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El Rincón, un libro abierto de la historia geológica insular

El acantilado capitalino muestra cómo ha evolucionado Gran Canaria en los últimos 12 millones de años

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Acantilados del Rincón Juan Castro

Una joya en medio de la capital. El acantilado del Rincón no solo es una formación geológica espectacular, sino que también muestra la evolución de Gran Canaria en 12 millones de años.

Cerca del centro de la ciudad existe una joya que pocas personas se han parado a mirar, pero que es un gigante frente al que transita mucha gente en sus itinerarios por carretera. Es el acantilado del Rincón, un libro abierto que muestra gran parte de la historia geológica de la Isla desde hace 12 millones de años. Un aspecto que le ha valido ser considerado como uno de los 100 espacios de la capital grancanaria que el área de Urbanismo ha incluido en el catálogo de zonas de interés medioambiental por su gran valor geomorfológico y geodiverso, al que solo se asemejan otros riscos como los de Mogán, Agaete o Guguy -estos dos últimos relatan todavía una crónica más antigua hasta los 14 millones de años-.

Este paleoacantilado -se le denomina así porque el mar no le golpea de forma directa, por lo que se le considera «inactivo», salvo por lo s pequeños desprendimientos que pueden producirse- alberga hasta cuatro fases de la evolución geológica que ha formado la Isla tal y como la conocemos en la actualidad. Solo le falta la edad más antigua, entre los 14,5 y los 12 millones de años, materiales que es probable que permanezcan bajo el nivel del mar. Se estima que un deslizamiento gravitacional hace entre 1 y 2 millones de años lo conformó tal y como se muestra ahora, como una ventana al pasado geológico y una fuente de conocimientos para expertos, científicos y estudiantes, así como para la población en general que tenga inquietudes por esta disciplina o por la historia insular.

Una pequeña franja de color blanco muestra cómo hace 4,4 millones de años el mar estaba 80 metros más arriba

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En una primera capa, que tiene alrededor de 40 metros de altura, aparecen las rocas más antiguas, que fueron expulsadas hace entre 12 y 8 millones de años por el volcán de Tejeda. Son materiales piroclásticos fruto de sus explosivas erupciones, al estilo de las de Pompeya, entre los que destacan las ignimbritas, y que forman parte de la formación fonolítica de la ciudad. La segunda capa tiene un color grisáceo al estar formada por arenas y conglomerados de ríos asociados al barranco de Guiniguada, en una etapa geológica en la que comienza la erosión de la Isla ya formada por la acción de estos cauces fluviales. Un periodo que se prolongó desde hace 8 millones de años y hasta hace unos 5 millones de años, lo que constituye la formación detrítica de la capital grancanaria.

En una tercera etapa en la formación de este gran paleoacantilado entra en juego un nuevo volcán de gran tamaño que se forma en las cumbres de la Isla, el del Roque Nublo, que se estima pudo haber medido entre 3.000 y 3.500 metros de altura. Este gran estratovolcán expulsa materiales durante 2,2 millones de años, apróximadamente, y aportan al Rincón un estrato de lavas almohadilladas, que se forman al enfriarse bajo el lecho marino. Y es que, tal y como refleja un pequeño filón de un metro de alto, hace 4,4 millones de años el nivel del mar estaba 80 metros por encima de lo que está ahora mismo, dejando fósiles marinos de aquella época en esta zona. Finalmente, el estrato superior lo conforman materiales mucho más recientes asociados a la era post Roque Nublo y por la acción de un ciclo eruptivo más corto, el del Cono de la Costa, que le aporta un color amarillento a este último piso. 

El catedrático de Geología de la ULPGC y miembro del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (Iocag), Pepe Mangas, destaca que un aspecto «bonito» de este paleoacantilado es su parecido con «una ventana geológica en la que puede verse una pared con colores de materiales distintos que corresponden a las distintas formaciones geológicas» por las que ha pasado Gran Canaria en sus 15 millones de años de historia. Un grupo encabezado por él mismo, ha estudiado en los últimos años 50 puntos de la geografía insular que son considerados de interés geológico, y persiguen que sean «un atractivo más para el turista que viene de fuera, que no se quede solo en el sol y playa o elementos de biodiversidad». El Rincón es uno de ellos, y la «joyita» de la capital.

El geólogo no esconde que este rincón de Las Palmas de Gran Canaria tiene una belleza y un carácter singulares que le convierten en un atractivo no solo científico y didáctico, sino también turístico. Por ello, aboga por actuar en la zona, aprovechando que ya existe un lugar con servicios diseñados alrededor del jardín y el monumento del Atlante, con aparcamientos y un bar-cafetería que podría retomar su actividad para ofrecer un completo paquete para los visitantes. «Por mi experiencia de estos años como profesor, añadiría alrededor de la escultura de Tony Gallardo una ‘litoteca’, con grandes bloques de rocas de dos o tres toneladas típicos de cada una de las formaciones que se pueden ver en el paleoacantilado y ponerlos allí, y asociado a cada bloque un cartel explicativo», comenta.

Hasta la fecha, lo único que hay es un panel informativo al final del paseo que parte del Atlante hacia el norte, justo al borde de la costa y frente a los riscos. Pese a esta actuación, Mangas tiene claro que, en ningún caso, lo que se haga puede poner en riesgo la buena conservación existente en El Rincón, gracias en gran medida a que se trata de una zona de difícil acceso para la ciudadanía. La idea que se desarrolle tendría que estar encaminada a «conservarlo y mantener el entorno lo mejor posible», para que el paleoacantilado siga siendo esa ventana abierta a nuestro pasado geológico.

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