He de agradecer el cariño que me han demostrado desde el primer minuto. El estar con cada uno de ustedes a través de mensajes de WhatsApp, a través de llamadas telefónicas y, sobre todo, en torno a una mesa, me ha hecho muy feliz. No saben el grado de felicidad después de compartir una comida-merienda-cena, como sucedía en algunas ocasiones, y sobre todo en estos últimos tiempos que han sido muy difíciles. Para mí eran fuerza, eran energía, eran positividad, eran alegría. Y eso solo lo consiguen gente como ustedes. Gente grande. Grandes amigos. Queridos amigos, siempre estarán en mi recuerdo, siempre estarán en mi corazón. Y no olviden que los quiero. Y me quedo corto.

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Juan Antonio Rosales Díaz, 'El hombre de la enfermedad de hierro' Laura Morant

Estas palabras fueron grabadas por Juan Antonio Rosales Díaz unos pocos meses antes de morir. Este es uno de los tantos mensajes que guardó en soledad para sus incontables grupos de amigos, cuando su mujer, Josefa Santana, -Fefi- salía de casa. Cuando llegó la hora de marchar, dejó testimonio con su voz a su compañera de vida; a su inseparable hermana, Patricia Rosales -a la que llamaba ‘La Negra’-; a su sobrina Sara; a su cada vez más amplio equipo de médicos y a un ilimitado número de cercanos que tuvieron la suerte de conocer a Juan Rosales en sus 51 años de vida. Todos sus mensajes sonoros están llenos de amor, humor irónico y agradecimiento. 

Estas últimas, valiosas y pocas palabras demuestran qué tipo de persona fue Juan: ‘Juanillo’, ‘Juanito’, ‘El dandi’, ‘El campeón’, ‘Ironman’ ‘el hombre de la enfermedad de hierro’, ‘el hombre tranquilo’, ‘el hombre con luz’, ‘el hombre duro de matar’, ‘El hombre del tic tac’. Estos son, también, los incontables nombres con los que llamaron a JARD los que tuvieron la fortuna de conocerlo. JARD es el apodo con el que él se llamó a sí mismo. Que suena a corazón en inglés. 

Juan Antonio Rosales nació el ocho de abril de 1969 para comenzar una guerra contra la muerte. Su cuerpo era tan frágil y le costó tanto venir al mundo que su abuela María Teresa lo llevó con prisas a bautizar por si no llegaba al día oficial. Lo que no sabía María Teresa es que bendijo a un hombre pionero, lleno de vida, de determinación y de luz, que dejó en su recuerdo el mejor legado posible: Amor por la vida.

A los cuatro años, Juan se convirtió en uno de los primeros casos en el mundo diagnosticado con el extraño Síndrome de Marfan; se volvió ciego a los 15 a causa de la enfermedad y a una pelota mal dirigida; fue operado a corazón abierto de la Aorta y también experimentó la cirugía abierta de Válvula Mitral. En todas esas ocasiones, JARD se despedía por si acaso, pero con el convencimiento de que seguiría en el mundo. En 2019 le diagnosticaron Cáncer de Colón, algo que a JARD, ya le pareció “fuera de lugar y de mal gusto”. Finalmente, murió por Cáncer de Pulmón el 11 de marzo de 2021, 51 años y 337 días más tarde de lo que esperaba su abuela. 

Pero el mérito de JARD no fue el resistir y luchar contra un cuerpo que nunca lo acompañó, sino su manera de vivir, de sentir, de compartir y de transmitir el valor de la vida mientras iba derrumbando barreras sociales. Cuando se quedó ciego siguió estudiando en el Colegio Heidelberg a pesar de las dudas de muchos; fue uno de los primeros invidentes en Canarias con un perro guía, al que no dejaban subir a un taxi; ‘El pobre Juan que no podía estudiar’ se licenció en Graduado Social, Derecho, Ciencias del Trabajo y realizó un doctorado; decidió que podía hacer algo más que vender cupones para la ONCE, y hasta el final de sus días ayudaba a encontrar una vocación profesional a personas con alguna discapacidad a través de INSERTA.  

Si te dicen de subir dos escalones, tú sube 10

Con su ceguera, una cadera que no le obedecía, una válvula por corazón y, finalmente, con un cáncer aterrador, JARD viajó por el mundo, se subió a una moto, se hizo pasar por chofer de una guagua, surfeó olas, jugó al baloncesto, amó la música, tocó la batería, se casó con ‘Fefi’, con la que hizo el tándem perfecto para compartir una vida llena de felicidad durante 27 años y, sobre todo, amó profundamente a la vida y al semejante. 

JARD ha sido el hombre del talento que sabía lo que está bien o mal, lo que es la honestidad, la generosidad; el hombre que leía a las personas; que sabía quién vivía la vida y quién no, que buscaba la felicidad del semejante y que luchó sin descanso hasta que el “último oponente” -según sus palabras- “es más fuerte que yo”. 

Este es su legado que le convierte en inmortal, el que Juan Antonio Rosales -JARD-, con su humor y disciplina, deja con su voz en forma de instrucciones para que su mujer y su hermana sigan viviendo con felicidad; para que sus médicos sigan ayudando a otros a vivir, y para que sus amigos sigan siendo leales los unos con los otros y con la vida. A todos les ha dicho: “Si te dicen de subir dos escalones, tú sube 10”.

A JARD solo le faltó en esta vida escribir un libro y tirarse de paracaídas. Seguro que lo ha dejado grabado en alguna instrucción sonora para que uno de sus incontables e inseparables amigos hagan las tareas pendientes por él.

JARD se fue de este mundo escuchando ‘PHOTOGRAPH’, de Ed Sheeran: “…El amor puede sanar. El amor puede remendar tu alma. Y es lo único que sé. Juro que se hará más fácil. Recuerda eso con cada trozo de ti, y es lo único que nos llevamos con nosotros al morir”.

Hasta siempre Juan Antonio Rosales Díaz -JARD-. Tu legado de vida te convierte en inmortal. 

Su mujer, Josefa Santana; su hermana, Patricia Rosales, y su familia, ruegan a sus amistades y personas piadosas una oración por su alma y la asistencia a la misa que tendrá lugar el miércoles 24 de marzo, a las 19:00 horas, en La Parroquia de San Lorenzo.