El gran poeta Tomás Morales había sido uno de los numerosos alumnos que tuvo a su cargo don Diego Mesa de León en las aulas del colegio de San Agustín, del que fue director desde 1881 hasta 1915. Una prueba de la admiración y afecto que le inspiraba su personalidad la constituye el poema titulado En la glorificación de un maestro, que se inicia con la siguiente estrofa:

“Se ha dormido el maestro de la faz venerable, / divagaba ya en la sombra su intelecto robusto; / al igual que su vida, su muerte fue admirable: / La muerte de este anciano fue la muerte del justo”.

El respetado docente había fallecido el 25 de julio de 1915. El Diario de Las Palmas le dedicó el número correspondiente al 29 de noviembre del mismo año, «Homenaje póstumo a don Diego Mesa», en el que figuraba el sentido poema de Morales junto a textos firmados por otros de los destacados discípulos de don Diego: Francisco González Díaz, Domingo Doreste Rodríguez ‘Fray Lesco’, Luis Doreste Silva y Rafael Romero Quesada ‘Alonso Quesada’

Los investigadores que se han acercado al personaje destacan entre sus múltiples aportaciones a la vida cultural de su ciudad natal no solo su enorme dedicación al desarrollo de la enseñanza al frente del colegio de San Agustín, sino también su decisiva participación en la Sociedad Filarmónica, de la que fue presidente desde 1886 hasta su renuncia en 1906. Encabezó una importante etapa de esa entidad, presentó un nuevo reglamento y acometió su inscripción legal. Lothar Siemens atribuye a su carácter ordenado, serio, enérgico y carismático la capacidad que manifestó para armonizar las relaciones entre la junta y los músicos. Gracias a su tesón y constancia logró integrar a los instrumentistas en la sociedad y consiguió elevar el nivel de esta. Fue nombrado Presidente de Honor como su amigo Camille Saint-Saëns, que había sido su huésped en la residencia familiar de Bandama.

Don Diego había nacido en Las Palmas el 26 de julio de 1837, se graduó como bachiller en Artes y contrajo matrimonio en la parroquia de Santo Domingo, el 16 de agosto de 1871, con Luisa López Massieu, única hija de Concepción Massieu y Béthencourt y del abogado Antonio López Botas, alcalde de Las Palmas, diputado y senador. El importante archivo de este político se sumó a la documentación que Diego Mesa conservaba de su abuelo el tercer marqués de Casa Hermosa y de su tío abuelo el doctoral Graciliano Afonso Naranjo, destacada figura de la iglesia canaria, muy respetado por su liberalismo y magisterio literario por la generación de los fundadores de El Museo Canario, entre los que se encontraban algunos de sus discípulos. El matrimonio tuvo once hijos, varios de los cuales tuvieron una destacada presencia en la vida social, política y cultural de nuestra isla durante el siglo XX. Uno de ellos, el alcalde José Mesa y López, es recordado por la importante avenida que lleva su nombre. Recientemente el archivo de López Botas, fundamental para conocer la historia de Canarias durante el siglo XIX, ha sido depositado en la Sociedad Científica El Museo Canario por sus descendientes.

Es difícil resumir la presencia, siempre en primera línea, de Mesa de León en la vida ciudadana de su época; además de sus importantes responsabilidades en el colegio de San Agustín y la Sociedad Filarmónica, se desempeñó como director de los establecimientos benéficos de Las Palmas, concejal y alcalde accidental de su ciudad natal, presidente del Gabinete Literario, director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, director del centro meteorológico de Las Palmas, vicepresidente de la diputación provincial, etc.

Tanta actividad en beneficio del desarrollo educativo y cultural de sus coterráneos no le impidió implicarse seriamente en la Sociedad Científica El Museo Canario, en la que participó como uno de sus fundadores y desempeñó brillantemente las tareas de tesorero de 1882 a 1887, vicepresidente segundo de 1896 a 1899 y vicepresidente primero desde 1899 hasta su fallecimiento en 1915.

La calle rotulada Mesa de León, anteriormente denominada de la Recova Vieja, discurre paralela al Guiniguada. Ocupa el tramo que se desarrolla entre la plaza también dedicada a la memoria de don Diego y la calle Obispo Codina. Está situada en el mismo entorno donde había transcurrido la vida de Mesa, pues en esa vía se levantaban su residencia, la casona que fue de don Graciliano Afonso, y también la última sede del colegio de San Agustín, que contaba con otra entrada por Herrería. Los antiguos alumnos recordaban con añoranza los espaciosos y ventilados salones de estudio, el patio y la huerta ajardinada.

El hecho de que muchos de sus discípulos figuraran en primera línea en la vida cultural de la isla décadas después de su fallecimiento contribuyó a mantener vivo su recuerdo. Uno de los personajes que se manifestaron agradecidos por su magisterio fue el poeta Luis Doreste Silva, cronista oficial de la ciudad, que promovió una campaña para lograr que el ayuntamiento homenajeara a don Diego. Se encargó un busto al escultor Plácido Fleitas, que ejecutó una imagen en bronce. Para su emplazamiento se escogió la antigua plaza de la Cruz Verde, hoy Mesa de León, donde podemos admirar “el busto del maestro bajo la sombra del laurel», como escribió el propio Doreste.

Alonso Quesada, al rememorar sus distracciones de estudiante en el colegio de San Agustín, escribió:

“Y unas manos serenas acarician nuestra cabeza / y una voz nos dice: / ¿Qué miras Rafael? ¿Por qué no estudias? / ¿Piensas, acaso, que tu padre es rico? / ¿No ves que estás perdiendo horas y horas / mirando el huerto, sin mirar los libros...?”.

El mismo Quesada afirmó que las manos de don Diego fueron para él “más buenas que la ciencia exacta”.