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La ciudad en pandemia | Restricciones en los mercadillos

Incertidumbre en el Rastro de la capital ante el nuevo cierre por el nivel 4

El Ayuntamiento suspende todos los mercadillos de la ciudad desde este lunes

Último día de rastro antes de las restricciones

Último día de rastro antes de las restricciones Juan Carlos Castro

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Último día de rastro antes de las restricciones Adzubenam Villullas

Incertidumbre. Eso es lo que sienten los puesteros que cada domingo despliegan su mercadería en el conocido como Parque Blanco de la capital. El rastro de este domingo ha sido el último hasta nuevo aviso; el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha decretado la prohibición de todos los rastrillos y mercadillos al aire libre del municipio hasta nuevo aviso ante la entrada en vigor este lunes, 9 de agosto, de las restricciones correspondientes al nivel 4 de alerta por Covid-19.

«No podemos más», esta es la frase que más repiten entre los vendedores del rastro dominical de la capital grancanaria. Esta no es la primera vez que han tenido que parar su actividad en el último año y medio de pandemia, pero los cierres de meses atrás, la falta de cruceristas y de público en general -y de ganas de consumir- han deteriorado y llevado al límite la economía de numerosas familias. «Algunas familias dependen exclusivamente de ese mercadillo», señala Carmen Santiago Heredia, presidenta de los puesteros, al tiempo que destaca que lo han pasado «muchos lo han pasado muy mal en este tiempo».

Cada domingo al rastro de Las Palmas de Gran Canaria acuden unos 400 puesteros. Para muchos de estos, cerrar el rastro supone perder la única fuente de ingresos con la que cuentan semanalmente. Es el caso de la propia Carmen Santiago, «antes de la pandemia tenía los mercadillos del Sur, pero esos están cerrados por que no hay turismo y los canarios no van allí a comprar», explica.

Pero, las restricciones impuestas por el Ayuntamiento no solo afectan al rastrillo dominical del Parque Blanco. A partir de esta semana -el nivel 4 de alerta por covid entra en vigor este lunes- también están clausurados los mercadillos de golosinas de verano en el parque San Telmo, los de artesanía en Vegueta -en la plaza del Pilar Nuevo y la trasera de la Catedral- y de Las Canteras -a la altura de la plaza Saulo Torón-.

"Varias familias dependen solo de este mercadillo", señala Carmen Heredia

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«¿Que qué significa? Pues estar una semana sin comer», recalca Isabel Heredia este domingo en su puesto de bolsos en el rastro capitalino. En su caso, de este pequeño negocio ambulante viven seis personas; ella y su marido son quienes gestionan el puesto desde hace décadas, pero la pandemia les cambió la vida. «Mi hija se tuvo que venir de Lanzarote porque al no haber rastrillo allí -por la falta de turismo- no podía pagar el alquiler», indica, «y con una niña de meses». Mientras, les ha tocado tirar para adelante como pueden a pesar de la bajada en las ventas y gracias a la ayuda de una asistenta social, apunta.

A media mañana de este domingo había cierto ambiente entre los puestos. Los gritos de todo a un euro o de tres por dos se sucedían y el público hacía fila para poder entrar por el acceso habilitado al recinto. A raíz de la pandemia los vendedores han vallado todo el perímetro de tal manera que puedan controlar el aforo reducido, medida que tomaron tras la última reapertura del mercadillo. En el último año y medio han vivido varios periodos de clausura. De marzo a junio de 2020, por la cuarentena de la primera ola, y después de agosto hasta octubre por la subida de contagios de la segunda oleada del virus.

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El rastro echa el cierre temporal Juan Carlos Castro

«La venta de mascarillas es lo que me ha estado medio salvando estos meses», señala Rafael Carmona. De padres puesteros, lleva toda la vida metido en este ambiente. «Mi padre tiene uno, mi madre otro y mi mujer, la economía de mi familia entera depende de este mercadillo», apunta. Y es que entre los pasillos del rastro se pueden ver trabajando dos y hasta tres generaciones de una misma familia. Un tipo de negocio precario que en tiempos de crisis como la actual, con restricciones sanitarias a las que se suman el punto de vista puramente económico, deja a quienes viven de esto en una situación de extrema vulnerabilidad. «Hago un esfuerzo sobrehumano para que mis hijos estudien y no tengan que depender de esto, nunca los verás por aquí», recalca este puestero.

Los pocos ahorros que tenían desaparecieron en la cuarentena y el desconfinamiento

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«Aquí ricos no hay», repite varias veces Rafa Carmona. Y es que los pocos ahorros que pudieran tener estas familias desaparecieron hace tiempo, concretamente en los cuatro meses que estuvieron cerrados por la cuarentena y el desconfinamiento. Desde entonces son muchas las familias que han tenido que sobrevivir de la mano de asistentes sociales o con ayudas y subvenciones varias. Porque, aunque hayan reabierto, la venta no ha vuelto a ser la misma que antes de marzo de 2020 y los cruceristas que antes atracaban en el muelle de Santa Catalina no han regresado en masa.

La presidenta de los vendedores indica que su intención es poder reunirse con miembros del Ayuntamiento capitalino en los próximos días para mostrarles su situación. «No entendemos como en Tenerife, donde también están en nivel 4, hay mercadillos autorizados al aire libre y aquí nos dicen que no, que contando a los puesteros se excede el aforo», precisa.

Mientras tanto, reinará la incertidumbre. «Por el momento nos han dicho que el mercadillo de Vecindario sigue, pero este siempre viene más gente», cuenta Miguel Carmona delante de su puesto de zapatos. Lleva décadas metido en el negocio y ahora es cuando peor lo ha estado pasando. «Las ventas han bajado mucho», indica, «hemos ido escapando, comiendo el primer plato aunque sea, como se suele decir, pero ahora no sé cómo lo haremos», recalca.

En la misma situación de incertidumbre está Antonia Heredia. «Los bares por dentro llenos y nosotros aquí estando al aire libre ¿nos cierran?», se pregunta. «Llevamos casi dos años pasando hambre, pasando necesidades», comenta junto a su puesto de ropa, el cual está completamente solitario. «Vivíamos más o menos bien con este mercadillo, el de San Fernando, el de Arguineguin y una pequeña paga de mi marido», explica, «pero si cierran este ya no nos quedará ninguno». Mientras, los contagios siguen muy altos y Gran Canaria entra este lunes en nivel 4 de alerta por Covid.

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