Empecé a pergeñar este pequeño artículo dedicado a la figura de Juan Bosch Millares acercándome a las biografías elaboradas sobre él y consultando los títulos bajo los que se reunían sus trabajos. Sin embargo, la curiosidad me llevó por otros derroteros. Si había sido una figura relevante para la sociedad grancanaria del siglo XX, la prensa debía de haberse hecho eco de ella. Fue así como una consulta a la hemeroteca digital correspondiente a los años que abarcaban su dilatada vida (1893-1983) deparó, para mi sorpresa, más de un centenar de entradas que recogían referencias a sus trabajos, cargos, nombramientos, publicaciones, congresos, vacaciones, familia… pero también múltiples artículos salidos de su propia pluma.

Nos cuenta la prensa que obtuvo el título de Bachillerato, que viajó a Madrid para cursar la carrera de Medicina, doctorándose en Medicina y Cirugía en 1918, además de licenciarse en Ciencias Naturales.

Ejerció como médico de la Asistencia Pública Domiciliaria de la Beneficencia Municipal, y fue jefe del servicio de Medicina Interna del Hospital de San Martín, institución que dirigió durante nueve años. Especialista en aparato digestivo de la Obra Sindical 18 de Julio (organismo de asistencia sanitaria), pasaba consulta tres tardes de la semana en la calle Pérez Galdós n.º 18. Formó también parte del cuadro médico de la mutua de seguros agrícolas MAPFRE.

Lejos de constreñir su mundo a la medicina, incorporó la enseñanza a su vida profesional, ejerciéndola en ámbitos muy diferentes y entendiéndola como una «noble y sagrada misión». Fue profesor adjunto por oposición de la Escuela Normal del Magisterio Primario, profesor numerario del Instituto Nacional de Enseñanza Media, y en sus manos recayó también la docencia impartida desde el Hospital de San Martín. Como profesor, le preocupó la pedagogía, tema que aborda en varios artículos de prensa o en algunos discursos impartidos, destacando siempre la necesidad de vocación de la profesión de maestro. Lo vemos escribir la historia del nacimiento y desarrollo de la Escuela Normal de Magisterio de Las Palmas, o solicitar una calle para la maestra Salomé Araña por su labor y pasión en la enseñanza.

Tuvo la habilidad de conferir transversalidad a su formación de médico, explorando desde esta disciplina otros ámbitos como el de la historia. Ese interés lo llevaría a mantener una estrecha relación con El Museo Canario, entidad de cuya Junta Directiva formaría parte ejerciendo el cargo de director durante cuatro décadas. En el museo estudió los restos óseos de los antiguos canarios, identificando las patologías que afectaron a esta población. Elaboró una Historia de la medicina en Gran Canaria y recuperó la historia de tres establecimientos benéficos de la isla: los hospitales de San Martín y de San Lázaro, ambos en Las Palmas de Gran Canaria, y el de San Pedro Mártir de Telde. Se acercó también a la biografía de diferentes médicos, especialmente de aquellos que estuvieron vinculados a la literatura y otras disciplinas del ámbito de las humanidades.

Prueba de su intensa y reconocida trayectoria profesional, pero también de sus inquietudes y entrega, es la cantidad y diversidad de sociedades e instituciones en las que desempeñó diferentes cargos. Fue miembro correspondiente del Colegio Oficial de Médicos de Madrid, de las reales academias nacionales de Medicina e Historia, así como del Instituto de Estudios Canarios, secretario del Consejo Provincial de Sanidad, presidente del Colegio Oficial de Médicos de la provincia de Las Palmas, presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Las Palmas... y además codirector de la Revista médica de Canarias.

Recibió diversas distinciones, como la Encomienda de la Orden Civil de Sanidad en 1947, por su lucha por la salud pública y la ciencia médica, o el ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio con la categoría de Encomienda en 1961, como premio a su labor docente.

Pero, sin duda, son sus colaboraciones en el que fuera durante largo tiempo el único diario autorizado en la isla, Falange, en la sección «Plumas de las islas», las que nos muestran al Bosch más intimista, su manera de pensar, ver y sentir el mundo que lo rodea. A través de estos artículos se aprecia a un médico cargado de melancolía, afectado por una profesión que lo enfrenta cada día con el dolor ajeno y que reconoce en el arte, la literatura, la música… un refugio ante el pesar que la enfermedad y la muerte le provocan. Estas y otras contribuciones en la prensa permiten percibir a un Bosch tremendamente sensible e implicado, próximo al paciente. Ello explica su denuncia al creciente desafecto y a la progresiva pérdida del «coloquio» médico-paciente que en el ejercicio de la medicina detecta. Y es que, para él, la medicina es «la profesión más humana y caritativa que existe en el Universo... siendo el fin principal de nuestra profesión contribuir a remediar o curar los sufrimientos de los demás».

Una lectura rápida a su colaboración con la sección «Plumas de la isla» deja entrever también una progresión hacia textos cada vez más tejidos con los recuerdos del pasado: la ciudad, la medicina, los maestros que le enseñaron, la universidad en la que aprendió su profesión y donde tuvo la fortuna de conocer y aprender de Cajal…

Con ocasión del homenaje que se le rinde en diciembre de 1962, diferentes personalidades escriben en la prensa sobre él, coincidiendo en la descripción de un hombre comprometido con la medicina, con la formación de futuros maestros, con las humanidades... pero sobre todo destacan su condición humana, su empatía con el dolor del enfermo.

En el discurso que ofrece con ocasión de dicho homenaje, el propio Juan Bosch define las que fueron sus tres grandes pasiones, que marcaron su trayectoria vital y profesional: el Hospital de San Martín, El Museo Canario y los centros de enseñanza secundaria, en los que puso todos sus anhelos y entusiasmos. Al hospital estuvo vinculado 45 años, y en alguna ocasión lo definiría como «hospital donde ha transcurrido parte de nuestra vida, ha subyugado y subyuga nuestra alma, porque en su recinto... la vida y la muerte corretean en su interior, con el mayor de los silencios y el más profundo de los misterios». El Museo Canario fue, para él, «el tesoro más valioso que puede ofrecer a la cultura universal» por sus «colecciones científicas, documentos y legajos», un «centro donde los estudiosos pueden efectuar trabajos de investigación, de solvencia y garantía».

Así, año tras año, la prensa fue revelando el surgir, desarrollo y madurez de este médico, historiador, literato, maestro..., desde su juventud hasta su vejez. Y en ese discurrir yo me quedo, sobre todo, con el Bosch que hila su vida de pasión, esfuerzo y superación, pero también de melancolía. El Bosch de trabajo diario, incansable, que huye de los éxitos fugaces y deplora la precipitación que solo traza caminos vacíos, una precipitación que me hubiera impedido descubrir a este otro Bosch que desconocía.

Hoy su nombre da título a una plaza de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.