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Cuando los ingleses escribían la historia

La fortaleza de Mata recrea la presencia británica en la ciudad entre finales del XIX y principios del XX

Cuando los ingleses escribían la historia | JOSÉ CARLOS GUERRA

«Mr Medrington era un fotógrafo que llegó a la isla cuando aún no se sabía que la tuberculosis londinense se atajaba en una playa insular. Hace treinta años lo desembarcaron en el puerto sin ninguna de sus máquinas, pero en una camilla. No era sino una americana gris, larga y escurrida, que se sostenía en un palo invisible, como esas banderas tristes los días sin vientos.... Pero, como suele ocurrir en los retratos de larga exposición, la figura de Medrington, a pesar de su tuberculosis, se fue fijando poco a poco. Y ha tardado treinta años en borrarse por completo». De esta manera se refería Alonso Quesada en uno de sus relatos de Smoking-Room a Mister Medrington, uno de los tantos británicos que recalaron por Las Palmas entre finales del siglo XIX y principios del XX para hacer negocios, curarse el cuerpo, en ocasiones el alma o, simplemente, perderse o encontrarse en estas tierras atlánticas.

Cuando los ingleses escribían la historia

Quesada describió de manera magistral a aquellos ingleses e inglesas elegantes, presumidos, tiesos como una grúa, con el «mullido silencio de inglés colonial», por usar algunas de las definiciones que utilizó en sus retratos, a medio camino entre la fascinación y el desdén, no en vano tuvo la suerte o la desgracia de conocerlos muy a fondo porque trabajó para ellos, primero en la Elder Dempster Canary Islands y después en el Bank of British West Africa, dos de las numerosas compañías británicas que se instalaron en la ciudad e impulsaron y monopolizaron en un abrir y cerrar de ojos sus negocios más fructíferos. Era la época en la que las islas se convirtieron en una especie de colonia sin bandera del imperio británico.

Cuando los ingleses escribían la historia

El escritor y poeta modernista es uno de los protagonistas de la exposición del Castillo de Mata La ciudad y los ingleses y su figura está presente en dos enormes fotografías. En una de ellas está con Tomás Morales, el otro escritor canario que habló de la presencia británica en sus poemas, como el dedicado a la calle Triana, «donde el urbano estrépito domina y se traduce en industrioso ardor, donde corre sin tasa la esterlina y es el english spoken de rigor».

En la otra foto, que preside la sala, está, medio escondido, al lado de Néstor Martín-Fernández de la Torre y otros dos amigos, con el Amanecer del Poema del Mar, al fondo. Además de las dos fotografías de 1920, la muestra organizada por el Ayuntamiento que pretende conmemorar la presencia de la comunidad británica en Las Palmas de Gran Canaria, está plagada de numerosos documentos y fotografías, muchos de ellos inéditos, que nos hablan de «la importancia que tuvo la comunidad británica en el siglo XIX y la primera décadas del XX para el desarrollo y progreso de la ciudad», según explica el cronista de Las Palmas de Gran Canaria Juan José Laforet, comisario de la muestra junto a Adrián Santana.

Varias decenas de compañías británicas llegaron a recalar por estas islas, en su mayoría a finales del siglo XIX. Uno de los primeros fue un tal James Swanston, un escocés que arribó con 14 años, tras ser asaltado cuando navegaba en guas cercanas al Archipiélago, y cuyos descendientes se encargaron a finales del siglo de impulsar y dirigir la construcción del Puerto de La Luz, con la fundamental mediación de León y Castillo.

El escocés Swanston atrajo a los Miller y fue a finales del siglo XIX cuando se produjo la gran arribada de firmas británicas, entre ellas la Elder Dempster de Alfred L. Jones, Cory, Blandy o Fyffes, que utilizaron La Luz como una plataforma en la que se apoyaron para impulsar la expansión del capitalismo europeo.

Todas estas compañías monopolizaron en pocos años no sólo todos los servicios relacionados con el puerto -especialmente el suministro a los barcos y los talleres de reparación naval- sino el negocio frutero, con la creación de cultivos enfocados a la exportación, plátanos y tomates fundamentalmente. Introdujeron las bases del turismo en las islas, con la creación de los primeros hoteles que hubo en la ciudad, entre ellos el Metropole, e impulsaron la banca, el comercio y los servicios.

