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Comercio | Una seña de identidad de la ciudad

El mercado más cosmopolita

El mercado del Puerto celebra su 130 aniversario | La lonja nació a finales del siglo XIX al aire libre en un solar de tierra de La Isleta

Exterior del mercado del Puerto en 1985, cuando los comercios de ropa aún llenaban sus laterales, en especial, Casa Ruperto. | | LP/DLP

“Todos sabemos lo que es, para vergüenza nuestra, el Mercado del Puerto de La Luz, un montón de puestos sucios y antihigiénicos donde, a la intemperie y expuestas al sol y al polvo de la carretera, se vende pescado, frutas y verduras”. Con estas palabras, los periodistas del Diario de Las Palmas describieron la plaza de abastos del Puerto en 1908. Por aquel entonces el singular edificio de hierro forjado que hoy ocupa aquel solar aún no existía, pero desde hacía varias décadas eran decenas los puesteros que acudían al lugar para vender a locales y foráneos los productos de la tierra y del mar. Un espacio por el que en oleadas sucesivas han ido pasando en el último siglo las diferentes culturas que han pisado la Isla.

La silueta del mercado del Puerto de Las Palmas de Gran Canaria es la protagonista de los cupones de la ONCE del martes, 16 de febrero. Cinco millones y medio de boletos difunden estos días la imagen de un espacio histórico que este año celebra su 130 aniversario. Enclavada entre las calles Albareda y Eduardo Benot, la plaza de abastos de La Isleta ha tenido sucesivos cambios y transformaciones; aunque el más importante de todos ellos se produjo en 1911, momento en el que se inauguró el actual edificio de hierro forjado, un ejemplo único en la Isla de este tipo de arquitectura industrial, más común en capitales europeas.

La primera piedra del Puerto de La Luz fue colocada en 1883 de la mano de la colonia británica. El caserío que se aglutinaba en torno a la ermita de La Luz comenzó a crecer de una manera vigorosa hasta conformar el barrio de La Isleta. Ante la ausencia de tiendas y servicios, numerosos agricultores y comerciantes improvisaron a partir de 1891 un mercadillo al aire libre en un solar de tierra situado en uno de los laterales de la calle Albareda, entonces antigua carretera en dirección a Las Palmas. Dicha parcela, de unos 1.700 metros cuadrados de superficie, daría lugar a la lonja actual.

Las condiciones antihigiénicas de esta parcela levantaron las críticas de los vecinos del Puerto, pues los productos a la venta estaban expuestos directamente sobre un suelo de tierra. La necesidad de tener un mercado cubierto se convirtió en una de sus principales reivindicaciones. Al polvo de unas calles aún sin pavimentar se unían otros factores. Una crónica periodística de 1908 señala que “muy próximo” a los puestos donde se vendía el pescado fresco había una churrería. “El humo del carbón de piedra y el tufo del aceite que en freírlos se emplea envuelven el mercado en una atmósfera insoportable que impregna de ese olor a cuantas verduras y frutas se venden allí”, apuntaba entonces el Diario de Las Palmas. El artículo advertía del “gran peligro” para la salud que esto suponía, pues el calor del carbón favorecía la descomposición del pescado, por lo que el público lo compraba “en malas condiciones”.

Vista exterior del mercado en 1920. | | HERRMANN KURT / FEDAC

El proyecto para construir definitivamente la lonja se aprobó en el pleno municipal de junio de 1908. El Ayuntamiento acordó entonces costear el flete de las piezas de fundición por la cantidad de 4.000 libras esterlinas de la época -unos 4.500 euros al cambio-; mientras que el gasto total de construcción sería de 200.000 pesetas -unos 1.200 euros-. Una vez en la Isla las partes serían ensambladas hasta darles forma.

El proyecto del nuevo edificio corrió a cargo del arquitecto municipal Laureano Arroyo. La fecha oficial es de 1908, aunque existen planos de 1891. Las obras culminaron en septiembre de 1911, por lo que los vecinos pudieron ver así cubiertas sus necesidades, de tal manera que los artículos a la venta dejaron de estar a la intemperie. El inmueble resultante destaca por unos perfiles de fundición a modo de elementos decorativos propios del art nouveau o modernismo, tal y como refleja el Catálogo Municipal de Protección.

LA PROVINCIA describió la renovada lonja el día de su inauguración como un espacio “ancho, capaz y bien aireado”. La autoría de esta estructura de hierro se ha relacionado tradicionalmente con la compañía francesa Eiffel -los mismos que unos años antes ensamblaron la Torre Eiffel en París-, pero según los expertos no hay pruebas fehacientes de ello. “Para comprobarlo habría que raspar bien el forjado y buscar un sello que así lo identifique”, señala la arquitecta Magüi González, quien diseñara en la década de los 90 un proyecto para convertir el mercado en un centro cultural. “Esta factoría tuvo encargos por todo el mundo, con obras destacadas en Europa y América, no sería algo descabellado”, añade.

La construcción de la estructura del mercado en 1908 costó 200.000 pesetas de la época

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“El edificio es singular porque no hay algo igual en la Isla”, destaca González. “En la ciudad lo más parecido sería el lucernario del Gabinete Literario”, precisa. Según la experta, este tipo de estructura arquitectónica permitía dar una mayor altura a las edificaciones, “el hormigón tiene un límite”, aclara. “Son construcciones ligeras que permiten espacios ventilados y con mucha luz”, detalla, características que, precisamente, debe tener un mercado. Los edificios en hierro forjado nacen en el siglo XIX en la Inglaterra de la Revolución Industrial y durante décadas las autoridades optaban por ellos para espacios abiertos al público como estaciones o pabellones.

El mercado del Puerto ha tenido sucesivas reformas desde entonces. De hecho, a pesar de que el espacio pasó a estar techado en 1911, los puesteros tuvieron que esperar varios años para que el Ayuntamiento incluyera mesas donde colocar sus productos. Según el cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria, Juan José Laforet, la plaza de abastos tuvo una gran remodelación en la década de 1940, momento en el que empezaron a instalarse allí negocios que con el tiempo se convertirían en más que populares.

Puesto de fruta y verdura en los 70. | | LP/DLP

El hecho de tener el puerto a sus espaldas -en Eduardo Benot existieron talleres náuticos hasta los 80- favoreció el ir y venir de toda clase de nacionalidades y procedencias. Los letreros en alfabeto cirílico habrán desaparecido, pero hoy día algunos comercios siguen exponiendo en sus escaparates latas de cangrejo rojo, reminiscencias de las llegadas masivas de marineros rusos en los tiempos del puerto franco. Uno de esos negocios que marcó época fue Casa Ruperto, con sus aclamados pantalones vaqueros, una prenda de vestir hasta entonces poco frecuente en las Islas.

Los años 60 supusieron la llegada del turismo de masas. A los marineros rusos o coreanos habría que añadir la visita de alemanes y escandinavos. El del Puerto volvía a ser el mercado más cosmopolita. Una lonja que fue forjada en tierras europeas hace ya más de un siglo, que vivió los años del pujante comercio internacional previos a la I Guerra Mundial y que ha llegado al siglo XXI reconvertido en un espacio gastronómico, a la espera del lavado de cara que el Ayuntamiento de la capital tiene previsto realizar este año para ensalzar su arquitectura de hierro.

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