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El complicado camino para salir del sinhogarismo en Las Palmas de Gran Canaria

Trabajadores sociales luchan a diario contra la exclusión social en las calles de la capital, el problema viene cuando hay personas sin techo reticentes

El complicado camino para salir del sinhogarismo en Las Palmas de Gran Canaria Andrés Cruz

Jorge tiene 45 años y vive desde hace dos en la calle. Con la ayuda de una verguilla ata varios cartones para guardar sus pertenencias, guarecerse de las inclemencias del tiempo y conseguir, al menos en parte, intimidad. Sin trabajo desde hace mucho, sin una red familiar que le apoye, probablemente con alguna adicción a sus espaldas, está en un bucle sin salida aparente. Su vida anterior se derrumbó hasta tal punto de llegar a la exclusión social. La historia de Jorge es ficticia, pero podría ser la de casi cualquiera de las personas sin techo que pueblan las calles de Las Palmas de Gran Canaria. El sinhongarismo es un fenómeno con un camino turbulento, una montaña rusa de pobreza y marginación de la que es difícil escapar. Un fenómeno que se ha visto incrementado por culpa de la pandemia, según han constatado diversas entidades sociales.

Trabajadores sociales y otros profesionales luchan a diario para que quienes hayan quedado en situación de calle encuentren una solución, el problema viene cuando muchos de estos son reticentes a ir a un albergue. «Nadie quiere estar en la calle», señala Caya Suárez Ortega, secretaria general de Cáritas Diocesana de Canarias, «pero las personas con un perfil cronificado han creado escudos de aislamiento, de rechazo y de falta de confianza hacia los demás». Un mecanismo de autodefensa fruto de las circunstancias de exclusión social por las que han pasado, incrementadas en la mayoría de los casos por adicciones y problemas de salud mental. «No se les puede obligar, tiene que salir de ellos dar el paso y hasta que no se den cuenta de que son capaces no podemos hacer más que atenderles; por eso hay que crear una relación de escucha, de empatía», indica.

Dentro del sinhogarismo, Suárez Ortega distingue entre aquellos que están en riesgo de exclusión social -colectivo con el que se llevan acabo acciones para evitar esta situación-; las personas que viven en infraviviendas -chabolas, cuevas, casas en ruinas-; quienes sí han dado el paso para acceder a un albergue o piso tutelado; y, por último, los sin techo que pernoctan en la calle, al razo, a veces incluso en cobertizos montados con cartones en soportales o zonas peatonales. Es ahí donde los trabajadores sociales tienen el mayor de los retos. 

Pero, ¿Qué lleva a una persona a vivir en la calle? Las causas son tan diversas como personas componen este colectivo, con edades que pueden ir comprendidas entre los 20 y los 90 años. No obstante, más allá de la crisis generada por la pandemia, Suárez Ortega resalta que hay un condicionante en Canarias que cronifican el sinhogarismo y la exclusión social: la pobreza estructural. «Muchas veces no es porque una persona no sea capaz», indica, los trabajos precarios o las dificultades para acceder a una vivienda no facilitan una «continuidad» en esa vuelta al sistema. Según datos del Instituto Canario de Estadística (Istac) el 35% de la población en el Archipiélago estaba en riesgo de pobreza o exclusión social en 2019 -último año con cifras oficiales-; un porcentaje que, según estimaciones, se ha visto disparado con la crisis sanitaria.

«La mayoría de estas personas han creado escudos de rechazo y falta de confianza», indica Caya Suárez

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Existen múltiples variables; sin embargo, las asociaciones del tercer sector describen un ‘escenario tipo’ que comienza con la pérdida del puesto de trabajo -en numerosas ocasiones precario- y la dificultad para acceder a uno después. «Esto conlleva que no puedan pagar alquiler o hipoteca, discusiones en la pareja o la familia, se separan, caen en adicciones y finalmente acaban en la calle», señala Jesús García Barriga, presidente de la Obra Social de Acogida y Desarrollo. Un castillo de naipes que, de faltar una pieza, comienza a desmoronarse.

Salir de esa situación es «un proceso lento», aclara Suárez Ortega. La labor de los trabajadores consiste, en definitiva, en «restablecer sus capacidades» para reinsertarse. Aquellos que logran dar el paso de ir a un albergue o un recurso alojativo pasan a recibir talleres y habilidades formativas, tareas que desarrollan tanto Cáritas como la Obra Social en sus sedes de la capital grancanaria. El objetivo final es lograr un contrato de trabajo y que sean autosuficientes. «El problema es que muchas veces pierden ese empleo o la relación con la familia vuelve a romperse», precisa Suárez Ortega, «dicen que lo han intentado y se ven en la calle una vez más». Vuelta a la casilla de salida. 

La precariedad laboral y el alto coste de la vivienda tienen mucho que ver, pero no solo. Carmen Luz Vargas, concejala de Servicios Sociales de Las Palmas de Gran Canaria, advirtió el pasado junio en una comparecencia que la mayoría de quienes duermen en la calle están afectados por adicciones o enfermedades mentales o ambas a la vez y necesitan atención especializada de otras administraciones pero, por el momento, no ha sido posible que estas actúen.

Persona sin techo duerme en una acera de la calle General Vives. Andrés Cruz

La consejera de Servicios Sociales del Cabildo, Isabel Mena, señala que han hecho «un gran esfuerzo» durante la pandemia para apoyar a los ayuntamientos y entidades, con proyectos preventivos para evitar situaciones de calle en familias con niños y un incremento de 400.000 euros en las partidas a Cáritas, Banco de Alimentos, Oportunidades de Vida y Cruz Roja. El problema está en los casos «más cronificados», ahí «depende de la voluntad de la persona», aclara, y entran en juego la problemática de la salud mental y las drogodependencias. «Aún así el Ayuntamiento está haciendo un esfuerzo inmenso», añade. Este periódico ha intentado contactar con Vargas, su homóloga en la capital grancanaria, sin éxito.

