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Un oasis en medio de Arenales

El Ayuntamiento incluye en los presupuestos participativos la limpieza del solar de acceso desde León y Castillo al huerto La Chimenea y un sendero transitable

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Huerto urbano de La Chimenea en el patio del Colegio Aguadulce, en el barrio de Arenales. Andrés Cruz

Una higuera cargada de higos cubierta con una especie de mosquitero para evitar que los pájaros se los merienden en un abrir y cerrar de ojos preside la entrada a La Chimenea, un huerto autogestionado en un solar municipal, que acaba de cumplir once años y sobrevive con sus árboles frutales cada vez más altos, sus baobabs, sus pimientos, sus lechugas, sus tomates y sus hortelanos rodeado de edificios en el corazón de Arenales, al lado del colegio Aguadulce.

Un oasis en medio de Arenales

La asociación sociocutural Arenando consiguió hace dos años que el Ayuntamiento le abriera un acceso por un solar de León y Castillo,95 -destinado en un futuro próximo a viviendas sociales- y ahora está pendiente de que el consistorio limpie y elimine los escombros y basuras que se han ido acumulando durante años en el lugar para poder entrar sin problemas a cultivar sus tomates o participar en las actividades culturales que organiza el colectivo.

La actuación forma parte de un proyecto que la asociación presentó a los presupuestos participativos de 2020, aprobado con una inversión de 6.000 euros, e incluye la creación de un camino accesible para facilitar el paso a los hortelanos que tienen problemas de movilidad. Entre los escombros acumulados en el solar está la cantería de piedra de la antigua fachada que, según los miembros de la asociación, debería conservarse o reutilizarse.

«Sólo pedimos que se adecente esto un poco porque está lleno de escombros y que se haga un caminito accesible porque a veces viene gente mayor y personas en silla de ruedas», aclara Jaime Santana, uno de los socios de Arenando, quien subraya que el huerto ha seguido funcionando en este último año pese a la pandemia, aunque se han tenido que suspender las charlas y actos socioculturales que se organizaban antes de la era covid.

La paz que se respira en el huerto nada tiene que ver con el terrible pasado del solar de León y Castillo por el que se accede, cuyo antiguo edificio albergó a principios del siglo pasado el Círculo Obrero de Arenales, en el que muchos republicanos fueron torturados y asesinados por los franquistas, tras la guerra civil. Nada que ver tampoco con la actividad industrial de la fábrica de harinas que creó en 1900 la enorme chimenea que le da nombre y que alojó posteriormente una taller de fundición mecánica y una fábrica de jabón.

Ajenos a lo que ocurrió en el pasado, los árboles frutales han seguido creciendo en la zona común, donde conviven higueras, plataneras, mangos, guayaberos, maracuyás y baobas, con las verduras y hierbas aromáticas de los bancales, que también han continuado desarrollando sus ciclos gracias al microclima que crea la falta de viento, en un solar practicamente rodeado de edificios, y el cuidado de los cultivadores, como Jaime Santana o como Orlando Naranjo, que lleva tres años acudiendo al cercado. Las frambuesas están a punto de ser cosechadas y también las lechugas. «Yo soy un 99% vegano, por lo que mi alimentación está basada en frutas, verduras, semillas, legumbres y cereales integrales y de aquí saco dos de esos elementos, que son las verduras y frutas. En las zonas comunes tenemos, por ejemplo, higos y maracuyás y aquí acelgas y espinacas, que están a punto para arrancarlas y empezar a comerlas», explica. Jaime Santana recuerda que en estos momentos no queda nadie de los que crearon Arenando, una asociación que se creó para dinamizar el barrio. «Somos unas treinta persona. La mitad son de Arenales, pero hay de otros barrios. Nos autogestionamos y autofinanciamos y puede participar todo el mundo. Vienen también asociaciones, como la de Síndrome de Down», cuenta Santana, quien destaca: «No queremos que sea sólo un huerto, sino que sirva para socializar, para que la gente se reuna y se encuentre. Aquí viene también la Tribu de Arenales, un grupo de familias que se reúnen aquí con los niños, porque también es un parque».

José Luis se encarga de los fertilizantes naturales y ha llenado su bancal, que comparte con otra persona, de pimientos picantes habaneros, tomates buey, cúrcuma, berenjenas, puerros y apio. Descubrió el huerto a través de su hijo y acude, fundamentalmente, para relajarse y buscar una conexión con la tierra. «Esto es un refugio. El Ayuntamiento debería poner más huertos como este por la ciudad. De lo que se cultiva aquí no se alimenta uno mucho, pero es un oasis en medio de la ciudad. Aquí hay mariposas todo el año, aquí crecen y aquí viven. Aquí cada uno va plantando lo que quiere y se respira paz», relata José Luis y luego te cuenta la historia del árbol Neem.

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