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Barrios que buscan fondos europeos (I)

La vida en 40 metros cuadrados en La Isleta

El Ayuntamiento incluye dentro de los nueve barrios a rehabilitar con fondos europeos las 168 viviendas del grupo Fermín Sanz Orrio

La vida en 45 metros cuadrados en La Isleta Andrés Cruz

“¿Estas casas? Tendrán 50 o 60 metros cuadrados”, indica Rubén mientras vigila a su perro dar vueltas delante de su portal. “¡Qué va! Tienen menos”, le corrige una mujer desde la ventana de su casa en un tercer piso. Los vecinos de las 168 viviendas del grupo Fermín Sanz Orrio, en el corazón de La Isleta, saben bien lo que es la vida en 45 metros cuadrados; en unos bloques con más de 60 años de antigüedad, sin ascensor y con un entorno urbano poco amigable. El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha incluido la urbanización dentro del plan de intervención que prepara para nueve barrios de la capital y cuya financiación prevista, unos 66 millones de euros, esperan conseguir con fondos europeos a través del Programa de Rehabilitación para la Recuperación Económica y Social de los entornos Urbanos.

“A cada momento caen piedras y piconsillo de las paredes”, resalta Rubén, vecino de Fermín Sanz Orrio. Las fachadas de los edificios han ido descascarillándose, donde la pintura cae a trozos, y en algunas esquinas ya son visibles los viejos muros. “Los pájaros han hecho nidos entre los huecos”, apunta. Estas viviendas fueron entregadas en 1955 por parte de la extinta Delegación Nacional de Sindicatos, de hecho, los símbolos de Falange con el yugo y las flechas siguen presentes en una gran placa en una de las fachadas que da a la calle Luján Pérez, incumpliendo así la Ley de Memoria Histórica. Desde entonces han sido reparadas en contadas ocasiones y el poder adquisitivo de buena parte de sus vecinos es bastante precario, precisan quienes viven allí.

La diferencia entre unos bloques y otros, apunta Rubén, la marca la existencia o no de una comunidad de vecinos. “En ese tienen y en ese no”, señala, en uno reinan los desconchones en la pintura y los agujeros mientras que en el otro “van escapando” y se mantiene “mucho mejor”. Salta a la vista en los pasajes de edificios que conforman las calles Gijón, Sol y Jerez. En aquellos donde los respectivos propietarios o inquilinos -muchas de las viviendas siguen siendo de titularidad pública- no están organizados los desperfectos se hacen notar con fuerza en cubiertas y fachadas.

“Hace más de 30 años arreglaron los bajantes, pintaron y pusieron estas losetas”, explica Ángeles Viñoly Toledo, vecina de la calle Sol. Desde entonces, pocos cambios se han visto en la zona. “Aquí estamos bien, pero hace mucha falta un arreglo, algunos bloques están muy mal, esto parece tercermundista”, repiten ella y su hija desde la ventana de la cocina. En su caso, Viñoly llegó al barrio en 1955 con sus padres y hermanos procedentes de Guanarteme. Vivió un tiempo fuera, pero terminó por volver a la misma calle.

“Lo que deberían hacer es poner una verja o bolardos movibles”, explica la hija de Viñoly, con el objetivo de dar privacidad a los bloques. Esta asegura que era habitual antes de la pandemia ver como jóvenes y no tan jóvenes iban a la zona a montar escándalo. “No eran de por aquí, por eso mandamos quitar los bancos y necesitamos una valla”, precisa.

En la calle Sol apenas hay dos bancos, el resto fueron retirados, al igual que los macetones con flores, que en cambio sí se conservan varios en la calle Jerez. En general, estos pasajes presentan un aspecto desolador, a pesar de que habitualmente sus vecinos bajan con sillas de plástico por las tardes y llegan a montar cumpleaños y asaderos. Muchos prefieren hacer vida en la calle que en sus casas, aunque eso no guste a todos y en muchas ocasiones causen molestias. En otro tiempo llegaron a vivir allí familias con hasta 14 hijos, comentan los vecinos, completamente hacinados, por lo que las alternativas eran pocas.

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Viviendas del grupo Fermín Sanz-Orrio en La Isleta Andrés Cruz

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