García Barriga alerta de que están aumentando los casos de personas sin hogar con problemas de salud mental -incluida la depresión-. «Se están viendo perfiles de gente que nunca se imaginó que llegaría a este punto», detalla. En cuanto a los casos cronificados, precisa que los trabajadores de la Obra Social intentan «convencerles», pero esto no siempre es posible;«hay casos extremos en los que hemos detectado que su vida corre peligro», afirma, «por lo que llamamos a Fiscalía para que dicte la situación de incapacidad de esa persona y sea posible internarla de manera obligatoria».

Maximino Pulido, responsable del Proyecto de Personas sin Hogar de Cruz Roja, indica que la ONG acaba de contratar a una psicóloga precisamente para mejorar la atención a las personas con este tipo de perfil. «Nosotros hacemos principalmente labores de mediación, tratamos con los perfiles más cronificados, con aquellos que están literalmente en la calle y les guiamos para que puedan acceder a recursos de ayuda». Desde Cruz Roja les ayudan a comprar medicamentos, arreglar papeles o derivarlos a comedores sociales y albergues de otras entidades solidarias, explica. «Es un colectivo muy complejo, variopinto y necesitas hablar con ellos», aclara, «ir poquito a poquito».

Cobertizo con cartones de una persona sin techo en la trasera del colegio Iberia. Andrés Cruz

La asociación Oportunidades de Vida es otra de las que trabajan con personas sin hogar en la Isla. Su director, Rafael Hernández Reyes, señala que prevén poner en marcha este año una guagua aseo, con una subvención del Gobierno de Canarias, donde personas con un perfil más cronificado puedan cubrir sus necesidades básicas de higiene. «Hay gente que está en la calle y no está por someterse a una normas», apunta. No obstante, cuentan con un comedor y un albergue que van a ampliar. 

Obtener cifras reales del sinhogarismo en Las Palmas de Gran Canaria es una tarea complicada, aunque la mayoría de las asociaciones consultadas por este periódico coinciden en que ha crecido por la pandemia. Durante la cuarentena el Ayuntamiento acogió a más de 150 personas en recursos habilitados de manera excepcional, de estas el 60% ha seguido en los centros municipales o con ONGs, el resto volvió a las calles. A principios de año las asociaciones se vieron «desbordados» al atender a buena parte de los migrantes que llegaron en 2020, pero destacan que la mayoría han abandonado la Isla en los últimos tres meses. Ahora quedan los rastros de la crisis sanitaria.

«Hay casos en los que recurrimos a Fiscalía para que dicte incapacidad», señala García Barriga

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La destrucción de empleo ha llevado a cientos de personas a verse en riesgo de exclusión. Suárez Ortega habla de un «aumento significativo» y destaca que Cáritas Diocesana atiende en sus comedores una media de 110 personas a diario solo en la capital, mientras que antes de la Covid-19 eran «alrededor de 90». García Barriga resalta que han pasado de acoger a unas 150 personas en sus albergues a más de 200 en la actualidad. Y, aunque no se atreve a dar cifras, Hernández Reyes, también ha notado «más gente en las calles» a raíz de la pandemia; tuvieron que ampliar el comedor y están pendientes de hacer lo mismo con el albergue.

Según datos proporcionados el pasado mes de junio por la concejala de Servicios Sociales de Las Palmas de Gran Canaria, en la primera mitad del año han intervenido con 137 personas que duermen en las calles de la ciudad. Se trata de una cifra que, según reconoció Vargas, no se corresponde con la foto real de este colectivo, pues la cantidad verdadera, sostuvo, «es imposible saber», porque para ello habría que «hacer un recorrido por todos los barrios durante una sola noche». No obstante, con estos datos en la mano, el último censo elaborado por el Ayuntamiento, publicado en 2019, recoge que había unos 90 sin techo en las calles de la capital.

Más de la mitad de las personas sin techo pernoctan en el distrito Isleta Puerto Guanarteme

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Más de la mitad de las personas sin techo pernoctan en el distrito Isleta Puerto Guanarteme. Según las últimas cifras proporcionadas por la concejala, 70 de las 137 personas intervenidas han pernoctado al razo en esta zona, repartidas entre las calles General Vives, Presidente Alvear o la plaza de Manuel Becerra. Le sigue el distrito Centro, con 33 sin hogar -en calles como León y Castillo o Venegas; Ciudad Alta, con 18 personas; Vegueta- Cono Sur-Tafira, con 14 y Tamaraceite con sólo dos hombres detectados.

Según los técnicos, tienden a concentrarse en zonas donde tengan recursos disponibles: calles concurridas, cerca de comedores sociales o espacios de uso público como las dos estaciones de guagua -Santa Catalina y San Telmo- o las bibliotecas. Se da la circunstancia de que algunos sin techo pernoctan en cobertizos de cartones en las inmediaciones de instituciones públicas; como pueden ser los soportales de la Agencia de protección del medio urbano y natural del Gobierno de Canarias -en el Puerto- o en las inmediaciones del edificio de Usos Múltiples II, sede de, entre otras, la consejería de Derechos Sociales del ejecutivo autonómico -esta cartera, sin competencias directas, en 2021 ha incrementado la partida social a los ayuntamientos de las Islas un 55%-.

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