El monopolio llegó a extenderse al suministro del agua y la electricidad, servicios que introducen en la ciudad como el teléfono, que inauguró Diego Miller en 1891.

Los comisarios de la exposición resaltan el «establecimiento de firmas comerciales que promueven y desarrollan el comercio y la exportación, el asentamiento de directivos, funcionarios y operarios especializados», que tan certeramente retrató Alonso Quesada, «y la aparición de instituciones socio-culturales y deportivas».

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Exposición 'La ciudad y los ingleses' José Carlos Guerra

Luces y sombras

Lo primero que se divisa en la sala de exposiciones es un enorme retrato de Robert Houghton, uno de los primeros comerciantes ingleses en llegar a la isla, que se dedicó al comercio de la cochinilla y fue el primer presidente del Gabinete Literario. «Los ingleses», resalta Laforet, «se implicaron totalmente en la sociedad canaria. Además de asociarse entre ellos, fueron capaces de asumir compromisos y asociarse con los grancanarios en otros proyectos. De hecho, en 1842, la comunidad británica está presente en el acto de fundación de la sociedad literaria y dos años después crean el Gabinete Literario y Houghton fue su primer presidente. Entre aquellos 50 compromisarios que firmaron en 1842 había unos diez ingleses».

Admite que la presencia británica tuvo «sus luces y sus sombras. Indudablemente hay sombras, pero también están los que se establecen y se enraizan. Junto con ellos vienen los buitres de los negocios, pero sin lugar a dudas los ingleses contribuyeron al desarrollo de las islas. Fueron ellos los que hicieron que se construyera el Puerto de La Luz, porque hasta el propio León y Castillo estaba empeñado en mejorar el muelle de San Telmo y los ingleses se horrorizaron y manifestaron que ese puerto no servía para nada. Ellos querían una plataforma, no sólo para el comercio sino para su ejército». Entre los documentos inéditos que se exponen por primera vez en esta muestra están los planos de la iglesia anglicana de Ciudad Jardín, así como las escrituras de compra de los terrenos del antiguo hotel Santa Catalina y los planos del edificio original.

También están los documentos y planos relacionados con el cementerio inglés de San José, una de las edificaciones más antiguas de la comunidad británica, que inició los trabajos en 1934, tras la conmoción que causó entre sus miembros tener que enterrar extramuros de la ciudad a una ciudadana británica, porque la autoridades religiosas no permitieron su inhumación en el camposanto católico.

A medida que la colonia británica iba aumentando, se fueron creando los clubs de golf , de tenis y de cricket, el hospital o el British Club. Por este club pasaron los duques de York, los que con el tiempo se convertirían en el rey Jorge VI y la reina Isabel. En la exposición se les puede ver en una foto durante una recepción en el antiguo hotel Santa Catalina. Otros visitantes ilustres del British Club fueron Agatha Christie o el aviador Charles Lindberg.

Otro documento que se puede observar en la muestra es el acta original de la creación del club de golf de Las Palmas en 1891, que este año celebra su 130 aniversario. Una enorme foto muestra a varios ingleses jugando al golf en lo alto de Altavista, en la zona conocida como el Lomo del Polvo. Los aficionados al golf jugaron sobre tierra durante 65 años hasta que se construyó el club de Bandama en 1957.

«Tenían un rodillo con el que prensaban la arena y sobre esa arena jugaban al golf», explica Laforet, quien resalta que el de Las Palmas fue el primer club de golf de España y el cuarto del continente europeo. «Tenemos objetos curiosos, como una copa de un trofeo de golf del año 1902, aunque hay uno de finales del siglo XIX, que es el trofeo más antiguo de toda España de cualquier modalidad deportiva que se conserva y se sigue celebrando».

En palabras de Laforet, la exposición intenta ser «una piedra de toque para la reflexión. Queremos que el ciudadano conozca que hubo un grupo humano compuesto por británicos, que fue capaz de formar una comunidad que supo comprometerse y asociarse. Además de asociarse entre ellos fueron capaces de agruparse y asumir compromisos con los grancanarios en otros proyectos. En el comportamiento de esos ingleses se reflejan los primeros pasos del liberalismo, del estado de derecho».

La presencia de los ingleses caló también en las costumbres de la población canaria. Con ellos se pusieron de moda el bistec, el pan de molde, las galletas inglesas y muchas palabras inglesas se amalgamaron con las canarias.

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