que Abdelmoura, tras alistarse de manera voluntaria en las listas de repatriación, está a la espera de dar negativo en Covid-19 para poder regresar al continente.

Un viaje para una cura imposible

“Ahora empieza a entender qué es el autismo”, subraya González. Abdelmoura relató durante el encuentro virtual su estrecha relación con su hijo. El pequeño Mohamed, de 12 años, apenas va al colegio, dejó de ir por el acoso escolar que sufría. En casa dedica horas y horas a tallar la madera, una habilidad para la que ha demostrado talento, según relatan desde Mi hijo y yo. “El padre nos enseñó por fotos los cuchillos con los que jugaba el niño y las preciosas figuras que hacía”, detalla la psicóloga. “El problema es que con esas mismas herramientas también se autolesiona”, añade.

Según especialistas como la psiquiatra Francesca Happé, algunos niños con autismo son capaces de desarrollar habilidades especiales de manera individual gracias a su hipersensibilidad sensorial hacia el entorno que les rodea. El problema viene a la hora de entablar relaciones sociales de manera verbal o no verbal. La presidenta de Mi hijo y yo indica que, el pequeño Mohamed muestra dificultades para hablar y para comer una gran variedad de alimentos, “su padre nos ha contado que apenas dice unas pocas palabras y que prácticamente solo le gustan las papas”. Es más, casi no juega con su hermano pequeño y no mantiene una relación con su madre, pues entre ellos no saben comunicarse, explica González.

“Para él su padre es su mayor referencia, están muy unidos y de ahí la ansiedad que siente y la necesidad de poder volver a casa”, destaca González. Una vez pueda regresar, esta asociación con sede en la capital grancanaria intentará volcarse en el caso y ayudar en la medida de lo posible, “nos comprometimos”, apunta. Para empezar, ellos correrán con los gastos médicos necesarios para determinar el grado de autismo que tiene el niño. “Esto es algo fundamental, nunca se lo han diagnosticado de manera oficial y esto marcará las pautas para ver qué terapias podremos aplicar”, señala.

Lo primordial, recalca, será ayudar al niño a reintegrarlo en el sistema escolar y diseñar un programa para potenciar su desarrollo social. “Crear habilidades para que en la familia puedan relacionarse”, recalca. Para ello contarán con la ayuda de una entidad experta en cooperación internacional vasca que tiene presencia en el Sáhara Occidental. “Esta persona nos servirá de enlace, podrá desplazarse hasta la casa de Mohamed y comprobar cómo es su entorno”, apunta González.

Lo cierto es que Mi hijo y yo juega con la ventaja de ya conocer, en parte, la cultura saharaui. Contactaron con ellos gracias al proyecto de cooperación que están llevando a cabo en los campos de Tinfuf. “Llevamos cuatro años visitando los asentamientos y hace uno conseguimos construir la primera casa hogar del desierto”, afirma González, orgullosa de los frutos obtenidos por parte del equipo de la entidad. De momento ayudan a 27 familias con hijos con autismo, pero su intención es crear más infraestructuras de este tipo.

En las Islas, la entidad ha ayudado desde su fundación en 2014 a 370 familias tanto en la sede del centro, en la capital grancanaria, como mediante la atención a domicilio. A pesar de que la medicina que venía buscando Abdelmoura en su viaje no existe, lo cierto es que este saharaui sí podrá llevarse consigo la ayuda, la experiencia y la solidaridad de todo un equipo para mejorar la vida de su hijo y de su familia.

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